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lunes, 27 de agosto de 2012

LAS GUERRAS SIOUX (Parte 1): Por culpa de una vaca


Me declaro un gran enamorado del Western clásico, culpa quizás, de muchas tardes en mi infancia de sábado cine, y de las primeras emisiones de Antena 3 y Tele 5. Y cuando te enamora tal género cinematográfico, es lógico que te acabe por fascinar la historia real de sus protagonistas. De los sheriffs, Marshalls, pistoleros, forajidos…y gracias a John Ford, de la caballería, los ranger de Texas…y los indios. ¡Qué demonios, hasta me encanta esa pastelada de “Bailando con lobos”!
La Legión Invencible. La segunda (y la mejor) de la trilogía de la caballería de John Ford
Y si en las películas eran peligrosos, en la realidad, eran realmente temibles. La mejor caballería ligera del mundo. Hábiles, valerosos, inteligentes, sufridos…nunca un país tuvo enemigos tan extraordinarios y nobles como ellos. Los apaches chiricauas del chamán Jerónimo, los geniales guerrilleros del jefe Joseph y sus Nez Percée, el inmenso sufrimiento de los cherokees del sendero de las lágrimas. Tantas historias y gestas para ser cantadas en todas las lenguas del hombre. Y sobre todas ellas, y mira que son bien grandes y emocionantes, hay una gran nación de las praderas que sobresale: la nación Sioux.



Guerreros Sioux posando para la cámara. En la realidad serían más temibles y menos ceremoniosos.
 
El nombre de Sioux, indirectamente, se lo puso una tribu rival, largamente olvidada debido a su pronta asimilación por el hombre blanco: los Chippewa. Aliados incondicionales de los franceses de Louisiana, denominaron a esta tribu rival, en su lengua, como los Nadouessioux, es decir, los “pequeños serpientes”; término que en cualquier lengua india ya decía mucho de su carácter…

Guerrero Chippewa
Inicialmente, vivían en el Alto Mississipi, en lo que hoy son los estados de Wisconsin, Minnesota y Iowa. Pero tuvieron que salir de allí por patas. La razón: que los franceses armaron, desde 1700, a los Chippewa, con Mosquetes de mecha, y lo convirtieron en guerreros muy superiores. Podéis leer hasta hartaros de que si un arco tira más rápido, que si es más letal, que si bla, bla, bla… me pasé  casi toda la carrera tirando con arco compuesto de 45 libras. Después de cinco años seguía siendo mediocre, tirando a malo. Comencé a tirar con avancarga pasados los 35: en menos de año y medio era un fusilero competente…no hay más que explicar.

Mosquete de Mecha. No penséis que es tan primitivo...tiran de maravilla...

