Uno de los
mejores recuerdos de mi infancia lo tengo en un día que pase con mis padres en la base naval de Cartagena. Aficionado ya a la historia miliar y el armamento,
recuerdo con especial agrado la visita al destructor Lepanto,
y con gran impresión la que realicé al submarino clase delfín S-63 Marsopa. Aun
siendo chaval quedé asombrado de la complejidad de tal máquina de guerra, su
aprovechamiento máximo del espacio, y fui plenamente consciente de lo exigente
y peligroso que debía ser manejarlo, aún en tiempo de paz.
Y precisamente
de un grave suceso acaecido en nuestra armada, en tiempos de paz, trata esta
entrada.
Uno de los
grandes deseos de nuestra Armada ha sido siempre contar con una competente y
eficaz arma submarina. No en vano gracias a los trabajos de Narciso Monturiol e Isaac Peral fuimos pioneros en el
desarrollo de tales navíos. Y una vez demostrada su gran eficacia y utilidad
militar en la Primera Guerra Mundial, contar con submarinos modernos fue uno de
los objetivos de los diversos gobiernos que se sucedieron en los años 20 y 30. Y tuvimos la inmensa fortuna de tener en
nuestra marina de guerra a un gran, y muchas veces olvidado, almirante que
impulso proyectos muy interesantes: Don Mateo García de los Reyes.
Almirante D. Mateo García de los Reyes. |
El primer proyecto dirigido a tal fin fue la clase C. se trataba de una mejora de la clase B, un proyecto Holland, construido bajo licencia de la Electric boat Co., pero con numerosa tecnología de la británica Vickers. Tenía, gracias al impulso del Almirante García de los Reyes, interesantes características como la dotación de un arma antiaérea, el tiempo acortado de inmersión o el montaje de hasta seis tubos de lanzar de 533 mm, calibre ya considerado como el más eficaz para los torpedos de un submarino…y tanto, que sigue siendo el más habitual hoy en día. Comparado con otros submarinos contemporáneos, como la clase S norteamericana o la clase U británica, resultaban ser unidades perfectamente comparables tanto en armamento como en desplazamiento, cota de inmersión o velocidad, por citar ejemplos. Y lo mejor era que se consideraban como de “transición” en espera del más ambicioso y capaz diseño de lo que sería la clase D.
HMS United, Clase U. dieron un gran servicio en el Mar Mediterráneo. |
S-44 de la US Navy. |
Se comenzaron a
construir sobre 1923, y al empezar el tercer trimestre de 1930, ya estaban
entregadas las seis unidades, que recibieron los escuetos nombres de C-1 a C-6.
El C-4, por ejemplo, fue botado en Julio de 1929, y entregado a la Armada el 21
de septiembre de 1929.
Excelente infografía de la clase C. (Fuente Internet, pero proviene del tomo 18 (pag. 142) de la magnífica colección del diario El Mundo "La Guerra Civil Española") |
Durante la
guerra civil todos los clase B y C quedaron en manos del bando republicano (los
tres D, puestos en quilla sobre 1934 estaban incompletos). Su actuación, con
mucho optimismo puede ser calificada como discreta, y sus resultados
decepcionantes. Muchos son los factores que se pueden enumerar. El primero la
gran desconfianza entre sus mandos (algunos de los cuales eran proclives a la
causa nacional y otros comenzaron a mirarla con gran simpatía tras el brutal
asesinato de muchos de sus compañeros en los meses que siguieron al inicio de
la guerra) y los comités revolucionarios de sus dotaciones, que conocedores de
los afectos de gran parte de la oficialidad no dudaban de acusar de cobardía o
traición por cualquier comportamiento que les resultase mínimamente sospechoso.
A esto unirle
la pésima dirección que de tan valiosos barcos se realizó desde el bando
gubernamental, con despliegues basados en motivos puramente políticos, enviados
a lugares donde no existía el escalón logístico que precisan tan complicadas
naves; el acabar dotándoles con capitanes soviéticos (que aparte de la barrera
del idioma, añadían la “gran experiencia” que en guerra submarina poseían) o el
descontrol en la gestión de sus repuestos y mantenimientos. Pese al gran valor
y trabajo que desplegaron sus tripulaciones, los resultados fueron muy escasos,
y unidos a la adversa la marcha de la guerra, las enormemente restrictivas
reglas de enfrentamiento o que fuesen usados en tareas más propias de otros
barcos como la escolta de convoyes costeros (para la que es más eficaz un bou artillado que un sumergible), no es de
extrañar que su moral se resintiese de forma seria.
