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viernes, 20 de diciembre de 2013

LA CATÁSTROFE DEL C-4

Uno de los mejores recuerdos de mi infancia lo tengo en un día que pase con mis padres en la base naval de Cartagena. Aficionado ya a la historia miliar y el armamento, recuerdo con especial agrado la visita al destructor Lepanto, y con gran impresión la que realicé al submarino clase delfín S-63 Marsopa. Aun siendo chaval quedé asombrado de la complejidad de tal máquina de guerra, su aprovechamiento máximo del espacio, y fui plenamente consciente de lo exigente y peligroso que debía ser manejarlo, aún en tiempo de paz.
Y precisamente de un grave suceso acaecido en nuestra armada, en tiempos de paz, trata esta entrada.
Uno de los grandes deseos de nuestra Armada ha sido siempre contar con una competente y eficaz arma submarina. No en vano gracias a los trabajos de Narciso Monturiol e Isaac Peral fuimos pioneros en el desarrollo de tales navíos. Y una vez demostrada su gran eficacia y utilidad militar en la Primera Guerra Mundial, contar con submarinos modernos fue uno de los objetivos de los diversos gobiernos que se sucedieron en los años 20 y 30. Y tuvimos la inmensa fortuna de tener en nuestra marina de guerra a un gran, y muchas veces olvidado, almirante que impulso proyectos muy interesantes: Don Mateo García de los Reyes.
Almirante D. Mateo García de los Reyes.

           El primer proyecto dirigido a tal fin fue la clase C. se trataba de una mejora de la clase B, un proyecto Holland, construido bajo licencia de la Electric boat Co., pero con numerosa tecnología de la británica Vickers. Tenía, gracias al impulso del Almirante García de los Reyes, interesantes características como la dotación de un arma antiaérea, el tiempo acortado de inmersión o el montaje de hasta seis tubos de lanzar de 533 mm, calibre ya considerado como el más eficaz para los torpedos de un submarino…y tanto, que sigue siendo el más habitual hoy en día. Comparado con otros submarinos contemporáneos, como la clase S norteamericana o la clase U británica, resultaban ser unidades perfectamente comparables tanto en armamento como en desplazamiento, cota de inmersión o velocidad, por citar ejemplos. Y lo mejor era que se consideraban como de “transición” en espera del más ambicioso y capaz diseño de lo que sería la clase D.
HMS United, Clase U. dieron un gran servicio en el Mar Mediterráneo.
S-44 de la US Navy.

Se comenzaron a construir sobre 1923, y al empezar el tercer trimestre de 1930, ya estaban entregadas las seis unidades, que recibieron los escuetos nombres de C-1 a C-6. El C-4, por ejemplo, fue botado en Julio de 1929, y entregado a la Armada el 21 de septiembre de 1929.

Excelente infografía de la clase C. (Fuente Internet, pero proviene del tomo 18 (pag. 142) de la magnífica colección del diario El Mundo "La Guerra Civil Española")

Durante la guerra civil todos los clase B y C quedaron en manos del bando republicano (los tres D, puestos en quilla sobre 1934 estaban incompletos). Su actuación, con mucho optimismo puede ser calificada como discreta, y sus resultados decepcionantes. Muchos son los factores que se pueden enumerar. El primero la gran desconfianza entre sus mandos (algunos de los cuales eran proclives a la causa nacional y otros comenzaron a mirarla con gran simpatía tras el brutal asesinato de muchos de sus compañeros en los meses que siguieron al inicio de la guerra) y los comités revolucionarios de sus dotaciones, que conocedores de los afectos de gran parte de la oficialidad no dudaban de acusar de cobardía o traición por cualquier comportamiento que les resultase mínimamente sospechoso.


A esto unirle la pésima dirección que de tan valiosos barcos se realizó desde el bando gubernamental, con despliegues basados en motivos puramente políticos, enviados a lugares donde no existía el escalón logístico que precisan tan complicadas naves; el acabar dotándoles con capitanes soviéticos (que aparte de la barrera del idioma, añadían la “gran experiencia” que en guerra submarina poseían) o el descontrol en la gestión de sus repuestos y mantenimientos. Pese al gran valor y trabajo que desplegaron sus tripulaciones, los resultados fueron muy escasos, y unidos a la adversa la marcha de la guerra, las enormemente restrictivas reglas de enfrentamiento o que fuesen usados en tareas más propias de otros barcos como la escolta de convoyes costeros (para la que es más eficaz un bou artillado que un sumergible), no es de extrañar que su moral se resintiese de forma seria.

C-3 y C-6 de visita de cortesía en Venecia, antes de la Guerra Civil.

Las acciones del C-4 son claro reflejo de estos hechos. Enviado para impedir el paso del estrecho en agosto de 1936, no consiguió ningún resultado, lo que provocó la detención por el comité de su capitán y el primero, siendo desembarcados, y posteriormente fusilados, en Málaga. Enviado al Cantábrico en 1937, fue cañoneado y sufrió daños leves en la costa onubense durante el trayecto. Ya en el Norte, como único éxito, ciertos autores le atribuyen haber alcanzado al acorazado España con un torpedo que no detonó. Patrullas a sectores vacíos, sin apoyo adecuado ni reconocimiento aéreo competente, siempre en busca del citado acorazado y del “chulo del Cantábrico”, el crucero Almirante Cervera. Estancias en Francia para reparar daños de ataques aéreos en puerto, vuelta al Mediterráneo, más patrulla sin sentido, escoltas de convoyes, más ataques aéreos…La derrota y luego la rendición, como otras unidades de la marina republicana, en el puerto francés de Bizerta.

Foto de preguerra del crucero Almirante Cervera. Los nacionales lo usaron con gran agresividad y notable éxito.
Al final de la guerra, de los seis C, sólo quedaban tres: los C-1, C-2 y C-4. El C-3 fue hundido el 12 de diciembre de 1936 por el submarino alemán U-34; el C-5 desapareció sin dejar rastro en el Cantábrico en enero de 1937 (luego los nacionales, enterados del suceso, intentaron hacer pasar sus submarinos adquiridos en Italia durante la guerra, los General Sanjurjo y General Mola como el C-5, queriendo hacer creer que había desertado a su causa), y el C-6 gravemente dañado en el puerto de el Musel por ataques aéreos, y hundido por su dotación a 100 metros de profundidad antes de la rendición de la plaza. De los supervivientes, el C-4 era el que en mejores condiciones estaba, pues el C-1 había sido hundido por bombas de aviación el 7 de octubre de 1938, reflotado el 15 de noviembre, y amarrado desde hacía meses en el puerto de Barcelona; y el C-2 que había navegado hasta Palma de Mallorca para entregarse a los nacionales seguía pendiente de mantenimiento y reparaciones.

Tres libros imprescindibles para conocer la historia de nuestros sumergibles.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, el estado del Arma Submarina de la Armada no era muy boyante que digamos. Los C-1, C-2 y C-4 seguían en servicio. Los clase B, desguazados, pues ya la República durante la Guerra Civil los había dado de baja, y los tres clase D, a pesar de ser retomada su construcción en 1940, no habían entrado en servicio. Seguían los de origen italiano, los citados General Sanjurjo y General Mola, pero siempre habían dado sus buenos problemas y quebraderos de cabeza. Más esperanza había en los seis de la clase G, copia bajo licencia de los famosos U-boote germanos de la VII/c, que al final quedó en nada…sólo se puso uno en servicio (con el numeral G-7 y luego S-01), y no estaba construido en España, sino que era el U-573, refugiado desde el 2 de mayo de 1942 en Cartagena, tras sufrir graves daños en un ataque de un Lockheed Hudson del 233 Sqdn de la RAF; y comprado posteriormente al precio de 1.500.000 Reichsmarks.

Lockheed Hudson del Mando Costero de la RAF.
Submarino S-01, antes G-7, antes U-573. 

Pese a ello, nuestros marinos siguieron aplicándose al mantenimiento cuidadoso de los mismos, así como a la realización de todos los ejercicios y maniobras que pudieran realizar. Como la que iba a tener lugar cerca del puerto de Sóller en junio de 1946.

Foto moderna de Port Sóller.

Sobre finales de junio de 1946 estaban teniendo lugar una serie de maniobras y ejercicios en aguas cercanas al puerto de Soller, que culminarían con el disparo varios torpedos reales. En el ejercicio del 27 de junio de 1946, los destructores Alcalá Galiano, Churruca y Lepanto que habían partido del puerto de Palma de Mallorca, y actuando como fuerza agresora; debían ser interceptados por los submarinos General Sanjurjo, C-2 y C-4, que estarían situados a unas 15 millas de la costa, entre el morro de Sa Vaca y el morro d’en Llobera, que ocupando cuadrículas asignadas en la zona debían realizar lanzamiento simulado para a continuación emerger a fin de marcar su posición y demostrar la idoneidad de la misma para el ataque al torpedo.
Destructor Alcalá Galiano.
Destructor Lepanto.
El ejercicio se estaba desarrollando con normalidad. Sobre la una de la tarde, el C-2 logró colocarse en buena posición para torpedear al Alcalá Galiano, emergiendo para demostrar la misma. Los destructores seguían su rumbo, cuando, de repente cerca de las 13:55 horas, y de forma totalmente imprevista un submarino emergió justo delante del Lepanto. Gritos inmediatos de los vigías, órdenes frenéticas en el puente que intentan evitar lo inevitable…el choque es muy violento pues el Lepanto navega sobre los 14 nudos (he leído algún texto que habla de 18 nudos) y le impacta de lleno entre la vela y el montaje de cañón proel. El Lepanto de manera inmediata comienza a embarcar gran cantidad de agua por su proa dañada, mientras que el submarino desconocido ha desparecido bajo las aguas.


