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martes, 13 de agosto de 2013

EL VERDADERO DUELO EN EL ATLÁNTICO



Si entre aficionados a la historia militar se pregunta cuál es el mejor film del subgénero bélico de submarinos, la respuesta será prácticamente unánime: Das Boot, El Submarino, la genial obra de Wolfgang Petersen de 1981.  Pero ya elegir el segundo puesto es más peliagudo. Aquí hay un gran número de respuestas, como Marea Roja, Torpedo  (en original Run Silent, Run Deep, de Clark Gable y Burt Lancaster), La Caza del Octubre Rojo, y hasta he conocido (que hay de todo) a cierta gente que defiende U-571…ver para creer…


Sin embargo, entre las “nominables” siempre hay una, la genial Duelo en el Atlántico (su título original era The Enemy Below), de 1957. Protagonizada por Robert Mitchum y Curt Jürgens, narra la historia del enfrentamiento de un destructor de escolta, el USS Haynes con un U-boote  (cuyo numeral no es mostrado en la película). No creo que revele a estas alturas a nadie el final de la cinta al rememorar la escena final en la que el destructor, seriamente dañado, embiste al submarino, yéndose ambos barcos al fondo. Sólo comentar que en la novela original, el destructor era inglés, y que en el final, el capitán del mismo, se acaba peleando con el capitán del submarino en la balsa salvavidas.



Sin embargo, es poco conocido, incluso entre los aficionados a la historia militar, que tanto la película como la novela están basados en un hecho bien real…

Estamos en octubre de 1943. Las duras batallas del verano en el Atlántico Norte han decantado el fiel de la caprichosa balanza de la victoria hacia el lado aliado, pero con la invasión de Francia en ciernes, el esfuerzo del arma submarina de la Kriegsmarine está siendo máximo. El Almirante Doenitz, conocedor de que sus submarinos están siendo derrotados, está intentado ganar tiempo para evitar al máximo posible la invasión, y a la vez, mantener cierto nivel operacional a la espera de la entrada de servicio de nuevas tecnologías y avanzados submarinos.

Karl Dönitz

Por el lado aliado, mantener abiertas las comunicaciones en el Atlántico es vital para garantizar el adecuado nivel de fuerzas y suministros previos a la operación Overlord. Y aquí entra el primer protagonista de la historia: el DD-215, de nombre USS Borie. Se trata de un viejo destructor Four Pipers de la clase Clemson, que se remonta a la primera guerra mundial. Y desde luego, como buque de escolta antisubmarino tiene sus serias limitaciones…

USS Borie.

Los británicos, gracias a 50 unidades cedidas antes de diciembre de 1941 en virtud de los acuerdos de préstamo y arriendo, fueron de los primeros en ver sus carencias en las derrotas atlánticas. Denominados como clase Town, se les tuvo que modificar extensamente en armamento, maquinarias, depósitos de combustible y calderas para lograr un resultado aceptable. Hay una curiosa historia que narra la jocosa carta de un mando de la Royal Navy al agregado naval americano en Londres. Cuando a esos barcos se les estaba reacondicionando, era un secreto a voces que iban destinados a los británicos. Así que los obreros de los astilleros y miembros de la US Navy, sabedores del racionamiento en las islas, y a expensas de su propio bolsillo, decidieron llenar hasta los topes los barcos de cigarrillos, comida, medicamentes y ropa de abrigo. Dicho mando, que participaba en las  ingentes tareas de modificación de los citados escoltas, le dijo que si bien lo de la comida no tenía arreglo; si sustituyendo los cartones de Marlboro que se habían fumado por unos de Dunhill, les podían devolver los destructores…

Recién recibido en 1940... HMS Chelsea, sin modificar.

Y la modificación completa: HMS Clare. No todos serían modificados de forma tan extensa.
Los americanos, dada la gran necesidad de este tipo de barcos que tenían, al combatir en dos océanos, los pusieron, pese a sus limitaciones, en servicio. El USS Borie, así, empezó a realizar tareas antisubmarinas, principalmente en el Mar Caribe. A mediados  de 1942, entró en astilleros para ser modificado, pero al contrario que sus homólogos británicos, fueron poco profundas. Los ingleses, en su nivel máximo de conversión, retiraban dos calderas, y una o dos chimeneas, colocaban tanques de combustible mayores; creaban pañoles más amplios para llevar muchas más cargas de profundidad, y hacían una revisión importante del armamento, quitando casi todos los cañones principales, y casi todos los tubos lanzatorpedos.

Al USS Borie le quitaron una caldera, pero ninguna chimenea. Asimismo, le retiraron las dos bancadas triples de tubos lanzatorpedos que estaban más a popa, dejando otras dos. En su lugar colocaron dos cañones Oerlikon de 20 mm. Asimismo, en una plataforma en el centro del barco, pusieron otros dos cañones (cada uno a una banda) y un proyector. Le aumentaron discretamente el tamaño del pañol de las cargas de profundidad, pero le dejaron su armamento principal intacto. Eso sí, colocando en los montajes 3 y 4 (a babor y estribor del puente) sendos cañones AA de 20 mm (que debían ser bien incómodos de operar al estar tan cerca de las piezas de 102 mm).


No me ha sido posible encontrar una foto del USS Borie con las modificaciones referidas. Así, que toca coger ejemplo del modelismo. En este caso, por el magnífico modelista Christian Bruer (tomado de la página www.modellversium.de).

El otro protagonista de la historia es el submarino alemán U-405, de la clase VII-c. Hablando con propiedad, deberíamos decir sumergible y no submarino, pues su diseño, derivado de la puesta al día de la clase UB-III de 1917, se pensaba más en su uso, tanto en navegación como en ataque, en superficie, que debajo de ella.

UB-III de 1917.

A pesar de que su diseño partía del ya mencionado UB-III, los adelantos de entreguerras se habían aplicado con esmero, resultando unas unidades bien resistentes y útiles. Sin embargo, para 1943, estaban ya francamente obsoletas. Pensadas para ser fabricadas rápidamente, como una forma inicial de lograr un arma submarina de entidad, tuvieron que servir durante toda la guerra, a pesar de estar ya totalmente superadas por las contramedidas y tácticas aliadas. El precio lo pagarían sus tripulaciones, muriendo casi 30.000 de los 40.000 tripulantes de los mismos.