C-3 y C-6 de visita de cortesía en Venecia, antes de la Guerra Civil. |
Las acciones
del C-4 son claro reflejo de estos hechos. Enviado para impedir el paso del
estrecho en agosto de 1936, no consiguió ningún resultado, lo que provocó la
detención por el comité de su capitán y el primero, siendo desembarcados, y posteriormente fusilados, en
Málaga. Enviado al Cantábrico en 1937, fue cañoneado y sufrió daños leves en la costa onubense
durante el trayecto. Ya en el Norte, como único éxito, ciertos autores le
atribuyen haber alcanzado al acorazado España con un torpedo que no detonó.
Patrullas a sectores vacíos, sin apoyo adecuado ni reconocimiento aéreo
competente, siempre en busca del citado acorazado y del “chulo del Cantábrico”,
el crucero Almirante Cervera. Estancias en Francia para reparar daños de
ataques aéreos en puerto, vuelta al Mediterráneo, más patrulla sin sentido,
escoltas de convoyes, más ataques aéreos…La derrota y luego la rendición, como
otras unidades de la marina republicana, en el puerto francés de Bizerta.
Foto de preguerra del crucero Almirante Cervera. Los nacionales lo usaron con gran agresividad y notable éxito. |
Al final de la
guerra, de los seis C, sólo quedaban tres: los C-1, C-2 y C-4. El C-3 fue
hundido el 12 de diciembre de 1936 por el submarino alemán U-34; el C-5
desapareció sin dejar rastro en el Cantábrico en enero de 1937 (luego los
nacionales, enterados del suceso, intentaron hacer pasar sus submarinos adquiridos
en Italia durante la guerra, los General Sanjurjo y
General Mola como el C-5, queriendo hacer creer que había desertado a su
causa), y el C-6 gravemente dañado
en el puerto de el Musel por ataques aéreos, y hundido por su dotación a 100
metros de profundidad antes de la rendición de la plaza. De los supervivientes,
el C-4 era el que en mejores condiciones estaba, pues el C-1 había sido hundido
por bombas de aviación el 7 de octubre de 1938, reflotado el 15 de noviembre, y
amarrado desde hacía meses en el puerto de Barcelona; y
el C-2 que había navegado hasta Palma de Mallorca para entregarse a los
nacionales seguía pendiente de mantenimiento y reparaciones.
Tres libros imprescindibles para conocer la historia de nuestros sumergibles. |
Al final de la
Segunda Guerra Mundial, el estado del Arma Submarina de la Armada no era muy
boyante que digamos. Los C-1, C-2 y C-4 seguían en servicio. Los clase B,
desguazados, pues ya la República durante la Guerra Civil los había dado de
baja, y los tres clase D, a pesar de ser retomada su construcción en 1940, no
habían entrado en servicio. Seguían los de origen italiano, los citados General Sanjurjo
y General Mola, pero siempre habían dado sus buenos problemas y
quebraderos de cabeza. Más esperanza había en los seis de la clase G, copia
bajo licencia de los famosos U-boote germanos de la VII/c, que al final
quedó en nada…sólo se puso uno en servicio (con el numeral G-7 y luego S-01), y
no estaba construido en España, sino que era el U-573, refugiado desde el 2 de
mayo de 1942 en Cartagena, tras sufrir graves daños en un ataque de un Lockheed Hudson del 233 Sqdn de la RAF; y comprado posteriormente
al precio de 1.500.000 Reichsmarks.
Lockheed Hudson del Mando Costero de la RAF. |
Submarino S-01, antes G-7, antes U-573. |
Pese a ello,
nuestros marinos siguieron aplicándose al mantenimiento cuidadoso de los
mismos, así como a la realización de todos los ejercicios y maniobras que
pudieran realizar. Como la que iba a tener lugar cerca del puerto de Sóller en
junio de 1946.
Foto moderna de Port Sóller. |
Sobre finales
de junio de 1946 estaban teniendo lugar una serie de maniobras y ejercicios en
aguas cercanas al puerto de Soller, que culminarían con el disparo varios
torpedos reales. En el ejercicio del 27 de junio de 1946, los destructores
Alcalá Galiano, Churruca y Lepanto que habían partido del puerto de Palma de
Mallorca, y actuando como fuerza agresora; debían ser interceptados por los submarinos
General Sanjurjo, C-2 y C-4, que estarían situados a unas 15 millas de la
costa, entre el morro de Sa Vaca y el morro d’en Llobera, que ocupando
cuadrículas asignadas en la zona debían realizar lanzamiento simulado para a
continuación emerger a fin de marcar su posición y demostrar la idoneidad de la
misma para el ataque al torpedo.
Destructor Alcalá Galiano. |
Destructor Lepanto. |
El ejercicio se
estaba desarrollando con normalidad. Sobre la una de la tarde, el C-2 logró
colocarse en buena posición para torpedear al Alcalá Galiano, emergiendo para
demostrar la misma. Los destructores seguían su rumbo, cuando, de repente cerca
de las 13:55 horas, y de forma totalmente imprevista un submarino emergió justo
delante del Lepanto. Gritos inmediatos de los vigías, órdenes frenéticas en el
puente que intentan evitar lo inevitable…el choque es muy violento pues el
Lepanto navega sobre los 14 nudos (he leído algún texto que habla de 18 nudos)
y le impacta de lleno entre la vela y el montaje de cañón proel. El Lepanto de
manera inmediata comienza a embarcar gran cantidad de agua por su proa dañada,
mientras que el submarino desconocido ha desparecido bajo las aguas.
Orden de parada
de máquinas inmediata, y reevaluación de lo ocurrido. Lo primero, auxiliar al
Lepanto que comienza a escorarse: orden de partir al puerto de El Sóller
escoltado por el Churruca. Por su parte el Alcalá Galiano, queda en el lugar
del suceso buscando posibles supervivientes, mientras el triste epitafio de
todo submarino hundido, una gran mancha de aceite y combustible comienza a
aparecer en la superficie. El Alcalá Galiano logra comunicar con un submarino
en superficie. El clásico “which ship?” se emite con ansiedad. Respuesta
inmediata: submarino C-2. La siguiente pregunta ya es angustiosa: “¿puede haber
un submarino en mi posición actual?”. Respuesta escueta: “Sí”.
En marzo de 1946 el C-4 fue seleccionado para llevar al Generalísimo al homenaje en Cartagena a los fallecidos en el Castillo de Olite. |
El C-2 se une a
la búsqueda…que sólo encuentra restos de una silla y de madera de la camareta
de oficiales. Las sondas y las cartas muestran lo peor: hay poco más de 300
metros de profundidad en la posición del hundimiento, cuando los clase C están
diseñados para llegar a 80 m, aunque en pruebas se han rozado los 100 metros…si
alguien ha sobrevivido, debe estar en la superficie. Dentro del casco ya habrán
encontrado la temible muerte de todo submarinista cuyo sumergible sobrepasa su
cota máxima de aguante del casco. Y no se sabe cuál de los submarinos se ha
hundido. Los testigos no se ponen de acuerdo sobre si han visto la vela alta y
corta de un C o la más achaparrada y alargada de un sumergible italiano clase
Archimede. No se contacta ni con el General Sanjurjo ni con el C-4. La
preocupación es máxima.
Horas después,
sobre las 18:26 horas, emerge el submarino General Sanjurjo. Su comandante, el
capitán de corbeta D. Francisco Núñez de Olañeta, está extrañado y confundido,
pues lleva más horas de las previstas al acecho sin que aparezcan los
destructores. Además sabe que tiene a la tripulación disgustada. Como se cuenta
en un artículo escrito por D. Eusebio Martínez García, D. Alfonso Elías García
Moreno y D. Diego Quevedo Carmona, y aparecido en la Revista General de Marina
de Junio de 1996 (y que se puede leer en http://www.histarmar.com.ar/InfGral/SubmarinosAcc/C-4-Espania.htm),
se esperaba que el ejercicio terminase pronto, por lo que habían quedado en
tierra el contramaestre de víveres y los cocineros con la vital misión de
preparar una gran paella para ser adecuadamente atendida en el pinar de la base
al regreso. La despensa había quedado trincada y los hombres estaban todavía
con el desayuno. Rápidamente es informado del
terrible accidente, y con su presencia ya no queda duda: el C-4 es el submarino
hundido. El Churruca se une a la búsqueda, una vez terminada la escolta al
dañado Lepanto. Sin resultados…no hay supervivientes.
Submarino General Sanjurjo. |
A última hora
de la tarde los destructores regresan a Palma de Mallorca, mientras que los
submarinos regresan al puerto de Sóller. No es ningún secreto en ninguno de los
puertos que algo terrible ha sucedido a uno de los barcos que participaban en
el ejercicio, los daños en el Lepanto, las caras hoscas y tristes de las
tripulaciones de todos los navíos participantes lo delatan. A la llegada al
Port de Sóller del C-2 y del General Sanjurjo las duda se troca certeza: se ha
hundido el C-4. Hay una gran desolación en toda la isla. El Churruca volverá a
buscar de nuevo a la posición del hundimiento al día siguiente, a esos 14
verdadero de Sóller y 14,5 millas marinas de distancia, cerca del Morro de
Vaca. Es una orden inútil, todos lo saben, pero…¿si acaso un milagro? ¿Y si la
Virgen del Carmen, protectora de todo marino ha querido intervenir y salvar de
la muerte a algún tripulante? No hay milagro: los 44 tripulantes del C-4 ese
día han perecido.
