Buscar este blog

martes, 28 de agosto de 2012

LAS GUERRAS SIOUX (Parte 2): Rebelión en Montana



Prometí hablar de los Sioux Dakota, y he aquí su historia más importante.
El tratado de Fort Laramie no fue único, sino el más importante de una serie de tratados realizados con los nativos americanos de las praderas, en 1851. De especial importancia para los Dakota fueron los de Traverse des Sioux de julio de 1851, y sobre todo el de Mendota de principios de agosto.
Por ellos, los Dakota cedieron una parte importante de sus terrenos de caza a cambio de dinero en efectivo y mercancías. Además, significó el establecimiento de dos agencias en Montana, Upper and Lower Sioux Agency (no me atrevo a traducirlas, pues más que un estatus jerárquico, sólo indica su situación geográfica en el territorio. Vamos, como decir Villaarriba y Villaabajo). No era mal trato, pero los engañaron. Al llegar al Senado de los EEUU, el tratado no fue ratificado completamente, y se cambiaron los términos relativos a la indemnización. En 1851, los EEUU estaban sufriendo una fuerte espiral inflacionista como consecuencia del oro californiano de dos años antes, y el tesoro federal no iba muy bien. Y esta es otra de las grandes constantes de las guerras Sioux: dificultad del gobierno federal, problemas con los Sioux al no cumplir compromisos…
El sistema que se impuso en estas primeras reservas, y que luego se perpetuó en sus peores defectos era el siguiente. La idea, como ya se dijo, era reconvertir, casi a la fuerza, a los nómadas en granjeros sedentarios. Para ayudarles, habría aportaciones federales de comida, herramientas y lo que hoy llamaríamos microcréditos a los indios. Para ello, y mediante la oportuna licencia, se establecerían puestos comerciales en las agencias, otorgados a particulares tras pagar los correspondientes derechos, y controlado el proceso por el Bureau of Indian Affairs. No se pudo hacer peor…
No había ido mal con ciertas tribus más proclives a la agricultura por su propia cultura. Pero el caso de los Sioux era muy diferente. Eran muy pésimos granjeros, y si a eso añadimos que se les fue arrinconando, cada vez más, en tierras áridas e improductivas; que la colonización de sus tierras aniquiló la caza, los bosques y los cultivos salvajes de los que obtenían una parte importante de sus reservas de comida; explica que el desastre fuese a más. Por otra parte los comerciantes autorizados se encontraron fiando cada vez más a los Dakota, con precios fijados por el citado Bureau, y viendo como las posibilidades de comercio con los productos que les daban los indios eran cada vez peores. La Fur Trade Company en el Canadá, con un estilo de negocio parecido, un siglo antes, había conseguido pingües beneficios con las pieles. Y esto ya no ocurría aquí, con unos Sioux incapaces de asimilar una explotación comercial de un animal sagrado como el Búfalo, y con una caza cada vez menor por las depredaciones del creciente número de colonos blancos. Estos comerciantes sobrevivían con las aportaciones del gobierno de Washington, y si fallaba o se retrasaba en exceso, era su ruina. No es de extrañar, que progresivamente el Bureau se fuese poblando de personajes incompetentes y corruptos, y que una raza de aprovechados ocupase los puestos de los honrados que lo dejaban arruinados. Yesca y bidones de gasolina…sólo faltaba la cerilla.
Y como toda buena lumbre, que siempre empieza con unas chispas y una fogata pequeña, ésta no fue una excepción. El 11 de mayo de 1858, el estado de Montana fue admitido en la Unión (el trigésimo segundo estado), y dejó de ser territorio de administración federal. Una delegación de jefes Dakotas, comandados por Pequeño Cuervo, acudieron a Washington DC, con la idea de mejorar, en algo los tratados. Lograron empeorar las cosas, y perder más territorio, como la excelente zona de caza al norte del río Minnesota. La autoridad y respeto que perdieron entre los jóvenes fue inmenso, lo que en los sucesos que narraremos tuvo una repercusión desproporcionada.

