Prometí hablar de los Sioux Dakota, y
he aquí su historia más importante.
El tratado de Fort Laramie no fue
único, sino el más importante de una serie de tratados realizados con los
nativos americanos de las praderas, en 1851. De especial importancia para los
Dakota fueron los de Traverse des Sioux
de julio de 1851, y sobre todo el de Mendota
de principios de agosto.
Por ellos, los Dakota cedieron una
parte importante de sus terrenos de caza a cambio de dinero en efectivo y
mercancías. Además, significó el establecimiento de dos agencias en Montana, Upper and Lower Sioux Agency (no me
atrevo a traducirlas, pues más que un estatus jerárquico, sólo indica su
situación geográfica en el territorio. Vamos, como decir Villaarriba y
Villaabajo). No era mal trato, pero los engañaron. Al llegar al Senado de los
EEUU, el tratado no fue ratificado completamente, y se cambiaron los términos
relativos a la indemnización. En 1851, los EEUU estaban sufriendo una fuerte
espiral inflacionista como consecuencia del oro californiano de dos años antes,
y el tesoro federal no iba muy bien. Y esta es otra de las grandes constantes
de las guerras Sioux: dificultad del gobierno federal, problemas con los Sioux
al no cumplir compromisos…
El sistema que se impuso en estas
primeras reservas, y que luego se perpetuó en sus peores defectos era el
siguiente. La idea, como ya se dijo, era reconvertir, casi a la fuerza, a los
nómadas en granjeros sedentarios. Para ayudarles, habría aportaciones federales
de comida, herramientas y lo que hoy llamaríamos microcréditos a los indios.
Para ello, y mediante la oportuna licencia, se establecerían puestos
comerciales en las agencias, otorgados a particulares tras pagar los
correspondientes derechos, y controlado el proceso por el Bureau of Indian Affairs. No se pudo hacer peor…
No había ido mal con ciertas tribus más
proclives a la agricultura por su propia cultura. Pero el caso de los Sioux era
muy diferente. Eran muy pésimos granjeros, y si a eso añadimos que se les fue
arrinconando, cada vez más, en tierras áridas e improductivas; que la colonización
de sus tierras aniquiló la caza, los bosques y los cultivos salvajes de los que
obtenían una parte importante de sus reservas de comida; explica que el
desastre fuese a más. Por otra parte los comerciantes autorizados se
encontraron fiando cada vez más a los Dakota, con precios fijados por el citado
Bureau, y viendo como las posibilidades de comercio con los productos que les
daban los indios eran cada vez peores. La Fur Trade Company en el Canadá, con un
estilo de negocio parecido, un siglo antes, había conseguido pingües beneficios
con las pieles. Y esto ya no ocurría aquí, con unos Sioux incapaces de asimilar
una explotación comercial de un animal sagrado como el Búfalo, y con una caza
cada vez menor por las depredaciones del creciente número de colonos blancos. Estos
comerciantes sobrevivían con las aportaciones del gobierno de Washington, y si
fallaba o se retrasaba en exceso, era su ruina. No es de extrañar, que
progresivamente el Bureau se fuese poblando de personajes incompetentes y
corruptos, y que una raza de aprovechados ocupase los puestos de los honrados
que lo dejaban arruinados. Yesca y bidones de gasolina…sólo faltaba la cerilla.
Y como toda buena lumbre, que siempre
empieza con unas chispas y una fogata pequeña, ésta no fue una excepción. El 11
de mayo de 1858, el estado de Montana fue admitido en la Unión (el trigésimo
segundo estado), y dejó de ser territorio de administración federal. Una
delegación de jefes Dakotas, comandados por Pequeño
Cuervo, acudieron a Washington DC, con la idea de mejorar, en algo los
tratados. Lograron empeorar las cosas, y perder más territorio, como la
excelente zona de caza al norte del río Minnesota. La autoridad y respeto que
perdieron entre los jóvenes fue inmenso, lo que en los sucesos que narraremos
tuvo una repercusión desproporcionada.
el Jefe Dakota Pequeño Cuervo |
El invierno de 1861 fue muy malo en
Minnesota. Malas cosechas, poca caza, mucho frío. Y la guerra de secesión
recién empezada en el Este, y perdiendo la Unión por goleada. Los comerciantes
autorizados también estaban en una situación crítica. Sus pérdidas eran
enormes, y las aportaciones del Gobierno Federal, empeñado hasta las cejas para
pagar el esfuerzo de guerra, no llegaban. Así que presionaron al Bureau, para
que el dinero les llegase a ellos, para pagar los créditos de los indios, y no
a sus jefes. Éstos se opusieron, pues era su sentencia de muerte política, y ya
estaban bastante mal vistos desde el 1858. Y los indios, desesperados,
hambrientos y decepcionados, no sólo con los blancos, sino con sus propios
jefes. La situación era explosiva.