 
Así que los Sioux tuvieron que emigrar a las grandes planicies de Nebraska y Montana, llenas de espacio, libertad, búfalos…y un frío que aniquila en invierno, y unos cuantos miles de indios Crows, Cheyennes, Shoshonas, Kiowas, Chickasaws…ninguno eran hermanitas de la caridad ni pacifistas de pro. Se impusieron a todos ellos, y además dieron con las Black Hills, sus colinas sagradas, por motivos que todavía, aún hoy en día, el hombre blanco no conoce. Y mejor que siga así. De esta migración aprendieron dos cosas importantes: la primera, que los arcos y lanzas no están mal, pero que había ponerse a manejar armas de fuego de forma experta; y la segunda, que el hombre blanco no era de fiar y podía ser tan cabronazo, o más, que ellos.
Decir Sioux, es quedarse corto, pues se parecen y mucho a nosotros, que decir español requiere matización: que si gallego, vasco, valenciano, canario, catalán, andaluz, leonés, madrileño (va ironía: ¿realmente existen de verdad? Y viví allí un año y conocí a dos “gatos” solamente…). Bromas malas aparte, había tres grandes grupos de Sioux, que además de su nombre, son conocidos tanto por su localización como por el nombre de su dialecto.
Primero tenemos a los Dakota. Se quedaron en Minnesota, principalmente, hablaban el Santee, y se les denominó como Sioux del Este. Narraré su historia en un post específico.
Luego tenemos a los Nakota. Se quedaron en la porción oeste de Minnesota, y en al este de ambos estados actuales de Dakota, del Norte y del Sur, lo que causa cierta confusión con el nombre de los anteriores. Su dialecto era el Yankton. También les llamaron los Sioux de enmedio o medianos (clara influencia de un traductor español fanático de Tolkien). Serían los que en mayor medida se “civilizarían” (vamos que adoptaron muchas costumbres de los blancos). Serían los que en mayor número dotarían a la Policía india (juro que le dedico un tema fuera del de las guerras Sioux) y serían reclutados para ser exploradores en su lucha contra sus congéneres.
Y finalmente, los más famosos de todos: los Sioux Lakota. Los reyes de las grandes llanuras del Noroeste, los más duros, bravos y famosos de todos. Los protagonistas de una gran epopeya de casi cuarenta años de resistencia directa. Su dialecto, el Teton; y divididos en siete grandes concilios: Brulé, Sans Arcs, Hunkpapa (¿os suena un tal Toro Sentado?, pues era de éstos), Oglala (Nube Roja, Caballo Loco…si no os suenan estos nombres, no habéis tenido una infancia sana), Miniconjou, Pies Negros (sí, eran Sioux ¡sorpresa!) y Two Kettles (al que las traducciones en español siempre les llaman “dos ollas”…y ¡no! ¡Dos teteras!). Y para completar el cuadro, también se les llama Sioux del Oeste. 

