Pocos
temas hay que susciten tanta curiosidad y a la vez polémica, como es el caso
del uso de vehículos experimentales por parte de los alemanes durante la
segunda guerra mundial. Del Maus a la
serie E, sin olvidar los muy diversos intentos de integrar ciertas armas en
chasis de vehículos ya existentes.
Y
una de ellas es la de dos vehículos, que combatieron, en muy escaso número, y
con un origen tan opuesto. Hablamos del Dicker
Max (el gordo Max) y del Sturer
Emil (Emil
el obstinado).
El
origen del Dicker Max comienza a principios de 1940, cuando los
alemanes se plantean la posibilidad de tener que realizar asaltos directos a
las casamatas de la linea Maginot francesa. Y al igual que otros
ejércitos más tarde, como fue el caso de los americanos en el pacífico central,
o de los ingleses en Birmania, advirtieron la insuficiencia de los cañones
montados en carros ya existentes. Los americanos tuvieron mucha suerte: cuando
se enfrentaron al problema ya tenían disponibles una serie de piezas
autopropulsadas que podían batir en tiro directo, y desde buena distancia a las
fortificaciones enemigas. Ejemplos clásicos fue el uso de los M7 Priest GMC en Filipinas o del más potente aún,
M12 GMC contra los búnkeres de la línea Sigfrido.
Los
alemanes tenían el problema que la única pieza de mención similar que tenían, y
en escaso número, era el sIG33 (Sf) auf
Panzerkampfwagen I, un obús de
infantería de 150 mm, sobre chasis del Panzer I. más que un cañón autopropulsado, era
una pieza de artillería directamente colocada sobre un vehículo pequeño y que
ofrecía pocas prestaciones por la gran sobrecarga que ocasionaba sobre el
mismo. Además, el tiro curvo de la misma no permitía alcanzar con eficacia las
aspilleras, y su alcance tampoco era gran cosa.
Así
se diseño, desde cero un vehículo nuevo. Usando el bien probado chasis del Panzer IV Ausf
E, se montó sobre el mismo, en reducto blindado abierto por arriba, el bien
probado cañón K18 de 105 mm. De tiro
tenso y buen alcance, parecía ser la respuesta a las necesidades planteadas. Se
fabricaron dos ejemplares que recibieron la denominación de 10.5 cm K gepanzerte
Selbstfahrlafette. Pero cuando
estaban listos, Francia ya había caído, así que entraron en batalla durante la
operación Barbarroja, a partir de junio
de 1941.
Ambos
ejemplares se portaron bien en combate, batiendo con eficacia fortificaciones
soviéticas. Pero además, demostraron su valía al enfrentarse a los
sensacionales carros rusos de la serie KV y T-34, encontrando así, al igual que
el StuG III, una nueva utilidad como cazadores
de carros.
Al
final de 1941, sólo quedaba uno de ellos, pues el otro se había perdido debido
a un incendio accidental que hizo detonar su munición. Aunque viendo las fotos
del mismo, personalmente me pregunto, si no tendría también algo que ver una
mina antitanque…el otro, seguiría en el frente del este, dentro de las filas
del Panzerjager Abteilung 521, junto con dos nuevos amigos.
Pero de eso, ya volveremos a hablar un poquito
más tarde.
El
Dicker Max
pesaba unas 22 toneladas, y tuvo el problema de que durante su desarrollo, el Maybach V12 H120, fue cambiado por el más
ligero y menos potente V6 HL66-P. El
blindaje asimismo se redujo: a 50 mm al
15º en el glacis, y 20 mm verticales en
los laterales. Las prestaciones eran escasas: con 27 km/h de velocidad máxima, y una relación de
potencia / peso de 8,2 CV por tonelada. El cañón podía girar 8º a izquierda y 8º
derecha, con unos 10º de elevación y unos 15º de depresión. Se le dotó de las
siguientes miras: la sfl ZF 1A para el
artillero, una binocular TSF para el comandante, y cada cargador disponía de
binoculares pivotantes Scherenfernrohr. Como curiosidad mencionar que tenía, aparentemente visto desde fuera,
dos puestos de pilotaje del conductor, uno real y el otro falso. Y ambos
cargadores disponían de pequeñas cabinas blindadas para resguardarse del fuego
de armas portátiles.
A
pesar de su excelente cañón, informes operacionales se quejaban que cada
disparo levantaba muchísimo polvo, y era difícil observar el impacto desde el
vehículo (algo muy normal en cañones de gran calibre, y que aquejaba al Tiger,
a la serie IS, al Firefly…) . Que el movimiento del cañón era muy limitado
(lógico si tienes un blindado que tiene 35º de movimiento transverso, pero
difícil de admitir más arriba si el StuG III tiene 12º a cada lado), y que para
encarar el blanco había que girar el casco (extraña queja de una unidad dotada
con Panzerjäger I). Finalmente el informe concluía que con el PaK 40 de 75 mm,
los de 75 mm L/46 y L/48 que se comenzaban a montar en el Panzer IV, y los
cañones de 88 mm se podía luchar perfectamente contra la amenaza de los carros
de combate soviéticos.