Orden de parada de máquinas inmediata, y reevaluación de lo ocurrido. Lo primero, auxiliar al Lepanto que comienza a escorarse: orden de partir al puerto de El Sóller escoltado por el Churruca. Por su parte el Alcalá Galiano, queda en el lugar del suceso buscando posibles supervivientes, mientras el triste epitafio de todo submarino hundido, una gran mancha de aceite y combustible comienza a aparecer en la superficie. El Alcalá Galiano logra comunicar con un submarino en superficie. El clásico “which ship?” se emite con ansiedad. Respuesta inmediata: submarino C-2. La siguiente pregunta ya es angustiosa: “¿puede haber un submarino en mi posición actual?”. Respuesta escueta: “Sí”.

En marzo de 1946 el C-4 fue seleccionado para llevar al Generalísimo al homenaje en Cartagena a los fallecidos en el Castillo de Olite.

El C-2 se une a la búsqueda…que sólo encuentra restos de una silla y de madera de la camareta de oficiales. Las sondas y las cartas muestran lo peor: hay poco más de 300 metros de profundidad en la posición del hundimiento, cuando los clase C están diseñados para llegar a 80 m, aunque en pruebas se han rozado los 100 metros…si alguien ha sobrevivido, debe estar en la superficie. Dentro del casco ya habrán encontrado la temible muerte de todo submarinista cuyo sumergible sobrepasa su cota máxima de aguante del casco. Y no se sabe cuál de los submarinos se ha hundido. Los testigos no se ponen de acuerdo sobre si han visto la vela alta y corta de un C o la más achaparrada y alargada de un sumergible italiano clase Archimede. No se contacta ni con el General Sanjurjo ni con el C-4. La preocupación es máxima.


Horas después, sobre las 18:26 horas, emerge el submarino General Sanjurjo. Su comandante, el capitán de corbeta D. Francisco Núñez de Olañeta, está extrañado y confundido, pues lleva más horas de las previstas al acecho sin que aparezcan los destructores. Además sabe que tiene a la tripulación disgustada. Como se cuenta en un artículo escrito por D. Eusebio Martínez García, D. Alfonso Elías García Moreno y D. Diego Quevedo Carmona, y aparecido en la Revista General de Marina de Junio de 1996 (y que se puede leer en http://www.histarmar.com.ar/InfGral/SubmarinosAcc/C-4-Espania.htm), se esperaba que el ejercicio terminase pronto, por lo que habían quedado en tierra el contramaestre de víveres y los cocineros con la vital misión de preparar una gran paella para ser adecuadamente atendida en el pinar de la base al regreso. La despensa había quedado trincada y los hombres estaban todavía con el desayuno. Rápidamente es informado del terrible accidente, y con su presencia ya no queda duda: el C-4 es el submarino hundido. El Churruca se une a la búsqueda, una vez terminada la escolta al dañado Lepanto. Sin resultados…no hay supervivientes.

Submarino General Sanjurjo.

A última hora de la tarde los destructores regresan a Palma de Mallorca, mientras que los submarinos regresan al puerto de Sóller. No es ningún secreto en ninguno de los puertos que algo terrible ha sucedido a uno de los barcos que participaban en el ejercicio, los daños en el Lepanto, las caras hoscas y tristes de las tripulaciones de todos los navíos participantes lo delatan. A la llegada al Port de Sóller del C-2 y del General Sanjurjo las duda se troca certeza: se ha hundido el C-4. Hay una gran desolación en toda la isla. El Churruca volverá a buscar de nuevo a la posición del hundimiento al día siguiente, a esos 14 verdadero de Sóller y 14,5 millas marinas de distancia, cerca del Morro de Vaca. Es una orden inútil, todos lo saben, pero…¿si acaso un milagro? ¿Y si la Virgen del Carmen, protectora de todo marino ha querido intervenir y salvar de la muerte a algún tripulante? No hay milagro: los 44 tripulantes del C-4 ese día han perecido.

cámara de oficiales de un submarino clase C.
El 6 de julio de 1946, al finalizar las maniobras previstas, las cuatro unidades vuelven al lugar del hundimiento. Mucha tristeza, lágrimas que se contienen por los compañeros caídos, una emotiva despedida, y cruces con flores que se lanzan por la borda. Un marino caído en la mar no puede tener nada más…

Representantes de oficiales, suboficiales y marineros con una cruz con flores destinada a sus camaradas caídos en el C-4 (colección particular de D. Diego Carmona, en el libro "Los Submarinos Españoles").