La única modificación de mención del U-405 había sido en su exterior. El cañón de 88 mm y 45 calibres, había sido desmontado por ser su uso un auténtico suicidio, ante la proliferación de buques de escolta y aviones antisubmarinos aliados. Para luchar contra éstos últimos, y más aún en el peligroso tránsito de ida o vuelta a las bases de la Francia ocupada por el golfo de Vizcaya, la parte posterior de la vela había sido ampliada para contener, dos montajes dobles de 2 cm c/38 en una terraza superior, y un Flakvierling 38, cuádruple de 20 mm, en la inferior.


En octubre de 1943, estaba asignado a la 6ª Flotilla con base en Saint Nazaire, y ese mes, patrullaba el Atlántico integrado en la manada de lobos Sigfried 1, junto con los U-212, U-231, U-608, U-967 y el U-969. Por su parte, el USS Borie estaba asignado al Task Group 21.14, modelado alrededor del portaaviones de escolta USS Card (CVE-11, de la exitosa clase Bogue), junto con los destructores USS Goff y USS Barry, también viejos Clemson modificados someramente.

USS Card.

Dichos grupos funcionaban como Hunters Killers, es decir, sin estar atados a la escolta de un convoy determinado. Así que una vez detectado un sumergible alemán, podían perseguirlo sin descanso, hasta su hundimiento. Muy pocos U-boote que se dieron de bruces con grupos semejantes escaparon con vida…Como es lógico, el activo más importante era el pequeño portaaviones de escolta, y el hecho que en la escolta de éste estuviesen destructores tan viejos como estos tres, revela, que pese al auge de la construcción naval, la US Navy precisaba las unidades más modernas y capaces en otros lugares. El TG 21.14 sería de los grupos más exitosos, y en sus tres cruceros de guerra lograría hundir cerca de 11 submarinos alemanes.

El USS Card en Saigon en 1964, como transporte de aeronaves...

Y no me resisto a contar la anécdota: allí fue el último portaaviones hundido por acción del enemigo. Zapadores del Vietcong (uno de ellos llamado Lam Son Nao) lo minaron el 2 de julio de 1964. Los seis metros de profundidad evitaron una pérdida completa.


El 31 de octubre de 1943, sobre las 19:56 horas, los operadores de sonar del USS Borie lograron un contacto con un submarino que resultó ser el U-205. Había mal tiempo, era ya de noche, y sin apoyo aéreo comenzaron a atacarlo con cargas de profundidad. Recibió tanto daño, que el capitán del USS Borie, Charles H. Hutchins, pensó en que lo había hundido, y así lo señaló a su oficial superior, el capitán del USS Card, Arnold J. Isbell. En realidad, el U-205 volvería a su base, pero severamente dañado.

Arnold J. Isbell.

Ya de madrugada, del 1 de noviembre, sobre las 1:53 horas, el radar adquirió otro sumergible, esta vez, el U-405. Comenzó una rápida aproximación, hasta que estando a dos kilómetros y medio, se perdió el contacto; readquirido poco después por los operadores del Sonar. Obtenida solución de tiro y posición adecuada, el USS Borie comenzó a martirizar a su enemigo con las consabidas cargas de profundidad, con tanto éxito que a la segunda pasada, y para gran sorpresa, el U-405 emergió a menos de 360 metros de la amura de babor.


Arriba, el HMS Churchill. Abajo, foto de la popa, con cañón de 102 mm. Ambas fotos muestran uno de los defectos de un Four Pipers como escolta antisubmarino: su escaso espacio en esa parte para manejar cargas de profundidad.

Rápidamente comenzó a atacarlo con sus cañones de 102 mm y de 20 mm. Una de las grandes sorpresas que se llevaban los capitanes de los escoltas que atacaban al cañón a un U-boote emergido eran el ínfimo blanco que presentaban y la extraordinaria resistencia de su casco. Los cañones más habituales que montaban los escoltas, de 102 mm o 76 mm, lograban causar daños importantes o críticos sólo tras numerosos impactos. Los americanos, armarían más tarde sus destructores de escolta con dos piezas simples de 127 mm con mejores resultados. 

Los británicos, por su parte, verían que parte del problema radicaba en la pésima balística y pérdida de energía que experimentaban los proyectiles la impactar en el agua (y así era preciso si se intentaba alcanzar las partes más vitales de un submarino emergido), lo que combinado a la extraordinaria resistencia del casco de los submarinos germanos, exigía un número de impactos muy superiores a los previstos inicialmente. Su respuesta fue desarrollar proyectiles nuevos para los cañones de 102 mm, llamados Sharks, con un diseño especial para conservar gran parte de su energía y trayectoria al impactar en el agua. Además, contaban con una espoleta en la base, que los hacían detonar después de haber atravesado el casco y los tanques de lastre, lo que los hacía bien efectivos y letales.

Pruebas del Shark. En pruebas, durante la Operación Deadlight, después de la guerra, sólo con dos impactos se logró hundir al U-3514, del tipo XXI.

Como es de esperar el ataque al cañón fue ineficaz, y el capitán Hutchins decidió usar una técnica más tradicional, embestir, pasar a ojo, al U-405. Desde hacía casi un año, en la Royal Navy era una táctica oficialmente prohibida (aunque si un capitán de un escolta hundía así un submarino lo máximo que recibía era una severa reprimenda). El Almirantazgo había calculado que la velocidad ideal para la misma era sobre los 22 - 23 nudos, y como mínimo los 20 nudos. El problema era que la inmensa mayoría de los escoltas no daban esas velocidades. Pensados para acompañar convoyes, que daban como máximo 10 a 12 nudos, se daba preferencia a la autonomía sobre la velocidad. Además, tras un ataque con cargas de profundidad, que para no perder el contacto con el sonar (o ASDIC dependiendo de vuestra marina) se hacía a velocidades relativamente bajas; lograr, en pocos minutos, contra los maniobrables U boote dichas velocidades era casi imposible. Menos de 20 nudos no causaba suficientes daños para asegurar el hundimiento, pero más de 25 era peligroso. Con mayores velocidades, el destructor pasaba literalmente por encima, dañando de gravedad casco, máquinas y más sistemas vitales del barco. 