el Jefe Dakota Pequeño Cuervo

El invierno de 1861 fue muy malo en Minnesota. Malas cosechas, poca caza, mucho frío. Y la guerra de secesión recién empezada en el Este, y perdiendo la Unión por goleada. Los comerciantes autorizados también estaban en una situación crítica. Sus pérdidas eran enormes, y las aportaciones del Gobierno Federal, empeñado hasta las cejas para pagar el esfuerzo de guerra, no llegaban. Así que presionaron al Bureau, para que el dinero les llegase a ellos, para pagar los créditos de los indios, y no a sus jefes. Éstos se opusieron, pues era su sentencia de muerte política, y ya estaban bastante mal vistos desde el 1858. Y los indios, desesperados, hambrientos y decepcionados, no sólo con los blancos, sino con sus propios jefes. La situación era explosiva.
El camino de la guerra, como en todas, fue directo pero con recodos inocentes en apariencia.  El 4 de agosto, los Dakota Sissetowan y Wahpeton, en una acción de presión, consiguieron que se les facilitasen alimentos de primera necesidad en la Upper Agency. El día 15, los Mdewakanton y Wahpekute intentaron lo mismo en la Lower Agency. Pero su intento fue frustrado por el funcionario local del Bureau, Thomas Galbraith. No era un mal funcionario, del montón, y sólo seguía las instrucciones enviadas. Pero, acababa de cometer uno de los peores errores de su vida.
A estos intentos siguió una reunión de los funcionarios del Bureau, representantes de los indios, y comerciantes. Fue muy tormentosa, y se dijeron de todo, entre todos. Pero lo peor, fue un comentario de un comerciante blanco, Andrew Jackson Myrick, muy agobiado por las deudas, que nervioso estalló y le dijo a los jefes indios, que por él, como si tenían que comer hierba, pero que se negaba a vender más víveres a crédito. Los Dakota, en su situación, se lo tomaron como una ofensa inmensa. Sólo faltaba la chispa definitiva.
Y ésta llegó de la forma más estúpida posible. El 17 de Agosto de 1862, domingo, cuatro jóvenes guerreros Dakota salieron de caza. Muy posiblemente estaban borrachos y con ganas de dar caña. Se dirigieron a la cabaña de Robinson Jones, cerca del pueblo de Acton. Allí demandaron más licor, pero se comportaron de forma amistosa. Luego, en compañía de Robinson, se dirigieron a la granja de un conocido, Viranus Webster, donde al parecer bebieron más alcohol, y se retaron aun concurso de tiro. Mientras tenía lugar, surgió una discusión debida a que uno de los guerreros había aprovechado para robar unos huevos. El tema se lió y acabó con uno de los guerreros matando a Viranus. El resto le siguieron y en un abrir y cerrar de ojos masacraron a los Webster y los Jones (ambos, mujer y marido), a algunos de los hijos de los Webster (otros se ocultaron y sobrevivieron), y a la vuelta, pararon en la cabaña de los Jones, y mataron a su hija adoptada, Clara. 

Placa conmemoritativa de los sucesos de Acton

Al volver a su campamento contaron la historia como les vino en gana, pasando de villanos a víctimas, y pese al intento de apaciguar ánimos de los jefes, los guerreros exigieron la guerra. La consiguieron.
Se dice que en los primeros dos días, casi la mitad de los ochocientos civiles muertos que ocasionaría la revuelta de los Dakota murieron. Había mucha frustración y odio, y lo peor de todo, es que no había jefes cuya autoridad se respetase. La ferocidad y crueldad de los Dakota no tuvo freno. Uno de sus primeros objetivos fue la Lower Agency, donde mataron entre otros a Myrick, que sería hallado con su boca y estómago repletos de hierba.
Bandas de guerreros cayeron sobre toda granja o pequeño poblado blanco. Y se regodearon a base de bien. No se respetó vida alguna. Saqueos, torturas, secuestros, y para las mujeres, como por desgracia es costumbre en estos conflictos, la siniestra ley de la violación múltiple. Se emplearon a fondo. Y pasadas las primeras noticias, se produjo una desbandada general del territorio de Montana. Todos los blancos huían, dejando atrás propiedades, dinero, haciendas y a hasta a familiares. Todos perdiendo hasta el resuello en su desenfrenada huida a Dakota, Iowa o a alguno de los pueblos grandes y fuertes de la región. Y en estos lugares, tareas de fortificación contra reloj, fundir balas, hacer cartuchos de papel, engrasar armas, hacer acopio de víveres…y miedo, miedo sin final, cerval, atenazador, que aumentaba cuando llegaban a la posición los despojos humanos en los que se habían convertido los supervivientes. En la unión no se había vivido algo igual.