cámara de oficiales de un submarino clase C. |
El 6 de julio
de 1946, al finalizar las maniobras previstas, las cuatro unidades vuelven al
lugar del hundimiento. Mucha tristeza, lágrimas que se contienen por los
compañeros caídos, una emotiva despedida, y cruces con flores que se lanzan por
la borda. Un marino caído en la mar no puede tener nada más…
La desolación
en la España de entonces es total. Se suceden las misas por el alma de los
fallecidos y los telegramas de pésame. Es particularmente recordado el
multitudinario funeral celebrado en la iglesia de Santo Domingo de Cartagena,
el 30 de junio de 1946, al que asistieron numerosos familiares de los
fallecidos. Al contrario que otros sucesos de la época, no se oculta a la
nación. La desolación en la Marina Española es total, pues no se sufría una
pérdida semejante, en tiempos de paz, desde la misteriosa desaparición del
crucero Reina Regente en la noche del 10 de marzo de 1895, en aguas del
Estrecho de Gibraltar.
Una de las múltiples esquelas (tomada de la web www.histarmar.com.ar, cuya visita recomiendo) |
No todos los
tripulantes del C-4 han fallecido. Como recoge el artículo de la magnífica
página Vida Marítima, cuya visita os recomiendo (http://vidamaritima.com/2013/03/la-tragedia-del-c-4/) cuatro tripulantes han escapado a la muerte, al tener que
quedarse en tierra ese fatídico día. El primero, el segundo al mando, el
teniente de navío D. Enrique Rolandi Gaite, afectado por un proceso gripal. Su
sustituto, el teniente de navío D. Horacio del Barrio Delgado, fallece en el
accidente. También sobreviven el torpedista de 1ª D. Manuel Nieto Fernández y
el torpedista de 2ª clase D. Matías Peña, que estaban en tierra preparando los
torpedos que iban a ser usados en el ejercicio de fuego real. También sobrevive
el marinero especialista de 2ª D. José Gutiérrez Menéndez, encargado de la
estafeta de correos del C-4, y que estaba en tierra realizando gestiones
propias de dicha actividad. Añadir un quinto tripulante (aunque nominalmente
perteneciente al estado Mayor de la Flotilla), D. José Llamas Espín, que días
antes había sido comisionado para realizar los partes de campaña de los días
anteriores para el estado Mayor de la Armada.
¿Qué había
ocurrido? ¿Cuál era la causa? Actualmente todo son conjeturas, y la verdad se
la llevó a la tumba el C-4 y el capitán de corbeta D. Francisco Reina Carbajal,
al mando del mismo. Es cierto que era el primer submarino que mandaba, pero en
absoluto era un novato, más bien todo lo contrario, era un mando experimentado
y competente. Nacido el 13 de julio de 1911, llevaba sirviendo en la Armada
Española desde 1930, y había combatido en la Guerra Civil, primero en el
cañonero Cánovas del Castillo y luego en el sumergible General Mola. Teniente
de navío en el destructor Velasco, luego en el submarino C-2 para terminar de
segundo en el General Sanjurjo…su hoja de servicio era impecable, tanto, que
fue seleccionado en 1942 para realizar cursos de la Kriegsmarine en Alemania.
Primero con lanchas torpederas y dragaminas, para pasar luego durante el mes de
febrero a cursos operacionales en el Mar Báltico encuadrado en la Unterseeboots
Ausbildung Flotille de Gotenhaven, mandada por el famoso as Erich Topp. No
participó en patrullas de combate pero sí que sufrió ataques de la aviación
aliada. En definitiva: era un capitán competente, con experiencia y una sólida
formación en sumergibles.
El gran as germano, Erich Topp. |
Teorías, muchas.
Desde averías en el periscopio a fallos técnicos del submarino a la hora de
realizar un correcto (y siempre complicado) trimado al realizar el ejercicio
simulado de lanzamiento de torpedos. Los autores del magnífico libro “Los Submarinos
Españoles”, editorial Agualarga, Madrid 2002; Busquets i Vilanova, C.; Coello
Lillo, J.L.; Campanera i Rovira, A.; y Rodríguez González, A.R.; recogen la más
aceptada hoy en día. La formación de los tres destructores era de marcación, es
decir escalonada, de 40 º por babor y con un intervalo de 300 metros. Es muy
posible que por las condiciones de luz de tal hora el periscopio le engañase,
haciéndole creer que la formación era en fila. Al realizar el ataque simulado y
emerger, saldría bruscamente por la amura de babor del Lepanto, cortando su
derrota con tan fatales consecuencias. Sin embargo, la verdad, es posible que
nunca sea conocida.