Un ataque exitoso significaba, aunque se hiciese a la velocidad correcta, cerca de tres meses de dique seco. Y ante la escasez de escoltas y tripulaciones entrenadas, los aliados no se podían permitir ese lujo. La prohibición definitiva vino en marzo de 1943. el día 9 de dicho mes, el destructor HMS Harvester embistió y hundió al U-444, durante las desesperadas batallas del convoy HX-228. Su capitán, Harry Tait Lo realizó a demasiada velocidad, dañando seriamente el inferior del casco del navío, y dejándolo con una velocidad máxima de 9 nudos. Dos días más tarde, pocas horas después de haber perdido la única hélice que le funcionaba, lo encontró el U-432, que lo torpedeó a placer, hundiéndolo con la pérdida de siete oficiales (entre ellos el capitán) y 175 marineros, (la tripulación nominal de 145 estaba aumentada por los 50 supervivientes del carguero William C. Gorgas y uno del U-444, de los cuales murieron 39). La corbeta francesa Aconit (una de las nueve clase Flower cedidas a los franceses libres), logró recoger a los escasos supervivientes, para posteriormente lograr hundir al U-432 (curiosamente, también a la embestida).

El infortunado HMS Harvester.

La corbeta Francesa Aconite, presentando el aspecto habitual de toda Flower al volver del Atlántico...

Se había perdido un barco bien valioso, recientemente reformado con los equipos más modernos y con un capitán y una tripulación con gran experiencia en tareas de escolta en los accesos occidentales.

Sin embargo en la US Navy dicha prohibición no estaba en vigor, por lo que el capitán Hutchins, ante el gran manejo del sumergible realizado por su comandante, el Korvettenkapittän Rolf Heinrich – Hoffman, y la ineficacia de su artillería, decide proceder a pasarlo a ojo. Llevan ya veinte minutos de duro combate y maniobras, y por fin, parece que va a cazar a su presa.

Pero ocurren dos cosas: la primera que su velocidad es ligeramente superior a los 25 nudos, con todo lo que comporta. Y lo segundo, que Hoffman, en el último momento logra una última maniobra, que pone la amura de estribor en unos 25º – 30º respecto a la proa del destructor. El impacto es terrible, y como es de esperar, gran parte de la proa queda montada en la proa del submarino.

Y ocurre lo impensable, lo que no había ocurrido ni durante la Primera Guerra Mundial ni durante la Segunda: la tripulación del U-405, para gran sorpresa, decide tomar el USS Borie al abordaje…

Visión artística del combate entre ambos.

La situación para la tripulación norteamericana es complicada. De entrada, los destructores del periodo, en el Atlántico, no solían llevar muchas armas cortas. Unos cuantos fusiles, algunas escopetas y subfusiles, y no muchas pistolas. Sólo se usaban para tareas de vigilancia o para armar a trozos de abordaje, y desde luego sufrir uno no entraba dentro de lo posible. Bueno, no para la marina, pero sí para el oficial ejecutivo del Borie, el teniente P. B. Brown, que unos días antes (el 27 de octubre concretamente) había ordenado y dirigido (para gran burla a sus espaldas, me imagino) un ejercicio ante dicha posibilidad.

Pero hay más complicaciones. Al quedar la proa elevada, los montajes de 102 mm no tienen depresión suficiente para alcanzar al sumergible, ni tampoco el 20 mm que está junto al montaje del cañón principal nº 2 (el situado a babor del puente). Pero el montaje de estribor doble de 2 cm de la vela del submarino y el cuádruple de 20 mm del wintergarten, sí que pueden alcanzar gran parte del navío. Además, en dicha vela, hay soportes para montar dos ametralladoras MG-34 (no MG-42 como veréis en internet) en cada banda, y esa potencia de fuego sí que puede resultar decisiva. Así que con las escasas armas individuales que llevan en el submarino, cuchillos, llaves, martillos y los puños desnudos, los alemanes se lanzan al asalto.

Siempre útiles a bordo...escopeta Winchester mod 1897 Trench Gun.

Pero hay dos piezas que sí pueden alcanzar al submarino. Se trata del Oerlikon de 20 mm situado en la parte de babor de la nueva estructura montada (montaje AA nº 3); y también el Oerlikon que sustituía al montaje triple de tubos lanzatorpedos de más a popa de babor (montaje AA nº 4). No pararán de disparar en todo el encuentro, ayudados sus sirvientes por el resto de los artilleros de la zona, conscientes todos que su fuego sostenido impide usar sus armas a los alemanes. Y sin olvidar a los sirvientes del proyector, que se mantendrán en su puesto, iluminando el blanco sin cesar.

Cañón Oerlikon AA de 20 mm.


Internet, y la Wikipedia, fuente inagotable de conocimientos, bastantes de ellos erróneos, calca aquí el informe de Hutchins. En él se dice que un impacto de 102 mm acabó con el cañón de 88 mm y sus sirvientes, mientras que otras páginas dicen que el fuego de los Oerlikon impidió su uso. Difícil ambas posibilidades, pues como sabemos, desde hacía meses no lo portaba ya. Asimismo, se comenta el intento de uso de un montaje cuádruple “de ametralladoras”, que algunas páginas convierten en montaje de MG-42s…no existió montaje similar en los U Boote, siendo, con gran seguridad el ya mencionado Flakvierling. No pudo ser usado gracias a la labor de esos dos Oerlikon, pero de haber comenzado a disparar, hubiese causado daños bien severos.

Cómo sería realmente la vela del U-405, con la modificación Turm 4. Según orden del BdU (es decir del comandante en jefe) de fecha 29 de junio de 1943, todo submarino que saliera de patrulla y pasara por el Golfo de Vizcaya debía llevar, obligatoriamente, dicha modificación. Compárese con la visión del artista, antes mostrada... 