Refugiados de la revuelta...da igual quiénes, cuándo o dónde. Siempre las mismas miradas...

Las tropas disponibles, eran escasas, mal entrenadas y equipadas, y de pésima calidad. La inmensa hoguera que era la guerra en el este exigía la participación y sacrificio de los más fuerte y preparados. No es de extrañar que la primera respuesta, la entrada en acción del 5º regimiento de voluntarios de Minnesota acabase en su aniquilación en Redwood Ferry. Todo cesó en el territorio: viajes, comercio, ganadería, agricultura…hasta dejaron de funcionar los vapores por el Red River.
Los Dakota pusieron inmediato asedio a los pueblos y fuertes principales. Pueblos como New Ulm o posiciones como Fort Ridgely fueron atacadas de forma repetida, pero nunca tomadas. Y la campiña asolada, y masacrado todo blanco que no había podido huir o refugiarse en lugar seguro. La rebelión estaba fuera de control, y el 2 de septiembre de 1862, en Birch Cuolee otro destacamento del ejército fue emboscado y aniquilado.

versión idealizada de los asedios de New Ulm

Por parte de estado, el gobernador, Alexander Ramsey contó para la organización de la defensa de las milicias a su anterior contrincante y ex-gobernador, Henry Sibley, tipo bravo y buen organizador. El gobierno federal envío a uno de sus mejores generales del momento John Pope, una estrella ascendente que se estrellaría al mando del ejército del Potomac contra Robert E. Lee en la segunda batalla de Manassas.  Contaría con las veteranas tropas de los regimientos de infantería de voluntarios de Minnesota 3º y 4º, mientras a toda prisa se creaban los 9º y 10º; y con la promesa recibir en breve a los regimientos 6º y 7º del estado de Minnesota (recibiría al final compañías dispersas de los mismos).

Henry Sibley





El general John Pope

La campaña fue breve, pero intensa y brutal. El 23 de septiembre de 1862, en Wood Lake, arrinconaron a los Dakota y los derrotaron de forma brutal. Previamente Pequeño Cuervo había intentado negociar con Sibley sobre un cese de hostilidades contando con la presencia en sus campamentos de casi un centenar de rehenes blancos. Pero para entonces estaba claro que el jefe Dakota estaba a remolque de los acontecimientos y no tenía autoridad efectiva alguna sobre los guerreros más jóvenes. El acuerdo era imposible.
La batalla de Wood Lake es de las más extrañas de las guerras indias. Merece el premio a la emboscada peor planeada y ejecutada de la historia. La crisis de mando entre los Dakota, unido al emborrachamiento general de botín y venganza satisfecha, lograron que fuese un desastre. Y más aún cuando los regimientos 3º y 4º eran de veteranos, y venían de luchar contra los confederados. Una vez empezado el tiroteo, hicieron picadillo a los Sioux. Y eso ya dice mucho de la calidad de sus soldados, aniquilar a los indios que los han emboscado…

Vista del Monumento de la Batalla de Wood Lake

Cuadro del 3º de Minnesota, un año después, en Little Rock, Arkansas. Se convertiría en un regimiento de élite de la Unión.