La desolación en la España de entonces es total. Se suceden las misas por el alma de los fallecidos y los telegramas de pésame. Es particularmente recordado el multitudinario funeral celebrado en la iglesia de Santo Domingo de Cartagena, el 30 de junio de 1946, al que asistieron numerosos familiares de los fallecidos. Al contrario que otros sucesos de la época, no se oculta a la nación. La desolación en la Marina Española es total, pues no se sufría una pérdida semejante, en tiempos de paz, desde la misteriosa desaparición del crucero Reina Regente en la noche del 10 de marzo de 1895, en aguas del Estrecho de Gibraltar.
Una de las múltiples esquelas (tomada de la web www.histarmar.com.ar, cuya visita recomiendo)

No todos los tripulantes del C-4 han fallecido. Como recoge el artículo de la magnífica página Vida Marítima, cuya visita os recomiendo (http://vidamaritima.com/2013/03/la-tragedia-del-c-4/) cuatro tripulantes han escapado a la muerte, al tener que quedarse en tierra ese fatídico día. El primero, el segundo al mando, el teniente de navío D. Enrique Rolandi Gaite, afectado por un proceso gripal. Su sustituto, el teniente de navío D. Horacio del Barrio Delgado, fallece en el accidente. También sobreviven el torpedista de 1ª D. Manuel Nieto Fernández y el torpedista de 2ª clase D. Matías Peña, que estaban en tierra preparando los torpedos que iban a ser usados en el ejercicio de fuego real. También sobrevive el marinero especialista de 2ª D. José Gutiérrez Menéndez, encargado de la estafeta de correos del C-4, y que estaba en tierra realizando gestiones propias de dicha actividad. Añadir un quinto tripulante (aunque nominalmente perteneciente al estado Mayor de la Flotilla), D. José Llamas Espín, que días antes había sido comisionado para realizar los partes de campaña de los días anteriores para el estado Mayor de la Armada.

Los tripulantes fallecidos. muchos dejaron atrás mujer e hijos. Por ejemplo, el capitán, con dos hijos pequeños, que se harían marinos militares como él, y harían gran carrera, por supuesto, en el Arma Submarina de la Armada Española.

¿Qué había ocurrido? ¿Cuál era la causa? Actualmente todo son conjeturas, y la verdad se la llevó a la tumba el C-4 y el capitán de corbeta D. Francisco Reina Carbajal, al mando del mismo. Es cierto que era el primer submarino que mandaba, pero en absoluto era un novato, más bien todo lo contrario, era un mando experimentado y competente. Nacido el 13 de julio de 1911, llevaba sirviendo en la Armada Española desde 1930, y había combatido en la Guerra Civil, primero en el cañonero Cánovas del Castillo y luego en el sumergible General Mola. Teniente de navío en el destructor Velasco, luego en el submarino C-2 para terminar de segundo en el General Sanjurjo…su hoja de servicio era impecable, tanto, que fue seleccionado en 1942 para realizar cursos de la Kriegsmarine en Alemania. Primero con lanchas torpederas y dragaminas, para pasar luego durante el mes de febrero a cursos operacionales en el Mar Báltico encuadrado en la Unterseeboots Ausbildung Flotille de Gotenhaven, mandada por el famoso as Erich Topp. No participó en patrullas de combate pero sí que sufrió ataques de la aviación aliada. En definitiva: era un capitán competente, con experiencia y una sólida formación en sumergibles.