La lucha en el castillo de proa es desesperada. Los sirvientes del cañón nº 1 reciben la carga inicial, no cediendo gracias a que son reforzados por otros marineros, en especial los de la cocina, que vienen armados de cuchillos y hachas. Un par de subfusiles Thompson  han llegado al puente, y a pesar de no contar con mucha munición, mantendrán desde allí, en las manos de Brown y un señalero, un fuego continuado sobre la vela del submarino. Y habrá sucesos curiosos, como por ejemplo el tripulante alemán que será herido en el estómago por un cuchillo lanzado por el marinero David F. Souhtwick, o el que será lanzado al agua tras ser alcanzado por la vaina de un proyectil de 102 mm, lanzado desde el montaje nº 2 a la cubierta del sumergible, por parte del artillero Walter Kurz.

Subfusil Thompson mod 1928.

A todos los participantes les parecerá que lucharon varias horas, cuando el intento de abordaje no dura más allá de 15 minutos. Al final, ambos contendientes logran separarse, y continúa, pese a los graves daños que presentan, la persecución. El USS Borie está bien dañado en proa y en la parte de babor, y además, sus salas de máquinas se están inundando con rapidez. Aquí, las rápidas decisiones del Jefe de máquinas, el teniente M.R. Brown, serán fundamentales para lograr que el destructor siga navegando. Auxiliado por los marineros W.J. Green y M.J. Panota, logrará mantener en funcionamiento la propulsión, pese a estar manejando las máquinas con el agua casi llegando al cuello. El maquinista Irving Baum, llegará incluso a estar sumergiéndose constantemente para manejar las válvulas de las mismas, y poder así mantener al destructor en movimiento. El capitán Hutchins, en su informe posterior, hablará que habían abatido cerca de 39 alemanes.

No dura mucho la persecución. El fuego de artillería sigue sin ser muy eficaz e incluso se intenta torpedear a quemarropa al U-405, sin resultados. Pero en un momento dado, los cañones K de babor logran lanzar una salva de varias cargas de profundidad, con la espoleta puesta a menos de 10 metros, destrozando el casco del germano.

Cañón K lanzacargas.

Es suficiente castigo ya, y el U-405 se comienza a hundir con rapidez. Un grupo de unos 10 supervivientes (15 dirá el capitán), logran subirse a una balsa, y el destructor acude a su rescate. Y ocurre, quizás, lo más oscuro de dicha noche. El capitán Hutchins asegurará (apoyado por sus hombres) que los alemanes lanzan una serie de bengalas, que son respondidas por otro barco, posiblemente otro submarino. A continuación, un vigía informa de una estela de torpedo, justo cuando el operador de sonar, Lerten V. Kent informa de que se aproxima un torpedo en la demora 220. El USS Borie maniobra violentamente en esa dirección, para esquivar la amenaza. No volverán a ver a los supervivientes del submarino, y el capitán admitirá que posiblemente la maniobra del barco volcó su precaria balsa…

¿Cuál era ese sumergible? El único hundido en esa zona esos días fue el U-405; y todos los demás, que estaban por el lugar, volvieron a la base. En el cuaderno de bitácora de ninguno de ellos se mencionaba incidente alguno con bengalas de señales ni tampoco haber intentado torpedear a un destructor. Es muy posible, que la excitación del combate, propiciase que se confundiera cualquier destello con una respuesta a dichas bengalas, y no era raro tampoco, en mal tiempo, y con un casco y un equipo dañado, que un ruido parásito se confundiese con un posible torpedo. El resultado del incidente fue que no habría supervivientes entre los 49 valerosos tripulantes del U-405.

Pero la lucha de los marineros y oficiales del USS Borie no ha terminado. El destructor está destrozado, y poco a poco, la inundación de las salas de máquinas le va dejando sin velocidad en unas aguas infestadas por submarinos enemigos. Repetir el destino del HMS Harvester comienza a ser bien posible.

Durante toda esa noche, lucharían para salvar su navío. Y el tiempo no acompañaba: lluvia, viento, olas de más de 4 metros y escasa visibilidad. Se desharían de todo lo posible para aumentar flotabilidad: muebles, montajes de armas, municiones. Arrojarían por la borda los torpedos y cargas de profundidad restantes, y toda la munición, excepto una pequeña reserva de proyectiles para las piezas de 102 mm, sólo diez para cada una. Los últimos cartuchos de El Álamo, si así tercia la suerte. 

También está averiada la radio. No reciben, y no sabe si sus emisiones son captadas en el resto del TG21.14. Pero sí que les han captado, y saben de su desesperada situación. Y el Capitán Isbell lanza un órdago a la grande: ordena que el USS Goff y el USS Barry acudan a revientacalderas a auxiliar al USS Borie; mientras él acude, a mucha menor velocidad con el USS Card. Se la ha jugado a base de bien, pues su barco no deja de ser un mercante lleno de combustible de aviación y municiones, que como máximo se mueve a unos 16 nudos. Es un blanco perfecto para todo U Boote que se cruce en su camino. Lo sabe perfectamente, pero si ese destructor se hunde, con esa mar, sus tripulantes no sobrevivirán.

El Borie será encontrado sobre las 16:00 horas, y media hora después, con gran pena de Hutchins, se ordenará el abandon ship. Las máquinas casi inundadas, está usando fuel contaminado con agua de mar de tanques dañados, el puerto más cercano, Horta en las islas Azores, está a 690 millas naúticas y el tiempo está empeorando, con olas ya de casi 6 metros.

El USS Borie se hunde...

Hasta el momento, no ha habido ni una sola baja mortal en el destructor pero el rescate va a ser un desastre. Cierto es que en esas condiciones atmosféricas es complicado, pero los tripulantes del Borie están exhaustos y ateridos y sus fuerzas están al límite. Pese a los esfuerzos de los marineros de los USS Goff y USS Barry, las frías aguas del Atlántico Norte en esa época se van a cobrar un pesado tributo: morirán 3 oficiales y 24 marineros. Y el resto sufrirán las consecuencias de la hipotermia.

