No era una tarea fácil la que tenía ante sí la 8ª flota de
la marina imperial japonesa.
Hacía poco, había ocurrido una situación parecida, en el
Mar Mediterráneo: el abastecimiento de la asediada isla de Malta. El alto
almirantazgo británico había sido plenamente consciente del gran valor del
lugar, y no había escatimado esfuerzos para hacer llegar suministros a la isla.
Para ello estuvieron bien dispuestos a perder tanto la Fuerza H de Gibraltar
como la Mediterranean Fleet de
Alejandría, y pusieron en juego todo lo que disponían. Sus enemigos eran
poderosos, las excelentes unidades de torpederos de la Regia Aeronautica y la Regia
Marina italianas, reforzadas por una de las mejores unidades aéreas de
ataque marítimo de la historia: el X Fliegerkorps germano.
Avión torpedero italiano SM-79 Sparviero. |
Sus planes operativos, dentro de la complejidad que
siempre tiene todo plan naval, tenían un objetivo bien claro: hacer llegar
todos los transportes que pudiesen pasar a Malta. Para ello arriesgaron
portaaviones, acorazados, cruceros ligeros, pesados…Tuvieron la fortuna de
disponer de excelentes navíos con capacidad AA, desde viejos cruceros ligeros de
las clases C y D reconvertidos a la función (una solución interina que resultó
ser muy efectiva), pasando por buques AA construidos a toda velocidad, hasta
los excelentes y nuevos cruceros de la clase Dido, erizados de armas antiaéreas
de diverso calibre y con un excelente control central de fuego.
Crucero Clase C transformado. En la foto, el infortunado HMS Curacoa. |
HMS Dido. Los japoneses no desarrollarían nada similar. |
Dentro de sus posibilidades, los Hurricanes y Spitfires de
la isla daban cobertura hasta donde podían, y al llegar a destino, el puerto de
La Valetta disponía tanto de una potente defensa antiaérea como de todas las
facilidades de un puerto moderno.
Ninguna de estas ventajas estaban del lado de Tanaka. Lo
primero es que se trataba de una misión, la escolta de convoyes, en las
antípodas del ofensivo pensamiento de la marina nipona de entreguerras, y a la
que se había dedicado poco tiempo y menos recursos. Bien es cierto que varios
cruceros ligeros japoneses fueron reconvertidos a la función antiaérea, pero
con las armas antes descritas, y además no estuvieron disponibles hasta el año
1944. Las fuerzas aéreas del Japón, tanto las dependientes del ejército como de
la marina no mostraron una implicación muy activa en la cobertura aérea de los
convoyes, y el gran almirante Yamamoto, y más aún según se fueron acumulando
las pérdidas navales, tendió a retener todos los barcos posibles en la gran
base de Truk, en las islas Carolinas.
Y por supuesto, nada de arriesgar los portaaviones, ni
siquiera los más ligeros; pues se ve que, por ejemplo, los IJN Ryujo o IJN
Zuiho estaban mejor empleados sirviendo de cebo, que cargados hasta arriba de
Zeros que protegiesen a los transportes japoneses. Y cuando aparecían en el
teatro de operaciones portaaviones y acorazados, siempre formaban parte de
algún complicado y denso plan, en el que la protección de un convoy de
suministros siempre ocupaba un lugar accesorio.
IJN Ryujo. Hundido mientras hacía de cebo en la Batalla de las Salomón Orientales. |
El primer, y desagradable, contacto que tuvo Tanaka con la
Cactus Air Force de Campo Henderson,
tuvo lugar durante la batalla de las Salomón Orientales, mandando su flotilla
en funciones de escolta de transportes, con el IJN Jintsu a la cabeza, el 25 de agosto de 1942. El convoy perdió el
destructor IJN Mutsuki, sufrió daños
de gravedad en los transportes Boston
Maru y Kinryu Maru, además de
resultar alcanzado el propio IJN Jintsu, siendo Tanaka herido leve. Fue una
gran victoria para los norteamericanos, pues aparte de evitar que desembarcase
en Guadalcanal a la 35ª brigada de infantería del General Kawaguchi, convenció
al mando nipón de la enorme peligrosidad de usar buques de transporte.