El gran as germano, Erich Topp.
Teorías, muchas. Desde averías en el periscopio a fallos técnicos del submarino a la hora de realizar un correcto (y siempre complicado) trimado al realizar el ejercicio simulado de lanzamiento de torpedos. Los autores del magnífico libro “Los Submarinos Españoles”, editorial Agualarga, Madrid 2002; Busquets i Vilanova, C.; Coello Lillo, J.L.; Campanera i Rovira, A.; y Rodríguez González, A.R.; recogen la más aceptada hoy en día. La formación de los tres destructores era de marcación, es decir escalonada, de 40 º por babor y con un intervalo de 300 metros. Es muy posible que por las condiciones de luz de tal hora el periscopio le engañase, haciéndole creer que la formación era en fila. Al realizar el ataque simulado y emerger, saldría bruscamente por la amura de babor del Lepanto, cortando su derrota con tan fatales consecuencias. Sin embargo, la verdad, es posible que nunca sea conocida.
Fue el final de la clase C. El C-4 fue oficialmente dado de baja de la armada el 7 de febrero de 1947. Se comenzó a reflotar el C-6 en el mes de mayo de 1947, no completándose los trabajos hasta su puesta a flote en Gijón en marzo de 1948. Una comisión de la Armada que lo examinó dictaminó que no había nada útil ni aprovechable. El C-1 y el C-2, de forma discreta, fueron retirados del servicio activo, reclasificados como buques de superficie y usados para entrenamiento. El primero fue baja el 30 de enero de 1950, y el C-2 el 6 de junio de 1951, tras haber servido en la escuela de mecánicos de la Armada de El Ferrol.

Reflotando el C-6. No valdría más que para el desguace...

Submarino D-2. La foto recoge un hecho curioso, el traslado en alta mar del Generalísimo del D-2 al D-3.

La aceleración de la entrada en servicio de los D-1 a D-3, junto con el ex germano G-7 paliaría ligeramnete la situación y permitiría retirar algo de carga de trabajo a los ya agotados sumergibles de origen italiano, hasta la llegada de la ayuda americana en forma del USS Kraken (S-31 Almirante García de los Reyes) y la modernización de los clase D.

S-31 Almirante García de los Reyes, ex-USS Kraken.

¿Es posible que se repita la tragedia del C-4 hoy en día? No quiero ser agorero, pero hay que recordar que un submarino es una máquina compleja y que opera en un entorno tan hostil y exigente como son las profundidades marina. Sólo el espacio exterior ofrece desafíos técnicos y humanos superiores a ellas. Sin embargo, en la actualidad la posibilidad del fallo es mayor que nunca, debido a la gran precariedad del Arma Submarina de la Armada.
No creo que sea preciso mostrar la gran formación y profesionalidad de sus integrantes, al nivel de las mejores armas submarinas del mundo, pero sus submarinos han quedado, pese a las modernizaciones, obsoletos y además, tienen la una importante edad. Los clase Galerna S-70, submarinos franceses de la clase Agosta construidos en España con licencia, a finales de los 70 y principios de los 80, llevan ya un intenso servicio operativo. Aclarar que de los cuatro de la clase: S-71 Galerna, S-72 Siroco, S-73 Mistral y S-74 Tramontana, ya sólo quedan tres, pues el Siroco fue dado de baja el 26 de junio de 2012, y el resto han tenido que estar meses inmovilizados por diversas averías y obras programadas de gran carena. De hecho el S-74 Tramontana ya ha dado un par de sustos: como cuando quedó sin gobierno al ser botado desde el dique flotante de Navantia en Cartagena el 5 de septiembre de 2007 o el del 13 de diciembre del 2008 con una vía de agua en cámara central cuando navegaba a profundidad de 300 metros.

Submarino clase S-70.

Por desgracia, y por errores de diseño, sus sucesores, pertenecientes a la modernísima clase 80 han sufrido graves retrasos por errores de diseño, no esperándose el primero de ellos, el S-82 Narciso Monturiol hasta el año 2017, como muy pronto…

Infografía de la clase S-80. Se harán esperar... (fuente: Internet, desconozco el origen).

¿Hay algún monumento dedicado a la tragedia? Muy poco…por no decir casi nada. En el citado artículo de la página Vida Marítima se recoge que la madera de la silla fue usada para realizar un marco para una foto del Generalísimo que estaba en la base naval de Cartagena. Desconozco si sigue allí o no. En el blog de D. José María Ibañez, http://balearoculta.blogspot.com.es/2012/04/el-hundimiento-del-submarino-c-4.html, se recoge que por lo menos hasta 1987, todos los 27 de junio, una embarcación de la Armada salía del puerto de Sóller, para dirigirse al lugar donde descansan los restos del infortunado C-4, rezar un responso y arrojar flores al agua. Y aparte de una placa conmemorativa del homenaje realizado este mismo año 2013, en la efeméride del suceso, y situada en la fachada de las instalaciones de Acción Social de la armada en Sóller, no tengo conocimiento de ningún otro monumento. 





Quede simplemente aquí mi humilde homenaje esos 44 marineros, y mi pequeña contribución a que el suceso sea conocido y recordado. 


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