Y el USS Borie rehusará hundirse…y al amanecer del 2 de noviembre seguirá a flote. Tras fallar los torpedos lanzados contra su casco, el USS Barry  le causará un incendio en el puente con disparos de 102 mm. Y ni aún así…al final, uno de los TBF Avenger del USS Card, pilotado por el teniente Melvin H. Conley del esquadrón VC-9 lo rematará con una bomba de 450 libras. Son las 9:55 horas del 2 de noviembre de 1943, y el gallardo destructor por fin encuentra su descanso eterno.

TBF Avenger.

Su nombre seguiría en otro destructor, el DD-704, de la potente clase Allen M. Summers. Se le modernizaría en 1962 con el programa FRAM II, y la US Navy lo emplearía hasta el 1 de julio de 1972. Posteriormente lo cedería a la Armada Argentina, que lo usaría hasta 1984, con el nombre del ARA Hipólito Bouchard.
ARA Hipólito Bouchard. Junto con el destructor ARA Piedra Buena, acompañaría al infortunado crucero General Belgrano en su ultima misión, en 1982, durante la Guerra de las Malvinas.

Sin embargo, el nombre de USS Borie siempre quedará ligado a su ejemplar de la clase Clemson, el protagonista de uno de los duelos más extraños e intensos de la guerra naval del siglo XX.

Supervivientes. La tripulación del USS Borie forma en la cubierta del USS Card.


miércoles, 7 de agosto de 2013

LAS GUERRAS SIOUX 6: Un desconocido río de Montana (parte 2)



Veamos ahora, de forma somera, el desarrollo de la batalla.

De entrada, el campo de batalla. Mirad hacia la mano que tenéis ahora mismo en el ratón. El gran campamento indio estaría colocado desde el lateral del índice dedo, bordeando el resto de los demás dedos. El dorso de la mano y la muñeca representaría terreno de una meseta montañosa, con quebradas que más o menos, seguirían los pliegues y uniones de los dedos.  En esa misma posición, tendrías el norte hacia la parte lateral del 5º dedo. El río Little Bighorn, bordearía la mano desde la muñeca, pasando por el lateral del pulgar, y seguiría más allá.

Little Bighorn forma parte hoy en día d ela reserva Crow. Mapa Actual.

Antes de la batalla, los exploradores Arikara y Crow habían informado a Custer de la presencia del “mayor poblado indio que jamás habían visto”. Custer, acostumbrado a que en materia de números los exploradores indios tendían a exagerar, pensó que se enfrentaba al poblado principal de los Sioux, pero ni por asomo que fuese tan enorme como resultó ser. De hecho, ni los propios Sioux habían visto una reunión semejante, pues en los últimos días, habían llegado numerosos contingentes, no sólo de Siouxs sino también de algunos Cheyennes y Kiowas. Llevaban pocos días allí, y estaban ansiosos por presentar batalla.

Los exploradores que acompañaron a Custer. Sólo Micth Bouyer moriría a su lado.

Un poblado de esas características era un gran problema para los propios indios, y no podía mantenerse mucho tiempo así. Aparte de la ausencia de un mando único establecido, las dificultades logísticas de mantener alimentados y en buenas condiciones higiénicas a un número tan alto de pobladores, estaban fuera de los conocimientos y capacidades de las tribus nativas de la época. En unos días, antiguas rencillas surgirían al calor de las molestias del hacinamiento, y acabaría todo como manada de gatos. Custer tuvo, aquí, la mala fortuna de llegar justo en el momento más inadecuado para atacarlos.


Intentando no repetir los errores de su ataque en Washita, y en especial temeroso de posibles campamentos satélites (temor que luego resultó ser infundado) que comprometiesen sus flancos y retaguardia, decidió dividir sus fuerzas; logrando así, si sus comandantes eran agresivos, dar la impresión de ser una fuerza mucho mayor que la que realmente era. Su objetivo, similar a la lucha contra los Cheyennes: dispersar el campamento indio, causar fricciones entre sus jefes, y lograr capturar o matar el máximo número de indios, no combatientes incluidos, que como hemos visto, eran el soporte logístico fundamental de toda tribu. Un ataque relámpago, bien ejecutado, podía lograr todo eso.

El ideal de un ataque a un poblado. Los indios pillados por sorpresa, sus caballos dispersados, sus mujeres e hijos capturados...

Por desgracia, Custer se enfrentaba con los Sioux Lakota, no con Cheyennes y Kiowas, y la capacidad de mando y carisma de sus jefes iban a darle la vuelta a la situación. Además, su plan se basaba en la presunción que Gibbon, Crook y Terry estarían cerca, y que su ataque los empujaría contra esas fuerzas. Pero ya hemos visto que Gibbon se movía a paso de tortuga, Crook tras el Rosebud había acampado y pedía sin parar refuerzos (tanto acamparía, que terminaría con un notorio número de casos de escorbuto entre sus fuerzas), y Terry por su inexperiencia, había metido la pata. Sin hacer caso a sus exploradores, decidió tomar la ruta más corta para reunirse con el 7º de caballería, es decir, a través del valle del Little Bighorn, en vez de ir por terreno más elevado. Dicha ruta, para los carromatos, artillería y las mulas, resultó ser mucho más complicada, y le impedirían llegar al lugar de la batalla hasta el día 27 de junio.

Dividió así su regimiento en cuatro partes, de tamaño batallón, (Benteen, como era ya costumbre, protestaría del plan): una, bajo su mando con las compañías C, E, F, I y L bajo su mando directo; las compañías A, G y M bajo el mando del mayor Marcus Reno y las compañías H, D y K bajo el mando del capitán Alfred Benteen. La compañía que queda de las doce presentes, la B, estaba bajo el mando del capitán Thomas MacDougall, y estaba encargada de escoltar los servicios sanitarios y de intendencia.

El capitán MacDougall.
Por la mañana del día 25 de junio, el avance previsto, por las dificultades de aproximación había quedado trastocado. Así, que en el plan definitivo, Custer atacaría por la meseta y las colinas, tratando de envolver al campamento y de cortar la retirada de los indios; Reno atacaría por el valle, con el Little Bighorn a su flanco derecho. Benteen, iría más atrás, con la misión de apoyar a Custer, y teniendo detrás del mismo la compañía B de MacDougall. Era un buen plan, y en otras circunstancias había y hubiese funcionado bien, pero ante el enemigo que tenían delante, iba a saltar pronto en pedazos.