El camino de la guerra, como en todas,
fue directo pero con recodos inocentes en apariencia. El 4 de agosto, los Dakota Sissetowan y Wahpeton, en una acción de presión, consiguieron que se les
facilitasen alimentos de primera necesidad en la Upper Agency. El día 15, los Mdewakanton
y Wahpekute intentaron lo mismo
en la Lower Agency. Pero su intento
fue frustrado por el funcionario local del Bureau, Thomas Galbraith. No era un
mal funcionario, del montón, y sólo seguía las instrucciones enviadas. Pero,
acababa de cometer uno de los peores errores de su vida.
A estos intentos siguió una reunión de
los funcionarios del Bureau, representantes de los indios, y comerciantes. Fue
muy tormentosa, y se dijeron de todo, entre todos. Pero lo peor, fue un
comentario de un comerciante blanco, Andrew Jackson Myrick, muy agobiado por
las deudas, que nervioso estalló y le dijo a los jefes indios, que por él, como
si tenían que comer hierba, pero que se negaba a vender más víveres a crédito.
Los Dakota, en su situación, se lo tomaron como una ofensa inmensa. Sólo faltaba
la chispa definitiva.
Y ésta llegó de la forma más estúpida
posible. El 17 de Agosto de 1862, domingo, cuatro jóvenes guerreros Dakota salieron
de caza. Muy posiblemente estaban borrachos y con ganas de dar caña. Se
dirigieron a la cabaña de Robinson Jones, cerca del pueblo de Acton. Allí
demandaron más licor, pero se comportaron de forma amistosa. Luego, en compañía
de Robinson, se dirigieron a la granja de un conocido, Viranus Webster, donde
al parecer bebieron más alcohol, y se retaron aun concurso de tiro. Mientras
tenía lugar, surgió una discusión debida a que uno de los guerreros había aprovechado
para robar unos huevos. El tema se lió y acabó con uno de los guerreros matando
a Viranus. El resto le siguieron y en un abrir y cerrar de ojos masacraron a
los Webster y los Jones (ambos, mujer y marido), a algunos de los hijos de los
Webster (otros se ocultaron y sobrevivieron), y a la vuelta, pararon en la
cabaña de los Jones, y mataron a su hija adoptada, Clara.
Placa conmemoritativa de los sucesos de Acton |
Al volver a su campamento contaron la
historia como les vino en gana, pasando de villanos a víctimas, y pese al
intento de apaciguar ánimos de los jefes, los guerreros exigieron la guerra. La
consiguieron.
Se dice que en los primeros dos días,
casi la mitad de los ochocientos civiles muertos que ocasionaría la revuelta de
los Dakota murieron. Había mucha frustración y odio, y lo peor de todo, es que
no había jefes cuya autoridad se respetase. La ferocidad y crueldad de los
Dakota no tuvo freno. Uno de sus primeros objetivos fue la Lower Agency, donde mataron entre otros a Myrick, que sería hallado
con su boca y estómago repletos de hierba.
Bandas de guerreros cayeron sobre toda
granja o pequeño poblado blanco. Y se regodearon a base de bien. No se respetó
vida alguna. Saqueos, torturas, secuestros, y para las mujeres, como por
desgracia es costumbre en estos conflictos, la siniestra ley de la violación
múltiple. Se emplearon a fondo. Y pasadas las primeras noticias, se produjo una
desbandada general del territorio de Montana. Todos los blancos huían, dejando
atrás propiedades, dinero, haciendas y a hasta a familiares. Todos perdiendo
hasta el resuello en su desenfrenada huida a Dakota, Iowa o a alguno de los
pueblos grandes y fuertes de la región. Y en estos lugares, tareas de
fortificación contra reloj, fundir balas, hacer cartuchos de papel, engrasar
armas, hacer acopio de víveres…y miedo, miedo sin final, cerval, atenazador,
que aumentaba cuando llegaban a la posición los despojos humanos en los que se
habían convertido los supervivientes. En la unión no se había vivido algo
igual.
Refugiados de la revuelta...da igual quiénes, cuándo o dónde. Siempre las mismas miradas... |
Las tropas disponibles, eran escasas,
mal entrenadas y equipadas, y de pésima calidad. La inmensa hoguera que era la
guerra en el este exigía la participación y sacrificio de los más fuerte y
preparados. No es de extrañar que la primera respuesta, la entrada en acción
del 5º regimiento de voluntarios de Minnesota acabase en su aniquilación en
Redwood Ferry. Todo cesó en el territorio: viajes, comercio, ganadería,
agricultura…hasta dejaron de funcionar los vapores por el Red River.
Los Dakota pusieron inmediato asedio a
los pueblos y fuertes principales. Pueblos como New Ulm o posiciones como Fort
Ridgely fueron atacadas de forma repetida, pero nunca tomadas. Y la campiña
asolada, y masacrado todo blanco que no había podido huir o refugiarse en lugar
seguro. La rebelión estaba fuera de control, y el 2 de septiembre de 1862, en
Birch Cuolee otro destacamento del ejército fue emboscado y aniquilado.
versión idealizada de los asedios de New Ulm |
Por parte de estado, el gobernador,
Alexander Ramsey contó para la organización de la defensa de las milicias a su
anterior contrincante y ex-gobernador, Henry Sibley, tipo bravo y buen
organizador. El gobierno federal envío a uno de sus mejores generales del
momento John Pope, una estrella ascendente que se estrellaría al mando del
ejército del Potomac contra Robert E. Lee en la segunda batalla de
Manassas. Contaría con las veteranas
tropas de los regimientos de infantería de voluntarios de Minnesota 3º y 4º,
mientras a toda prisa se creaban los 9º y 10º; y con la promesa recibir en
breve a los regimientos 6º y 7º del estado de Minnesota (recibiría al final
compañías dispersas de los mismos).
Henry Sibley |
El general John Pope |
La campaña fue breve, pero intensa y
brutal. El 23 de septiembre de 1862, en Wood Lake, arrinconaron a los Dakota y
los derrotaron de forma brutal. Previamente Pequeño
Cuervo había intentado negociar con Sibley sobre un cese de hostilidades
contando con la presencia en sus campamentos de casi un centenar de rehenes
blancos. Pero para entonces estaba claro que el jefe Dakota estaba a remolque
de los acontecimientos y no tenía autoridad efectiva alguna sobre los guerreros
más jóvenes. El acuerdo era imposible.
La batalla de Wood Lake es de las más
extrañas de las guerras indias. Merece el premio a la emboscada peor planeada y
ejecutada de la historia. La crisis de mando entre los Dakota, unido al
emborrachamiento general de botín y venganza satisfecha, lograron que fuese un
desastre. Y más aún cuando los regimientos 3º y 4º eran de veteranos, y venían
de luchar contra los confederados. Una vez empezado el tiroteo, hicieron
picadillo a los Sioux. Y eso ya dice mucho de la calidad de sus soldados,
aniquilar a los indios que los han emboscado…
Vista del Monumento de la Batalla de Wood Lake |
Cuadro del 3º de Minnesota, un año después, en Little Rock, Arkansas. Se convertiría en un regimiento de élite de la Unión. |
Los Dakota habían tenido suficiente, y
el 26, en lo que se llamaría Camp Release (liberación) se entregarían a las
tropas de Pope, junto con los rehenes blancos que aún conservaban. La crueldad
que habían exhibido en dos meses de guerra era inmensa, en absoluto ajena a una
guerra total entre tribus, pero excesiva para el hombre blanco. Y ahora les
tocaba vengarse a ellos…
De entrada, fueron encarcelados en ese
mismo lugar, pendientes de juicio militar. Pequeño
Cuervo tuvo que renunciar a la jefatura, y acabaría huyendo a Canadá, donde
como muchos indios que huyeron, pasaría frío, hambre, exclusión social y
ninguna ayuda de los canadienses. Volvería a sus tierras, con una recompensa de
500 dólares sobre su cabellera. Recompensa
y cabellera que cobraría un granjero local, Natham Lamson, que lo mató el 3 de julio de
1863, al pillarlo robando moras en sus tierras. Su cabellera, sería expuesta en
el cercano pueblo de Saint Paul hasta 1971, año en el cual, tras una campaña
del American Indian Movement (AIM),
le sería devuelta a su tataranieto.