SBDs de la Cactus Air Force. Su papel en la campaña sería crucial. |
Había sin embargo una solución, ya ensayada en Malta. Los
británicos, para enviar cargas de alto valor y de prioridad comenzaron a usar
tres barcos, pensados para el minado: el submarino HMS Rorqual y los minadores rápidos HMS Abdiel y HMS Welshman. El
HMS Abdiel se haría especialmente
famoso en la isla asediada. Con su excelente velocidad de 40 nudos, y buena
capacidad de carga (además que al usar los raíles de minado se podía descargar
a toda velocidad), prestó un servicio inestimable. Destructores como el HMS Jervis, HMS Janus y el HMS Nubian,
también participarían en dichas operaciones. En 1943, se perderían tanto el HMS
Abdiel como el HMS Welshman, ambos en misiones de
transporte de tropas. El primero, irónicamente por dos minas italianas en
Tarento, y el segundo torpedeado por el U-617, cerca de Tobruk.
HMS Abdiel. Su presencia en La Valetta, en los peores momentos, siempre fue fuente de esperanza. |
Así, se comenzaron a usar, tras arrancar el permiso a un
remiso Yamamoto, a destructores en funciones de transporte rápido. Gracias a su
gran velocidad, entraban de noche en el Slot, llegaban a las playas cercanas a
Cabo Esperanza, soltaban su carga, y volvían a la base, de suerte que si todo
iba bien, al amanecer estaban fuera del alcance de la aviación norteamericana.
Otra posibilidad era llevar transportes y embarrancarlos, pero aparte de ocupar
vital espacio de la playa, normalmente eran duramente bombardeados por el día,
por lo que no se podía extraer durante la noche (y no mucho, pues recordemos
que no había un puerto con sus facilidades como el de La Valetta), se perdía
sin remedio.
Siempre que se pudo, noche tras noche, semana tras semana,
veloces destructores japoneses se deslizaban a toda velocidad a su destino para
abastecer a las apuradas fuerzas japonesas de tierra, con hombres y material, y
llevándose, si era posible a los heridos. Al principio, los americanos lo
denominaron como Cactus Express, pero
debido a que era el nombre en clave de toda su operación lo acabaron cambiando
por el inmortal de Tokio Express. Los
japoneses serían más cínicos con el nombre: Nezumi
Yuso…el transporte de las ratas. En los informes de inteligencia americanos
saldría una y otra vez el mismo nombre: Raizo Tanaka, que acabaría siendo
citado simplemente, como Tanaka el Tenaz.
La leyenda había nacido.
De camino al infierno...Tropas japonesas embarcando en un destructor. |
Usar un destructor como transporte rápido no es tarea
fácil. Son barcos pequeños, de los que se espera que realicen diversas
misiones, y atestados de equipo especializado muy variado; por lo que su
espacio disponible es escaso. Si a eso le añadimos que las unidades japonesas
solían tener, como hemos visto, ciertos problemas de estabilidad, y que debía
garantizarse que dispusiesen, aunque fuese en la retirada después de la
descarga, de una adecuada capacidad defensiva, está claro que se convertía en
un desafío logístico de primer nivel.
Lo fácil era el desembarco de las tropas. Se realizaba
desde las típicas redes a pequeñas embarcaciones preparadas a tal efecto, de
una forma habitualmente rápida, pues el destructor, con sus máquinas paradas,
era un objetivo fácil. El reembarque de tropas, se realizaba de forma similar.
Para la carga, se ideó de forma muy ingeniosa un contenedor, fabricado a partir
de simples barriles, que mantenían una flotabilidad positiva y eran
completamente estancos. Pintados de vivos colores según la naturaleza de la
carga que transportaban, se podían atar formando una especie de balsa de varias
unidades, y disponían de elementos para ser asidos y atados entre sí. Eran
lanzados, aún en movimiento desde la popa, en lugares elegidos al efecto, a fin
que las mareas y las corrientes marinas los arrastrasen a la playa designada,
siendo así más sencilla su recuperación.