El ataque de Reno fue de todo menos de tipo relámpago. Tenía experiencia en combate contra las fuerzas confederadas, pero era su primera campaña de las guerras indias e iba, al parecer, bastante asustado. Pese a su lentitud, su ataque pilló por sorpresa a los indios, que tuvieron que improvisar un defensa desesperada para ralentizarlo. Y en ese momento, al ver la agresividad y carga de los indios, perdió la concentración. De entrada ordenó, no cargar, sino desmontar, y formar una línea de tiradores. Esa táctica, contra una fuerza confederada de infantería, con las carabinas de tiro rápido que usaba la Unión era muy efectiva, pero suicida contra unos Lakota cargando a caballo…pronto su flanco izquierdo quedó rebasado, y con evidentes muestras de pánico ordenó una retirada (que aún así se realizó con buen orden) hacia el río, logrando asentar una buena posición defensiva en un claro con la ayuda de troncos caídos. Hasta entonces sus fuerzas sólo habían tenido dos muertos y varios heridos leves antes de la retirada, pero perdería otros siete más camino de dicha posición.

El mayor Marcus Reno. Su actuación fue desastrosa.

Los precisos disparos desde dicha posición comenzaron a romper la carga de los Lakota, y a causarles bajas. Era un buen lugar en el que resistir, y donde su potencia de fuego podía causar mayores bajas. Se dice que dos acontecimientos terminaron por desestabilizarlo, primero, una herida superficial en la cabeza, que le llevó el sombrero (y que reemplazó con un vistoso pañuelo rojo puesto en plan pirata), y el segundo, que poco después su cara quedó embadurnada de los restos cefálicos de uno de sus exploradores Crow, un tal Cuchillo Ensangrentado, alcanzado en la cabeza por una bala. Normalmente, los exploradores indios no solían luchar, se quedaban atrás y luego tenían derecho de saqueo, en especial de armas y caballos, sin embargo en el caso de los Crow, ancestrales enemigos de los Sioux, (que de hecho los habían echado de la región de las Black Hills) no era extraño que lucharan al lado de los soldados. Fue demasiado ya, y ahí perdió toda calma posible, pues en breves minutos comenzó a dar órdenes incoherentes y contradictorias, para poco después anunciar que la resistencia era inútil, y que todo el mundo corriese por su vida, abandonando él mismo primero la posición.

Caballería desmontada y en línea de guerrilla. La formación daba una potencia y volumen de fuego tremenda, pero mal elegido el lugar volvía muy vulnerables a los soldados.

Fue ahí donde los Sioux comenzaron a masacrar a placer a sus hombres, algunos intentando huir sin concierto, y otros abandonados en una posición cuya defensa había quedado desintegrada. La mayoría de sus soldados lograrían huir a través de la que sería conocida como Reno Creek, pero los que no acertaron con la subida correcta a la meseta, fueron cruelmente masacrados. Allí, en una colina, sus destrozas fuerzas se salvarían de la aniquilación al encontrarse con la columna de Benteen y una hora después, con la compañía de MacDougall. La situación se estabilizaría, en gran medida, gracias a los esfuerzos de la banda del regimiento, que habiendo cambiado sus instrumentos por carabinas de repetición Spencer, mantendrían un nutrido fuego de cobertura. La cuenta del carnicero era importante: 3 oficiales y 29 soldados muertos, con unos 18 desaparecidos, de un total de unos 175 soldados y oficiales.


Son las 16:20 horas, y las tropas en lo que sería conocido como Reno Hill, comienzan rápidamente a atrincherarse, cavando como buenamente pueden pozos de tirador, para resistir a los Sioux, mientras los acontecimientos comienzan a precipitarse… pero volvamos con Custer.

Custer lleva avanzando por la meseta, sin problemas, desde antes de las 15:00 horas. El terreno es de suaves colinas onduladas, con numerosos cortados que le ocultan de la vista del enemigo, pero que a la vez, le impiden ver la magnitud del poblado. Sobre las 15:15 horas, se asoma a reconocer el terreno, y desde lo que será llamada la atalaya de Custer, contempla lo enorme que es el poblado; tan grande que de hecho no lo ve entero. Manda ahí a su primer mensajero, al sargento Daniel Kanipe para azuzar el movimiento de Benteen. Poco después recibe un mensaje, a través del teniente Cook, de su jefe de exploradores, Fred Gerard, que le avisa que los indios están atacando con fuerza a Reno.

El Sargento Daniel Kanipe.

Cinco minutos después, está de nuevo al borde de la meseta, comprobando que el poblado, que sigue sin ver entero, no es que sea enorme, es que es colosal. Y ve más cosas de importancia, la primera a Reno, combatiendo, sin haberse retirado todavía (lo hará en quince minutos), y que parece tener el ataque bajo control. Y envía a un segundo mensajero, sobre las 15:20 horas, al corneta John Martin. El teniente Cook le conoce, sabe que es un buen soldado, pero que su nombre real es el de Giovanni Martino, y que es un emigrante italiano que no se maneja bien con el inglés. Rápidamente le escribe la famosa nota: Benteen, come on. Big Village. Be quick. Bring pacs. P.S. Bring pacs (Benteen, ven. Gran poblado. Sé raudo. Trae municiones. PD trae municiones”.


John Martin - Giovanni Martino, en una foto años después de la batalla.
Pero ve otra cosa de gran interés. Un buen número de no combatientes, que comienzan a desmontar tiendas y a huir en dirección NNO (a través de lo que se conocería como Squaw creek). Es la gran oportunidad, pues si logra bordear las colinas y cortarles el paso, puede desintegrar la resistencia india, y causar unas disensiones tan enormes en el campo contrario, que al igual que en Washita, hiera de muerte la resolución del enemigo.