La
historia del otro protagonista es bien diferente. Ya desde 1938 – 1939 se
hablaba de un super – panzerjäger con un cañón tan monstruoso que
fuese capaz de aniquilar cualquier blindado que, incluso, todavía estuviese en
las mesas de diseño de los posibles enemigos de la Alemania Nazi. Pero llegado
el verano de 1941, y con la aparición del T-34 y KV-1, y no precisamente en
pequeñas cantidades, la urgencia, casi pánico, fue aún mayor ¿Qué más, tenían
los rusos preparado para su despliegue? Así que había que construir un
vehículo, y aprisa… y la mejor manera de hacerlo siempre ha sido echar mano de
lo que ya existe. Y aquí es donde el proyecto comenzó a hacer aguas.
Del
proyecto de un nuevo carro pesado, que daría al final sus frutos en forma del Tiger I, había ciertos, digamos, “desechos” en
su evolución. Y concretamente cuatro chasis del proyecto VK3001 de la Henschel. Habían demostrado ser de potencia
escasa y suspensión endeble, además de dar problemas su transmisión, y eso en
los dos cascos que no montaban los contrapesos que simulaban la torreta…y a ese
desastre se le colocó el cañón antitanque (o con posibilidades de) más potente
que había. Si el Flak 18 de 88 mm había demostrado su gran valía, que mejor
manera que montar el Flak 40 de 128 mm con unas 7,8 toneladas de peso, y ver las
posibilidades de fabricarlo como cañón anticarro. El casco, para acomodarlo se
alargó, con una nueva pareja de ruedas a cada lado del en el tren de rodaje. Y
como se aprendería luego (lección que no parecieron aprender jamás los
diseñadores británicos), cuando se alarga el casco para acomodar más peso sin
ensancharlo, no terminas de resolver el problema y creas otros nuevos.
La
Luftwaffe puso el grito en el cielo…el Flak
40 de la Rheinmetall era la joya de su
arsenal, eficaz y con buenas prestaciones. E indispensable para la defensa del Reich, y más aún, con la escalada de ataques
del Bomber Command de la RAF. Era lento de fabricar y
caro, y por supuesto que no pensaban compartir su juguete estrella. Así que
pusieron trabas en el proyecto, todo lo que pudieron.
A
pesar de todo, se fabricaron dos ejemplares, denominados como 12.8 cm Selbstfahrlafette
auf VK3001(H)
o más abreviado, Pz.Sfl.
V (Panzerselbstfahrlafette V).
El peso se fue a las 35 toneladas, y las prestaciones muy mediocres, con una
velocidad máxima de 25 km/h y una
relación peso potencia de 8,57 CV por tonelada (poco más podía dar el motor
Maybach HL 116S de 310 CV). Las dimensiones, enormes: 9,7 metros de largo, 3,16
metros de ancho y 2,7 m de alto. Basta con ver una foto con sus tripulantes
para darse cuenta de la envergadura del blindado. El complemento de miras (a
fin de cuentas montaban casi las mismas que le StuG III Auf E) y radio, muy
similar al del Dicker Max, y los tripulantes, los mismos, cinco. La
movilidad del cañón era de 7º a la derecha y 5º a la izquierda, pero con una
respetable depresión de – 15º. Y por supuesto, ambos prototipos, se los encasquetaron,
a tiempo de participar en la ofensiva de primavera de 1942, el plan Blau, al Panzerjäger
Abteilung 521, que seguían con sus Panzerjager I (a estas alturas, con “esto”
todavía, en el frente del Este, dice mucho de la imprevisión y desorganización de
la industria alemana de guerra de esos años) y su único Dicker Max,
al que llamaban Brummbaer.
De
donde salió lo del nombre de Sturer Emil, sigue siendo uno de los grandes
misterios. La denominación oficial era la anteriormente descrita, y en el PzJg Abt
521 se les llamó Max y Moritz, que eran dos personajes infantiles, de
una historia escrita en verso e ilustrada, publicada por Wilhelm Busch
en 1865, y muy popular en Alemania. Narra las andanzas de dos niños bien
traviesos, que al final son víctimas de sus propias travesuras. Pero lo del
origen de “Emil el obstinado”…sólo
conjeturas.
En
servicio, dieron los mismos problemas y alegrías que el Dicker Max.
Poca movilidad, problemas mecánicos, piezas de repuesto que tenían que superar
una aventura logística…y un cañón preciso y descomunal, con una gran precisión.
Se habla incluso que logró la destrucción de un KV-1 (otros citan a un T-34) a
unos 4500 metros. Me permito dudarlo…es posible que se lograse en alguna
prueba, pero en una situación de combate, con humo, polvo de los vehículos, el
miedo y adrenalina propios de la situación, y una mira óptica de tres aumentos
(y 8º de campo)…es el disparo, no del año, sino del milenio. Para comprar
lotería ese mismo día, vamos.
Para
noviembre de 1942, en el PzJg Abt 521 ya sólo quedaba uno de ellos en
activo, al parecer Moritz. Brummbaer ya no estaba en los registros (no se
sabe a ciencia cierta su destino final), y de Max
se especula que fue destruido en combate. Y lo peor de todo: el batallón estaba
cercado con el 6º ejército en Stalingrado.
Lo más seguro, es que debido a la necesidad de constante atención que requería
este vehículo, dejase de funcionar rápidamente, y fuese así aparcado en un
depósito con otros vehículos blindados. Y allí, en enero de 1943, fue donde lo
encontraron los soviéticos, con 21 marcas de blindados
destruidos pintadas, que quedaron encantados de poder tener entre las
manos un ejemplar del cañón antitanque alemán más potente…
Hoy
en día, dicho Pz.Sfl.
V se conserva, para su exhibición, en el excelente museo de blindados
de Kubinka, cerca de Moscú.
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