¿Copia o genialidad de la US Navy? viejo destructor Flush-Deck, transformado en transporte rápido de ataque. Darían un gran servicio. En la foto, APD-6, el USS Stringham. |
Se trataba de un sistema barato, sencillo y muy eficaz,
que dio muy buenos resultados. Curiosamente, en la historia oficial del USMC,
escrita después de la guerra se menciona que en una operación típica se podían
lanzar unos 1500 barriles de los que se solían recuperar unos 300. Sin embargo,
veteranos de guerra japoneses afirmaron que el número de barriles recuperados, al principio,
por operación era mucho mayor. Un transporte descargando es un blanco
sensacional para un SBD Dauntless con bombas de 500 libras; un par de piraguas
arrastrando unos cuantos barriles, es un gasto de munición. A lo largo de
varios días, y con gran esfuerzo y laboriosidad, los soldados nipones, poco a
poco iban recuperando un número mucho mayor de barriles en las costas.
SBD-3 Dauntless sobrevolando Guadalcanal, armado con una bomba de 500 libras. |
Pero Tanaka y otros mandos no se hacían ilusiones. Una
cosa es abastecer una unidad aislada, a la defensiva, y que espera su
liberación o evacuación; y otra muy diferente es pretender que con esos
suministros, dichas fuerzas sean capaces de asaltar y conquistar un perímetro
fortificado cuyas defensas iban creciendo día a día. El Tokio Express no era
más que la sonda nasogástrica por la que se alimenta y se prolonga la vida al
enfermo terminal mientras aguarda una cura milagrosa.
La US Navy pondría toda la carne en el asador para descarrilarlo, lo que daría a alguna de
las batallas navales nocturnas de toda la guerra. Y aquí las fuerzas de Tanaka
tenían importantes ventajas. Su entrenamiento era muy superior en operaciones
nocturnas, sus barcos (al contrario que los americanos) habían servido tiempo
en las mismas unidades, y disponían del mejor torpedo de la guerra (mencionar
también que los oficiales torpederos estaban laboriosamente entrenados para
disponer de soluciones de tiro en tiempos inferiores al minuto, y recalcularlas
de forma constante). Sus medios de detección, aunque ópticos, eran muy
avanzados, en especial los extraordinarios binoculares type 88 mod. 1,
fabricados con una gran calidad y que podían magnificar de forma increíble la
luz ambiental más escasa. Los tripulantes japoneses, hasta el último
guardiamarina, realizaban constantes ejercicios y juegos con el fin de mejorar
su visión nocturna; lo que unido a lo anterior no hace extraño que en muchos
encuentros, y pese al radar, fuesen los nipones quienes primero detectasen los
barcos aliados. Y además había una ventaja japonesa extra: las pésimas tácticas
de combate nocturno americanas.
Prismaticos navales japoneses de 12 cm. Preciosa pieza de la magnífica página de militaria www.snyderstreasures.com. |
Desde el principio, la base de las agrupaciones navales
aliadas que operaban contra el Tokio Express estaban pensadas alrededor del
crucero, ligero y pesado, escoltado de destructores subordinados, y sin
autonomía propia, al primero, y donde primaba el tiro de artillería dirigida
por el último grito en tecnología naval: el radar. El uso del torpedo, quedaba
subordinado al remate, más bien descabello, de las unidades dañadas
previamente. El radar era una gran ventaja, pero presentaba notorios
inconvenientes.
Los radares de exploración de la época, el SC-2 y el SG-1
estaban diseñados para la detección aérea y no la de superficie. El SG-1 tenía
la ventaja de introducir el Plan Position
Indicador o PPI, es decir, la pantalla circular que todos conocemos y
asociamos al radar. La información que proporcionaban estaba asociada al radar
de dirección de tiro Mk4 que montaban cruceros y destructores; y veamos como
funcionaba para comentar sus limitaciones.