El resto de los rendidos, en número de
303, fueron juzgados y condenados a principios de diciembre de 1862, acusados
de rebelión, saqueo, asesinatos y violaciones múltiples. El juicio fue una
farsa inmensa. Sin abogados, sin traductores, sin posibilidad de defensa, la
mayoría fueron condenados en menos de cinco minutos de juicio. Las ganas de
revancha de los blancos, tras su brutalidad, eran inmensas. Tuvieron un
defensor inesperado, el obispo episcopaliano Henry Whipple, que conocía a
muchos de ellos, y sabía que no podían haber participado en esos hechos, y que
la mayoría de los culpables verdaderos estaban ahora a merced de las alimañas
salvajes en Word Lake.
Sus protestas llegaron oídos del
presidente Abraham Lincoln, que ejerció su potestad de supervisar las
sentencias de muerte dictadas. Al final conmutó la mayoría, pero firmó treinta
y ocho, principalmente de cabecillas identificados de la revuelta. Todos
fueron ahorcados el mismo día, el 26 de diciembre de 1862, en Mankato,
Minnesota (Mn). Hasta el momento, ha sido la ejecución más multitudinaria de la
historia de los EEUU. No fue una decisión popular, pero Lincoln declaró que “no
quería votos logrados por ahorcar a hombres inocentes”. En las elecciones de
1864, Minnesota votaría masivamente a su rival, el antiguo general McClellan.
Dos líderes, Pequeño Seis y Botella
Medicinal, lograron fugarse antes a Canadá. No se librarían, pues años mas
tarde, fueron localizados por agentes del gobierno (se dice que eran gente de
Pinkerton), y tras ser emborrachados y drogados con laúdano, se los secuestró y
trasladó a los Estados Unidos. Su sentencia se ejecutó en Fort Snelling (Mn) en
1865. Y la venganza no quedaría ahí. El resto de encarcelados sufrirían, al
igual que el resto de Dakotas de duras privaciones durante el invierno. La
neumonía y el hambre matarían a un alto número de ellos. Lugares como Camp MacClellan en Iowa o Pike
Island cerca del citado Fort Snelling se convertirían en tumbas de más de un
tercio de sus prisioneros.
El jefe Botella Medicinal. Lo de secuestrar líderes de Al Qaida no es algo nuevo... |
En abril de 1863, el congreso de los
EEUU declaró nulo todo tratado con los Dakota, y se abolieron sus reservas. El
pueblo Dakota, bajo pena de muerte si regresaban (y con un precio de 25 dólares
por cabellera, ya fuese de hombre, mujer o niño), fue expulsado de la Unión al
territorio de Nebraska (todavía había espacio para tal decisión). A la mayoría
se les embarcó en vapores, y les dejó en la reserva de los indios Crow, que
como sabemos se llevaban a matar con los Sioux. La mayoría se acabarían uniendo
a sus hermanos Lakota.
La rebelión de los Dakota de 1862 pese
a ser iniciada por culpa de engaños y desde la desesperación del hambre, la
pobreza y la falta de esperanza fue terrible y muy cruel. Los blancos nunca
perdonarían al pueblo Sioux por ella, y haría que fuesen considerados, hasta la
década de 1880 como peores que animales. Como anécdota comentar que el propio
general John Pope, que después de la guerra de sucesión luchó con acierto
contra Apaches, y que desató varias tormentas políticas al denunciar los
incumplimientos de los tratados con los indios, el mal trato que se les daba y
la brutal corrupción del Bureau of Indian Affaires (le costaría que se le
abriese una comisión de investigación por sus desastrosas decisiones en la
segunda batalla de Manassas o del 2ª Bull Run), haría una excepción con los
Sioux. Declararía que debían ser exterminados hasta el último de ellos…
Sin embargo, las guerras Sioux, no
habían hecho mas que empezar.
¡Y por supuesto que Hollywood hizo película del tema! si no la habéis visto, no sufráis, pura serie Z, de las olvidables... |
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