Los Dakota habían tenido suficiente, y el 26, en lo que se llamaría Camp Release (liberación) se entregarían a las tropas de Pope, junto con los rehenes blancos que aún conservaban. La crueldad que habían exhibido en dos meses de guerra era inmensa, en absoluto ajena a una guerra total entre tribus, pero excesiva para el hombre blanco. Y ahora les tocaba vengarse a ellos…
De entrada, fueron encarcelados en ese mismo lugar, pendientes de juicio militar. Pequeño Cuervo tuvo que renunciar a la jefatura, y acabaría huyendo a Canadá, donde como muchos indios que huyeron, pasaría frío, hambre, exclusión social y ninguna ayuda de los canadienses. Volvería a sus tierras, con una recompensa de 500 dólares sobre su cabellera. Recompensa  y cabellera que cobraría un granjero local,  Natham Lamson, que lo mató el 3 de julio de 1863, al pillarlo robando moras en sus tierras. Su cabellera, sería expuesta en el cercano pueblo de Saint Paul hasta 1971, año en el cual, tras una campaña del American Indian Movement (AIM), le sería devuelta a su tataranieto.
El resto de los rendidos, en número de 303, fueron juzgados y condenados a principios de diciembre de 1862, acusados de rebelión, saqueo, asesinatos y violaciones múltiples. El juicio fue una farsa inmensa. Sin abogados, sin traductores, sin posibilidad de defensa, la mayoría fueron condenados en menos de cinco minutos de juicio. Las ganas de revancha de los blancos, tras su brutalidad, eran inmensas. Tuvieron un defensor inesperado, el obispo episcopaliano Henry Whipple, que conocía a muchos de ellos, y sabía que no podían haber participado en esos hechos, y que la mayoría de los culpables verdaderos estaban ahora a merced de las alimañas salvajes en Word Lake.
Sus protestas llegaron oídos del presidente Abraham Lincoln, que ejerció su potestad de supervisar las sentencias de muerte dictadas. Al final conmutó la mayoría, pero firmó treinta y ocho, principalmente de cabecillas identificados de la revuelta. Todos fueron ahorcados el mismo día, el 26 de diciembre de 1862, en Mankato, Minnesota (Mn). Hasta el momento, ha sido la ejecución más multitudinaria de la historia de los EEUU. No fue una decisión popular, pero Lincoln declaró que “no quería votos logrados por ahorcar a hombres inocentes”. En las elecciones de 1864, Minnesota votaría masivamente a su rival, el antiguo general McClellan.


Dos líderes, Pequeño Seis y Botella Medicinal, lograron fugarse antes a Canadá. No se librarían, pues años mas tarde, fueron localizados por agentes del gobierno (se dice que eran gente de Pinkerton), y tras ser emborrachados y drogados con laúdano, se los secuestró y trasladó a los Estados Unidos. Su sentencia se ejecutó en Fort Snelling (Mn) en 1865. Y la venganza no quedaría ahí. El resto de encarcelados sufrirían, al igual que el resto de Dakotas de duras privaciones durante el invierno. La neumonía y el hambre matarían a un alto número de ellos.  Lugares como Camp MacClellan en Iowa o Pike Island cerca del citado Fort Snelling se convertirían en tumbas de más de un tercio de sus prisioneros.

El jefe Botella Medicinal. Lo de secuestrar líderes de Al Qaida no  es algo nuevo...

En abril de 1863, el congreso de los EEUU declaró nulo todo tratado con los Dakota, y se abolieron sus reservas. El pueblo Dakota, bajo pena de muerte si regresaban (y con un precio de 25 dólares por cabellera, ya fuese de hombre, mujer o niño), fue expulsado de la Unión al territorio de Nebraska (todavía había espacio para tal decisión). A la mayoría se les embarcó en vapores, y les dejó en la reserva de los indios Crow, que como sabemos se llevaban a matar con los Sioux. La mayoría se acabarían uniendo a sus hermanos Lakota.
La rebelión de los Dakota de 1862 pese a ser iniciada por culpa de engaños y desde la desesperación del hambre, la pobreza y la falta de esperanza fue terrible y muy cruel. Los blancos nunca perdonarían al pueblo Sioux por ella, y haría que fuesen considerados, hasta la década de 1880 como peores que animales. Como anécdota comentar que el propio general John Pope, que después de la guerra de sucesión luchó con acierto contra Apaches, y que desató varias tormentas políticas al denunciar los incumplimientos de los tratados con los indios, el mal trato que se les daba y la brutal corrupción del Bureau of Indian Affaires (le costaría que se le abriese una comisión de investigación por sus desastrosas decisiones en la segunda batalla de Manassas o del 2ª Bull Run), haría una excepción con los Sioux. Declararía que debían ser exterminados hasta el último de ellos… 
Sin embargo, las guerras Sioux, no habían hecho mas que empezar.

¡Y por supuesto que Hollywood hizo película del tema! si no la habéis visto, no sufráis, pura serie Z, de las olvidables...

No hay comentarios:

Publicar un comentario