Custer está a un paso de la victoria, que debería haber alcanzado en la siguiente media hora, pero comienzan a ocurrir muchos hechos que la van a convertir en una catástrofe. Y la primera, por parte de los Sioux. Otros indios, hubiesen presionado, y atacado en masa a Reno y Benteen, no logrando nada, pues su posición, aunque no lo parezca, es más sólida a cada minuto que pasa, y será aún más defendible cuando llegue MacDougall con las mulas (de hecho, de las grandes cajas de munición de 1000 disparos que llevan, sólo se tendrá que abrir una). Ya se ha comentado que las sociedades guerreras indias daban un gran valor a las hazañas individuales, y las destrozadas y desmoralizadas tropas de Reno parecen ser una excelente fuente de cabelleras. Pero los Lakota, son de otra pasta, y tienen la gran fortuna de contar con su mejor jefe: Caballo loco.

El gran jefe Sioux Caballo Loco.

Tiempo después, Caballo Loco comentaría que la posición del poblado en ese lugar le daba escalofríos. Se había elegido porque había agua potable en abundancia (muchos de los arroyos y ríos de la región tienen un altísimo contenido de cal, y no son apropiados ni para hombres ni para caballos) y grandes pastos, pero la meseta situada al norte permitía la aproximación por sorpresa de una importante fuerza enemiga, que no sería detectada hasta el último momento. Los indios, Sioux incluidos, eran magníficos exploradores, pero tendían a descuidar de forma criminal actividades muy necesarias pero muy ingratas como las aburridas patrullas de reconocimiento alrededor de un campamento. Una y otra vez, en las guerras indias en las Grandes Praderas, los campamentos, aunque muy difíciles de hallar por su movilidad, si eran encontrados, habitualmente eran pillados por sorpresa y sin medidas defensivas, con los lógicos resultados funestos.

Famosa fotografía de Toro Sentado.

  Algunos indios han dado reportes de posibles fuerzas de caballería en esa zona, y de hecho, un grupo de Cheyennes han intercambiado disparos con un grupo de diez soldados en uno de los accesos al valle, en el vado de Deep Coulee. Olvidad todas esas tonterías de las películas, el US Army sabía, en esa etapa, combatir perfectamente a los indios, y Caballo Loco lo sabe. Si él tuviese que atacar un poblado como el suyo, sin duda, lo haría desde esas colinas.

Así que con gran sangre fría, y pese a la amenaza de Reno primero, y el posible botín que su retirada comportaría después, mantiene bajo férreo control a lo mejor de sus fuerzas, obligándolas a realizar una ceremonia religiosa. Esos guerreros, además de la impaciencia, tuvieron que aguantar las chanzas de aquellos que partiendo a enfrentarse a Reno, se mofaban abiertamente de ellos y de su jefe.

Sobre las 16:30 H, con escasa diferencia, los dos mensajeros de Custer alcanzan a Reno y a Benteen. Boston Custer, hermano pequeño del teniente coronel, aunque es un civil, está con Benteen como guía, y obtiene permiso para ir en busca de su hermano e informarle de la situación. Al parecer, logró alcanzarle unos diez a quince minutos después, sin problema alguno por el camino.

Boston Custer, hermano pequeño del Teniente Coronel Custer.

Y su otro hermano, Thomas Custer. Los tres hermanos, George, Thomas y Boston murieron en Little Bighorn.

Es el punto decisivo de la batalla. Custer, en ese momento, probablemente dudase si no estaría mordiendo un bocado demasiado grande para sus fuerzas, y barajando una posible retirada con orden para unirse al resto de sus fuerzas. Pero la llegada de su hermano pequeño le muestra que Benteen ha recibido sus mensajes y órdenes. Que a pesar de lo que le ha ocurrido a Reno mantiene la situación bajo control, que sabe dónde está y que además le puede alcanzar sin problemas en breve. Contando con que posiblemente tenga a los soldados de Gibbon, Crook o Terry cerca; un ataque rápido y decidido puede desbaratar a los indios, pese a su inferioridad numérica. Y decide jugársela. En mi opinión, éste es su gran error, la confianza que tendrá en otros compañeros y superiores que no la merecían. Comete otro: pensar que los Sioux a los que se enfrenta reaccionarán igual que los Kiowas o Cheyennes. Y esta confianza le va a costar la vida a él y a sus hombres.

Caballo Loco, de entrada, está comenzando a aprovechar el terreno para infiltrar a un gran número de indios, que poco a poco están cercando a sus fuerzas. Pero es que además, el resto de su comando es un pandemonium. Reno sigue en shock, e incapaz de dar una sola orden coherente. Benteen, pese a su gran profesionalidad, es un manojo de nervios, y no para de rezongar sobre el avispero en el que les ha metido su odiado superior. Y toma la decisión fatídica: desobedece a Custer. Decide atrincherarse en Reno Hill, y organizar una defensa. El problema es que duda casi media hora hasta que toma una decisión, ante el monumental cabreo de sus jefes de compañía, que presionan con fuerza para ir en ayuda de Custer como la orden recibida reza. Uno de ellos, el capitán Thomas Wier, jefe de la compañía D, cansado de discutir con Benteen, se lanzará, primero con una docena de hombres y luego seguido espontáneamente por toda su compañía, a la ayuda de Custer. Pero será demasiado tarde, ya sobre las 17:20 horas, y deberá ser auxiliado por Benteen, media hora después para poder volver a Reno Hill.

El caos en Reno Hill...

El capitán Thomas Weird. Siempre consideró la actitud de Benteen como una traición...
Pero volvamos a esa media hora previa al desastre, entre las 16:30 y las 17:00 horas. Custer, coloca a sus fuerzas en una disposición claramente ofensiva, con el capitán Yates en su flanco izquierdo, y con el capitán Keogh en el derecho, llevando él mismo el centro. Cerca de las 17:00 horas, alcanzan a ver el vado norte, el lugar perfecto para envolver el poblado de forma rápida. Y en ese momento, Caballo Loco hace saltar la trampa. En cuestión de cinco minutos, las fuerzas de Yates quedan desorganizadas rompiéndose dicho flanco y retirándose con desorden sobre la retaguardia de Custer y el flanco derecho, el cual está recibiendo lo suyo. Las disposiciones de Custer quedan totalmente anuladas en otros cinco minutos más de feroz ataque, y sus fuerzas hacen lo que debe hacer una unidad de caballería ligera atrapada en una trampa: huir como sea. Sin embargo caballos y hombres están exhaustos después de días de marchas, incluso nocturnas, y los indios tienen a su favor una gran superioridad numérica y un terreno que dificulta la huida.


El capitán Miles Keogh.
El capitán George W. Yates.

Los supervivientes quedan rápidamente disgregados en varios grupos. Dos de ellos bajo el mando de Custer uno y del teniente James Calhoun (jefe de la compañía L, y cuñado de Custer) otro, lograrán tener cierta entidad, y organizar un desesperado intento de defensa, matando a sus inútiles caballos y usándolos como parapetos; táctica desesperada pero que funcionaba perfectamente…contra muchos menos indios. Serán las que se conocerán como las últimas resistencias en Calhoun Hill y la famosa Custer Hill. Los supervivientes de la primera serán aniquilados sobre las 17:20 – 17:25 horas. Los hombres de Custer sucumbirán sobre las 17:30 horas. Como vemos muy tarde ya para ser auxiliados por Weird. Yacen muertos 210 soldados y oficiales, la totalidad de los hombres de Custer, excepto los dos mensajeros y algunos exploradores Crow que habían abandonado la columna antes. Es la peor derrota del ejército ante los indios desde la de Fetterman.

El teniente James Calhoun.



Y aquí empiezan múltiples leyendas. ¿Todos muertos? ¿Seguro? Actualmente el campo de batalla es parte de la reserva Crow, y está considerado como parque nacional y protegido por las leyes al uso. Pasados los años, numerosas y bien planeadas expediciones arqueológicas han permitido una reconstrucción excelente de la batalla, aunque como es lógico, no completa. Y lo mejor, es que han permitido contrastar y validar muchos testimonios de indios que participaron en dicha batalla, y que fueron recogidos años después, y en especial el magnífico relato de un jefe Cheyenne, Caballo Rojo.

Custer Hill.


Una falsedad repetida: se dice que las lápidas es donde se encontraron los cadáveres de Custer Hill (la negra es la de George A. Custer), pero en realidad los cuerpos estaban más arriba, en terreno muy pedregoso, y se bajaron a lugar más blando para su sepelio. Ya no quedan restos allí, pues fueron retirados años más tarde. Custer, por ejemplo, está enterrado en West Point.

No sólo están las lápidas de los soldados, también los lugares donde indios notorios cayeron, están indicados. Se muestra al gran jefe Cheyenne Lame White Man, cuyas acciones contribuyeron en gran medida a la derrota de Custer. Le había jurado venganza eterna después de Washita, y el lugar donde la logró se cobró también su vida.

La arqueología ha permitido confirmar su narración de esa última media hora de las fuerzas de Custer. Asimismo, dicho jefe afirmaba que el ataque fue tan rápido y brutal que pudieron saquear gran número de municiones de carabina sin usar (lo que anula el mito de la influencia del defecto de los cartuchos del .45-70). Pero asevera también, que hubo soldados de Custer que lograron escapar a la masacre. Años después surgieron un gran número de personas que afirmaban haber sobrevivido al desastre de forma milagrosa. La investigación seria iría desmontando las burdas historias que defendían, excepto dos.

El único superviviente seguro del batallón de Custer: Comanche, la montura personal de Keogh.
 
La primera, en 1921, la de un anciano granjero de Dayton, en el estado de Washington, llamado Frank Finkel, que alegaba haberse alistado con nombre falso, y que daba detalles inquietantes del terreno y de los hechos, aunque también aportaba algunos errores. Y la segunda la del cabo John Foley, miembro de la compañía C, que parecía haber logrado evadir el cerco merced a un caballo bien veloz.

Frank Finkel.

Esta última posibilidad quedó desmontada gracias a la comprobación arqueológica de un testimonio de varios Lakotas. Un grupo de jóvenes guerreros (entre los que estaba Costilla de Tortuga) persiguieron a un soldado del 7º que estaba escapando del cerco. Estaban seguros que lo lograría, pues con sus ponies no lograban darle alcance, cuando súbitamente, bien por pánico o por haberse lesionado su caballo, el soldado sacó de improviso su revolver y se voló la tapa de los sesos. En aquellos años, entre los indios (no, como por desgracia, una década después) un suicidio semejante era un grandísimo tabú cultural, que además venía aparejado a poderosas maldiciones. De hecho, la tradición cuenta que los jóvenes guerreros que lo contemplaron, tuvieron vidas muy desgraciadas y con trágicos finales. El cadáver de John Foley, sería de los pocos que aparecerían intactos y sin saquear…

Lugar donde cayó Foley, y lo que llevaba encima y no encontraron los indios...la bandera de su compañia.

Son las 18:30 horas, y las fuerzas restantes de Reno y Benteen se aferran con desesperación al terreno en una colina olvidada. El capitán Benteen y uno de los tenientes de Reno, Thomas Henry French, se convertirán en los soportes de la resistencia de los restos del 7º de caballería. Sobrevivirán hasta la llegada de Terry el día 27 de junio. Los Sioux, considerando que arrasar esa posición tan sólida no les va a reportar nada de provecho y sí, muchas bajas inútiles, poco a poco, van abandonando el campo de batalla.

El explorador Crow Curly. Vió la batalla desde lejos, y fue el primero en informar de la suerte de Custer. La imaginación popular le convirtió en uno de los supervivientes de la batalla, hecho que siempre negó. Algunos pasajes de su vida inspiraron el personaje de Dustin Hoffmann en la película "Pequeño Gran Hombre".

Es la mayor de sus victorias, y muchos pasaran el resto del verano celebrándolo. Será su última victoria, y muchos sentirán que es el último verano que vivirán como hombres libres, disfrutando de su modo de vida tradicional.

Reno Hill resiste...

Muchas millas hacia el este, un viejo y respetado jefe Sioux, en su reserva, al oír días después las noticias de la debacle de Custer, llorará amargamente. Él conoce las grandes industrias y ciudades del este, él ha vencido antes a los poderosos Estados Unidos, él conoce de su gran potencial humano, y sabe, perfectamente, que los Sioux no serán perdonados jamás por su gran hazaña. Será un final de verano y un otoño muy amargo para el gran jefe Nube Roja.

Visión Sioux, años después, de la batalla.