Sioux Oglala
 
Otro concepto importante en las guerras Sioux es el de merodeadores invernales y  merodeadores veraniegos. Los primeros, eran Sioux irreductibles que renegaban del contacto y ayuda del hombre blanco. Los segundos, sí que la aceptaban, a fin de pasar el duro invierno de las llanuras lo mejor posible, y tener más ventajas en el comercio. Llegado el verano, volvían a su modo de vida tradicional, uniéndose incluso a las confederaciones indias que luchaban contra el ejército. Por parte de los blancos, las primeras “reservas” más bien serían centros de asistencia a los merodeadores veraniegos, a fin de reconvertirlos a granjeros y que dejasen el modo de vida nómada. Educarían a sus hijos y los cristianizarían, minando el poder político de jefes y chamanes. Había funcionado con muchas otras tribus, pero en esos años, la presión de la inmigración sobre los Sioux era escasa, lo que no suponía acicate alguno para dejar el nomadismo. Aún así, alcanzaría dicha política resultados dispares: no muy malos con los Nakota, pero ínfimos con los Lakota.
Si no tenían suficiente con las tribus antes mencionadas, les cayó encima el hombre blanco. A mitad del siglo XIX, en 1851, en Fort Laramie, el “Gran Padre Blanco de Washington (DC)” firmó un acuerdo con los Sioux, Cheyennes, Arapahoes, Crows, Assiniboine, Mandan, Hiratsa y Arikihara; por el cual les permitía la libre circulación y derechos de caza en las tierras que ocupaban, a condición que permitieran, sin estorbos, el paso de las caravanas a la costa oeste a través de la senda de Oregón. Ojo a la trampa…que no reconocía la propiedad de dichas tribus sobre sus territorios de caza y sagrados, término que además no alcanzaban a comprender los nativos americanos de las grandes llanuras. Sería lo que siempre enfrentaría a blancos e indios. Y motivaría, que nadie cumpliese los tratados: por parte de los blancos, por políticos y colonos ambiciosos con cierta mano en la capital de la nación; por parte de los indios, como forma que tenían los guerreros más jóvenes de cuestionar la autoridad los jefes firmantes. El conflicto estaba servido. Y como siempre, aparecería algún cretino que prendería la hoguera.
Estamos en agosto de 1855, y la senda de Oregón estaba más transitada que la A-6 en viernes por la tarde. Los Sioux no estaban muy felices que digamos, ni tampoco los colonos. A eso añadirle que el ejército de los EEUU de la época era realmente ridículo, y no podía garantizar muchas cosas, y menos en las grandes llanuras. Así que los Sioux, de vez en cuando, provocaban alguna estampida entre las reses de los colonos para quedarse con algunas cabezas de ganado “encontradas” (a fin de cuentas lo mismo que pasó en Nuevo México y Texas años más tarde, pero eso es otra historia…); y los colonos, que las marcaban, quejándose de la actitud de los indios, pero no cortándose en absoluto en salirse de la senda, y cazando lo que les daba la gana para completar raciones…En definitiva, que ambos se puteaban siempre que podían.
Ese mes, el día 17, un guerrero miniconjou de nombre Alta Frente, se hizo de esa forma con una res de un emigrante mormón. Según unos autores era un miserable saco de huesos, y según otros todo un ejemplar de primer premio de feria ganadera. El colono se quejó al comandante de Fort Laramie, el cual, un poco cansado de tanta tontería, envió a un segundo teniente, de nombre John L. Grattan a pedir una compensación. Fue el peor error de su carrera, pues envió al mayor de los idiotas…
El teniente Grattan, junto con veintinueve soldados de caballería, se acercó el día 19 de agosto al campamento del jefe Oso Conquistador, un Brulé. El pobre tenía un buen marrón entre manos, pues Frente Alta, no era de los suyos, sino un pariente lejano, que con otros había venido a una cacería de búfalos. Así, que se guardó la mala leche, y ofreció al teniente Grattan, para el colono, y como compensación, un excelente pony indio. Era un trato magnífico, que de haber estado el mormón presente, lo hubiese aceptado sin dudar…pero el teniente era un absoluto idiota, y nunca se puede subestimar el poder de un tonto con un cargo…
Se empeñó en detener a Frente Alta, y llevarlo a Fort Laramie para castigarlo sumariamente. Y ahí se estaba pasando varios Tipis…Insistió, se pudo chulo, ofendió a los indios, intentó detener a Oso Conquistador…y uno de sus soldados, al parecer, de forma accidental, le descerrajó un tiro en el pecho hiriéndolo mortalmente. Este tipo de sucesos, como veremos, sería un denominador común de las guerras Sioux. Desde luego que a Grattan y a sus hombres, los Sioux, se los cargaron, encolerizados, en cuestión de minutos.
Placa conmemorativa del evento.

Por supuesto que el US Army no se podía permitir tal hecho sin venganza (otra constante de las guerras Sioux), así que despacharon a un jefe bien bravo y experto a Fort Laramie desde Nebraska: el brigadier William S. Harney. Con una fuerza de 600 hombres, persiguió el campamento de Pequeño Trueno (el sucesor de Oso Conquistador) hasta lograr arrinconarlo en Blue Water Creek, cerca de la localidad actual de Ash Hollow, Nebraska, el 2 de septiembre de 1855. Los Sioux intentaron negociar, mientras preparaban una exfiltración de todo el poblado. Mientras ésta tenía lugar, el día 3, Harney se dio cuenta del juego de los Sioux, y ordenó un ataque general, que superó la valerosa acción de retaguardia de los guerreros indios. El coste fue alto: 85 Sioux muertos, 70 mujeres y niños capturados. Por el lado de la caballería, 5 muertos y siete heridos. Aún así, 250 indios lograron escapar.

General William S. Harney
Harney, aprovechó para apretarle las tuercas no sólo a los Sioux, sino al resto de los indios del territorio, con el fin de garantizar la seguridad de la Senda de Oregón. El problema, es que muchos Sioux huyeron ante tales amenazas, entrando en el territorio de los Crows, en los grandes terrenos de caza de Powder River.
El escenario, para tragedias y conflictos futuros más violentos estaba dispuesto…

 
La Senda de Oregón

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