Fue el final de
la clase C. El C-4 fue oficialmente dado de baja de la armada el 7 de febrero
de 1947. Se comenzó a reflotar el C-6 en el mes de mayo de 1947, no
completándose los trabajos hasta su puesta a flote en Gijón en marzo de 1948.
Una comisión de la Armada que lo examinó dictaminó que no había nada útil ni
aprovechable. El C-1 y el C-2, de forma discreta, fueron retirados del servicio
activo, reclasificados como buques de superficie y usados para entrenamiento.
El primero fue baja el 30 de enero de 1950, y el C-2 el 6 de junio de 1951,
tras haber servido en la escuela de mecánicos de la Armada de El Ferrol.
Reflotando el C-6. No valdría más que para el desguace... |
Submarino D-2. La foto recoge un hecho curioso, el traslado en alta mar del Generalísimo del D-2 al D-3. |
La aceleración
de la entrada en servicio de los D-1 a D-3, junto con el ex germano G-7
paliaría ligeramnete la situación y permitiría retirar algo de carga de trabajo a los ya agotados
sumergibles de origen italiano, hasta la llegada de la ayuda americana en forma
del USS Kraken (S-31 Almirante García de los Reyes) y la modernización de los
clase D.
S-31 Almirante García de los Reyes, ex-USS Kraken. |
¿Es posible que
se repita la tragedia del C-4 hoy en día? No quiero ser agorero, pero hay que
recordar que un submarino es una máquina compleja y que opera en un entorno tan
hostil y exigente como son las profundidades marina. Sólo el espacio exterior
ofrece desafíos técnicos y humanos superiores a ellas. Sin embargo, en la
actualidad la posibilidad del fallo es mayor que nunca, debido a la gran
precariedad del Arma Submarina de la Armada.
No creo que sea
preciso mostrar la gran formación y profesionalidad de sus integrantes, al
nivel de las mejores armas submarinas del mundo, pero sus submarinos han
quedado, pese a las modernizaciones, obsoletos y además, tienen la una
importante edad. Los clase Galerna S-70, submarinos franceses de la clase
Agosta construidos en España con licencia, a finales de los 70 y principios de
los 80, llevan ya un intenso servicio operativo. Aclarar que de los cuatro de
la clase: S-71 Galerna, S-72 Siroco, S-73 Mistral y S-74 Tramontana, ya sólo
quedan tres, pues el Siroco fue dado de baja el 26 de junio de 2012, y el resto
han tenido que estar meses inmovilizados por diversas averías y obras
programadas de gran carena. De hecho el S-74 Tramontana ya ha dado un par de
sustos: como cuando quedó sin gobierno al ser botado desde el dique flotante de
Navantia en Cartagena el 5 de septiembre de 2007 o el del 13 de diciembre del
2008 con una vía de agua en cámara central cuando navegaba a profundidad de 300
metros.
Submarino clase S-70. |
Por desgracia,
y por errores de diseño, sus sucesores, pertenecientes a la modernísima clase
80 han sufrido graves retrasos por errores de diseño, no esperándose el primero
de ellos, el S-82 Narciso Monturiol hasta el año 2017, como muy pronto…
Infografía de la clase S-80. Se harán esperar... (fuente: Internet, desconozco el origen). |
¿Hay algún
monumento dedicado a la tragedia? Muy poco…por no decir casi nada. En el citado
artículo de la página Vida Marítima se recoge que la madera de la silla fue
usada para realizar un marco para una foto del Generalísimo que estaba en la
base naval de Cartagena. Desconozco si sigue allí o no. En el blog de D. José
María Ibañez, http://balearoculta.blogspot.com.es/2012/04/el-hundimiento-del-submarino-c-4.html,
se recoge que por lo menos hasta 1987, todos los 27 de junio, una embarcación
de la Armada salía del puerto de Sóller, para dirigirse al lugar donde
descansan los restos del infortunado C-4, rezar un responso y arrojar flores al
agua. Y aparte de una placa conmemorativa del homenaje realizado este mismo año
2013, en la efeméride del suceso, y situada en la fachada de las instalaciones
de Acción Social de la armada en Sóller, no tengo conocimiento de ningún otro monumento.
Quede simplemente aquí mi humilde
homenaje esos 44 marineros, y mi pequeña contribución a que el suceso sea
conocido y recordado.
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