Radar SC-2... |
y el SG compartiendo mástil con el SC-2 |
Una vez obtenida una idea de la demora y rango del
contacto, el operador del Mk4 apuntaba las dos antenas en su dirección con una
anchura de detección elegible entre las 500 y las 1000 yardas. Tras adquirir el
contacto, y comprobar en su pantalla que las señales de ambas antenas estaban a
una distancia precisa y a la misma altura, calculaba de forma más exacta la
situación del contacto así como su rumbo y velocidad; información que pasaba al
control de fuego artillero y torpedero para los cálculos precisos. Sin embargo,
si el blanco estaba pegado a tierra (como navega todo buen torpedero que quiera
sorprender) los ecos de tierra causaban confusión con los del blanco y dificultaban
la detección. En los entrenamientos, realizados en los mismos lugares, los
radaristas habían estudiado con cuidado los ecos habituales de los accidentes
terrestres y los confrontaron con cartas marítimas precisas, eliminando en gran
medida dicho problema. Algo que como es lógico suponer no podían realizar en
una región desconocida y mal cartografiada como eran las islas Salomón.
Pantalla del radar de tiro Mk4. Tomado del excelente libro de Osprey Publishing Duel Series nº 48. |
El Mk4 tenía también problemas al seguir a un blanco
rápido y maniobrable, y si había varios contactos, la señal tendía a solaparse
con el más cercano, la cabeza de la formación usualmente, mostrándolo como muy
definido y ocultando así al resto. En la doctrina naval nocturna americana,
según se obtenía una buena solución de tiro, se realizaba un fuego graneado y
rápido sobre el blanco, tendente a rodearlo de disparos, intentando así
ocasionar impactos e incendios que permitiesen un cálculo más preciso con
medios ópticos, y esa táctica los ponía en brutal desventaja.
Torre de dirección de tiro Mk37A con la antena del Mk4 encima. |
El alcance eficaz y adecuado del Mk4 para un buen tiro
estaba dentro de las 12.000 yardas, es decir, dentro de la envuelta más eficaz
de uso del torpedo Type 93, y además, obligaba a mantener la formación, lo que
la hacía más vulnerable al torpedeo. Pero los piques de agua de los impactos
cercanos, en los radares americanos se mostraban como un blanco mucho más claro
y definido que el objetivo en sí, lo que hacía que los siguientes cálculos se
realizasen sobre éstos y no sobre el blanco en sí. Si a ello añadimos que
normalmente, al mismo blanco terminaban tirando varios barcos, aparecía un fenómeno
que los radaristas llamaban chasing o rocking
splashes. Al dejar de tirar, desaparecían esos ecos, y se asumía que el
tiro había sido eficaz y el blanco se había hundido. Cuando se readquiría el
mismo objetivo, como es de esperar, la confusión entre los mandos era tremenda.
Pantalla de un PPI. Cuando aprendieron a usarla, los americanos sellaron la suerte de los japoneses en batallas nocturnas. |
¿De locos, verdad? Pues añadidle que la pólvora sin humo y
sin firma visual que usaban al principio proporcionaba unos fogonazos temibles,
que los proyectiles iluminantes (los populares star shells o de estrella, en
español) tenían una balística horrible y alumbraban poco y mal, y que en la
mayoría de las ocasionas las formaciones se realizaban a partir de los barcos
existentes y que no habían entrenado apenas en conjunto; y se tiene una idea
clara del por qué de muchas derrotas aliadas en combates nocturnos en esos
primeros meses.
Fotografía de 1943. Se le hizo al crucero ligero USS Helena mientras disparaba a fuerzas japonesas. Se aprecian los importantes destellos de sus cañones principales de 6 pulgadas. |
Era costumbre de Tanaka planear con mucho cuidado sus
operaciones, buscando las mayores posibilidades de éxito, y minimizando al
máximo posible las pérdidas. No era raro, tampoco, el que poco antes de zarpar,
el propio Raizo, con algunos ayudantes, se presentase en alguno de los
destructores y o bien tomase el mando o simplemente observase el resultado de
su planificación, compartiendo así riesgos y miedos con sus hombres. Y algo así
granjea respeto y lealtad de forma inmediata. Y en una de esas operaciones,
embarcado en el destructor IJN Naganami,
el 30 de noviembre de 1942, durante la batalla de Tassafaronga, llegaría su
mejor momento.
IJN Naganami. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario