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viernes, 15 de marzo de 2013

TANAKA EL TENAZ (Parte 2)



No era una tarea fácil la que tenía ante sí la 8ª flota de la marina imperial japonesa.
Hacía poco, había ocurrido una situación parecida, en el Mar Mediterráneo: el abastecimiento de la asediada isla de Malta. El alto almirantazgo británico había sido plenamente consciente del gran valor del lugar, y no había escatimado esfuerzos para hacer llegar suministros a la isla. Para ello estuvieron bien dispuestos a perder tanto la Fuerza H de Gibraltar como la Mediterranean Fleet de Alejandría, y pusieron en juego todo lo que disponían. Sus enemigos eran poderosos, las excelentes unidades de torpederos de la Regia Aeronautica y la Regia Marina italianas, reforzadas por una de las mejores unidades aéreas de ataque marítimo de la historia: el X Fliegerkorps germano.

Avión torpedero italiano SM-79 Sparviero.

Sus planes operativos, dentro de la complejidad que siempre tiene todo plan naval, tenían un objetivo bien claro: hacer llegar todos los transportes que pudiesen pasar a Malta. Para ello arriesgaron portaaviones, acorazados, cruceros ligeros, pesados…Tuvieron la fortuna de disponer de excelentes navíos con capacidad AA, desde viejos cruceros ligeros de las clases C y D reconvertidos a la función (una solución interina que resultó ser muy efectiva), pasando por buques AA construidos a toda velocidad, hasta los excelentes y nuevos cruceros de la clase Dido, erizados de armas antiaéreas de diverso calibre y con un excelente control central de fuego. 

Crucero Clase C transformado. En la foto, el infortunado HMS Curacoa.
HMS Dido. Los japoneses no desarrollarían nada similar.

Dentro de sus posibilidades, los Hurricanes y Spitfires de la isla daban cobertura hasta donde podían, y al llegar a destino, el puerto de La Valetta disponía tanto de una potente defensa antiaérea como de todas las facilidades de un puerto moderno.
Ninguna de estas ventajas estaban del lado de Tanaka. Lo primero es que se trataba de una misión, la escolta de convoyes, en las antípodas del ofensivo pensamiento de la marina nipona de entreguerras, y a la que se había dedicado poco tiempo y menos recursos. Bien es cierto que varios cruceros ligeros japoneses fueron reconvertidos a la función antiaérea, pero con las armas antes descritas, y además no estuvieron disponibles hasta el año 1944. Las fuerzas aéreas del Japón, tanto las dependientes del ejército como de la marina no mostraron una implicación muy activa en la cobertura aérea de los convoyes, y el gran almirante Yamamoto, y más aún según se fueron acumulando las pérdidas navales, tendió a retener todos los barcos posibles en la gran base de Truk, en las islas Carolinas.

Toda la carne en el asador...una de las fotos más famosas de la Segunda Guerra Mundial, tomada durante la Operación Pedestal desde el puente del portaaviones HMS Victorious, muestra el HMS Indomitable y el HMS Eagle al fondo.

Y por supuesto, nada de arriesgar los portaaviones, ni siquiera los más ligeros; pues se ve que, por ejemplo, los IJN Ryujo o IJN Zuiho estaban mejor empleados sirviendo de cebo, que cargados hasta arriba de Zeros que protegiesen a los transportes japoneses. Y cuando aparecían en el teatro de operaciones portaaviones y acorazados, siempre formaban parte de algún complicado y denso plan, en el que la protección de un convoy de suministros siempre ocupaba un lugar accesorio.

IJN Ryujo. Hundido mientras hacía de cebo en la Batalla de las Salomón Orientales.

El primer, y desagradable, contacto que tuvo Tanaka con la Cactus Air Force de Campo Henderson, tuvo lugar durante la batalla de las Salomón Orientales, mandando su flotilla en funciones de escolta de transportes, con el IJN Jintsu a la cabeza, el 25 de agosto de 1942. El convoy perdió el destructor IJN Mutsuki, sufrió daños de gravedad en los transportes Boston Maru y Kinryu Maru, además de resultar alcanzado el propio IJN Jintsu, siendo Tanaka herido leve. Fue una gran victoria para los norteamericanos, pues aparte de evitar que desembarcase en Guadalcanal a la 35ª brigada de infantería del General Kawaguchi, convenció al mando nipón de la enorme peligrosidad de usar buques de transporte.

SBDs de la Cactus Air Force. Su papel en la campaña sería crucial.

Había sin embargo una solución, ya ensayada en Malta. Los británicos, para enviar cargas de alto valor y de prioridad comenzaron a usar tres barcos, pensados para el minado: el submarino HMS Rorqual y los minadores rápidos HMS Abdiel y HMS Welshman. El HMS Abdiel se haría especialmente famoso en la isla asediada. Con su excelente velocidad de 40 nudos, y buena capacidad de carga (además que al usar los raíles de minado se podía descargar a toda velocidad), prestó un servicio inestimable. Destructores como el HMS Jervis, HMS Janus y el HMS Nubian, también participarían en dichas operaciones. En 1943, se perderían tanto el HMS Abdiel como el HMS Welshman, ambos en misiones de transporte de tropas. El primero, irónicamente por dos minas italianas en Tarento, y el segundo torpedeado por el U-617, cerca de Tobruk.

HMS Abdiel. Su presencia en La Valetta, en los peores momentos, siempre fue fuente de esperanza.

Así, se comenzaron a usar, tras arrancar el permiso a un remiso Yamamoto, a destructores en funciones de transporte rápido. Gracias a su gran velocidad, entraban de noche en el Slot, llegaban a las playas cercanas a Cabo Esperanza, soltaban su carga, y volvían a la base, de suerte que si todo iba bien, al amanecer estaban fuera del alcance de la aviación norteamericana. Otra posibilidad era llevar transportes y embarrancarlos, pero aparte de ocupar vital espacio de la playa, normalmente eran duramente bombardeados por el día, por lo que no se podía extraer durante la noche (y no mucho, pues recordemos que no había un puerto con sus facilidades como el de La Valetta), se perdía sin remedio.
Siempre que se pudo, noche tras noche, semana tras semana, veloces destructores japoneses se deslizaban a toda velocidad a su destino para abastecer a las apuradas fuerzas japonesas de tierra, con hombres y material, y llevándose, si era posible a los heridos. Al principio, los americanos lo denominaron como Cactus Express, pero debido a que era el nombre en clave de toda su operación lo acabaron cambiando por el inmortal de Tokio Express. Los japoneses serían más cínicos con el nombre: Nezumi Yuso…el transporte de las ratas. En los informes de inteligencia americanos saldría una y otra vez el mismo nombre: Raizo Tanaka, que acabaría siendo citado simplemente, como Tanaka el Tenaz. La leyenda había nacido.

De camino al infierno...Tropas japonesas embarcando en un destructor.

Usar un destructor como transporte rápido no es tarea fácil. Son barcos pequeños, de los que se espera que realicen diversas misiones, y atestados de equipo especializado muy variado; por lo que su espacio disponible es escaso. Si a eso le añadimos que las unidades japonesas solían tener, como hemos visto, ciertos problemas de estabilidad, y que debía garantizarse que dispusiesen, aunque fuese en la retirada después de la descarga, de una adecuada capacidad defensiva, está claro que se convertía en un desafío logístico de primer nivel.
Lo fácil era el desembarco de las tropas. Se realizaba desde las típicas redes a pequeñas embarcaciones preparadas a tal efecto, de una forma habitualmente rápida, pues el destructor, con sus máquinas paradas, era un objetivo fácil. El reembarque de tropas, se realizaba de forma similar. Para la carga, se ideó de forma muy ingeniosa un contenedor, fabricado a partir de simples barriles, que mantenían una flotabilidad positiva y eran completamente estancos. Pintados de vivos colores según la naturaleza de la carga que transportaban, se podían atar formando una especie de balsa de varias unidades, y disponían de elementos para ser asidos y atados entre sí. Eran lanzados, aún en movimiento desde la popa, en lugares elegidos al efecto, a fin que las mareas y las corrientes marinas los arrastrasen a la playa designada, siendo así más sencilla su recuperación.

¿Copia o genialidad de la US Navy? viejo destructor Flush-Deck, transformado en transporte rápido de ataque. Darían un gran servicio. En la foto, APD-6, el USS Stringham.

Se trataba de un sistema barato, sencillo y muy eficaz, que dio muy buenos resultados. Curiosamente, en la historia oficial del USMC, escrita después de la guerra se menciona que en una operación típica se podían lanzar unos 1500 barriles de los que se solían recuperar unos 300. Sin embargo, veteranos de guerra japoneses afirmaron que el número de barriles recuperados, al principio, por operación era mucho mayor. Un transporte descargando es un blanco sensacional para un SBD Dauntless con bombas de 500 libras; un par de piraguas arrastrando unos cuantos barriles, es un gasto de munición. A lo largo de varios días, y con gran esfuerzo y laboriosidad, los soldados nipones, poco a poco iban recuperando un número mucho mayor de barriles en las costas.

SBD-3 Dauntless sobrevolando Guadalcanal, armado con una bomba de 500 libras.

Pero Tanaka y otros mandos no se hacían ilusiones. Una cosa es abastecer una unidad aislada, a la defensiva, y que espera su liberación o evacuación; y otra muy diferente es pretender que con esos suministros, dichas fuerzas sean capaces de asaltar y conquistar un perímetro fortificado cuyas defensas iban creciendo día a día. El Tokio Express no era más que la sonda nasogástrica por la que se alimenta y se prolonga la vida al enfermo terminal mientras aguarda una cura milagrosa.
La US Navy pondría toda la carne en el asador para descarrilarlo, lo que daría a alguna de las batallas navales nocturnas de toda la guerra. Y aquí las fuerzas de Tanaka tenían importantes ventajas. Su entrenamiento era muy superior en operaciones nocturnas, sus barcos (al contrario que los americanos) habían servido tiempo en las mismas unidades, y disponían del mejor torpedo de la guerra (mencionar también que los oficiales torpederos estaban laboriosamente entrenados para disponer de soluciones de tiro en tiempos inferiores al minuto, y recalcularlas de forma constante). Sus medios de detección, aunque ópticos, eran muy avanzados, en especial los extraordinarios binoculares type 88 mod. 1, fabricados con una gran calidad y que podían magnificar de forma increíble la luz ambiental más escasa. Los tripulantes japoneses, hasta el último guardiamarina, realizaban constantes ejercicios y juegos con el fin de mejorar su visión nocturna; lo que unido a lo anterior no hace extraño que en muchos encuentros, y pese al radar, fuesen los nipones quienes primero detectasen los barcos aliados. Y además había una ventaja japonesa extra: las pésimas tácticas de combate nocturno americanas.

Prismaticos navales japoneses de 12 cm. Preciosa pieza de la magnífica página de militaria www.snyderstreasures.com.

Desde el principio, la base de las agrupaciones navales aliadas que operaban contra el Tokio Express estaban pensadas alrededor del crucero, ligero y pesado, escoltado de destructores subordinados, y sin autonomía propia, al primero, y donde primaba el tiro de artillería dirigida por el último grito en tecnología naval: el radar. El uso del torpedo, quedaba subordinado al remate, más bien descabello, de las unidades dañadas previamente. El radar era una gran ventaja, pero presentaba notorios inconvenientes.
Los radares de exploración de la época, el SC-2 y el SG-1 estaban diseñados para la detección aérea y no la de superficie. El SG-1 tenía la ventaja de introducir el Plan Position Indicador o PPI, es decir, la pantalla circular que todos conocemos y asociamos al radar. La información que proporcionaban estaba asociada al radar de dirección de tiro Mk4 que montaban cruceros y destructores; y veamos como funcionaba para comentar sus limitaciones.

Radar SC-2...
y el SG compartiendo mástil con el SC-2

Una vez obtenida una idea de la demora y rango del contacto, el operador del Mk4 apuntaba las dos antenas en su dirección con una anchura de detección elegible entre las 500 y las 1000 yardas. Tras adquirir el contacto, y comprobar en su pantalla que las señales de ambas antenas estaban a una distancia precisa y a la misma altura, calculaba de forma más exacta la situación del contacto así como su rumbo y velocidad; información que pasaba al control de fuego artillero y torpedero para los cálculos precisos. Sin embargo, si el blanco estaba pegado a tierra (como navega todo buen torpedero que quiera sorprender) los ecos de tierra causaban confusión con los del blanco y dificultaban la detección. En los entrenamientos, realizados en los mismos lugares, los radaristas habían estudiado con cuidado los ecos habituales de los accidentes terrestres y los confrontaron con cartas marítimas precisas, eliminando en gran medida dicho problema. Algo que como es lógico suponer no podían realizar en una región desconocida y mal cartografiada como eran las islas Salomón.

Pantalla del radar de tiro Mk4. Tomado del excelente libro de Osprey Publishing Duel Series nº 48.

El Mk4 tenía también problemas al seguir a un blanco rápido y maniobrable, y si había varios contactos, la señal tendía a solaparse con el más cercano, la cabeza de la formación usualmente, mostrándolo como muy definido y ocultando así al resto. En la doctrina naval nocturna americana, según se obtenía una buena solución de tiro, se realizaba un fuego graneado y rápido sobre el blanco, tendente a rodearlo de disparos, intentando así ocasionar impactos e incendios que permitiesen un cálculo más preciso con medios ópticos, y esa táctica los ponía en brutal desventaja.

Torre de dirección de tiro Mk37A con la antena del Mk4 encima.

El alcance eficaz y adecuado del Mk4 para un buen tiro estaba dentro de las 12.000 yardas, es decir, dentro de la envuelta más eficaz de uso del torpedo Type 93, y además, obligaba a mantener la formación, lo que la hacía más vulnerable al torpedeo. Pero los piques de agua de los impactos cercanos, en los radares americanos se mostraban como un blanco mucho más claro y definido que el objetivo en sí, lo que hacía que los siguientes cálculos se realizasen sobre éstos y no sobre el blanco en sí. Si a ello añadimos que normalmente, al mismo blanco terminaban tirando varios barcos, aparecía un fenómeno que los radaristas llamaban chasing o rocking splashes. Al dejar de tirar, desaparecían esos ecos, y se asumía que el tiro había sido eficaz y el blanco se había hundido. Cuando se readquiría el mismo objetivo, como es de esperar, la confusión entre los mandos era tremenda.

Pantalla de un PPI. Cuando aprendieron a usarla, los americanos sellaron la suerte de los japoneses en batallas nocturnas.

¿De locos, verdad? Pues añadidle que la pólvora sin humo y sin firma visual que usaban al principio proporcionaba unos fogonazos temibles, que los proyectiles iluminantes (los populares star shells o de estrella, en español) tenían una balística horrible y alumbraban poco y mal, y que en la mayoría de las ocasionas las formaciones se realizaban a partir de los barcos existentes y que no habían entrenado apenas en conjunto; y se tiene una idea clara del por qué de muchas derrotas aliadas en combates nocturnos en esos primeros meses.

Fotografía de 1943. Se le hizo al crucero ligero USS Helena mientras disparaba a fuerzas japonesas. Se aprecian los importantes destellos de sus cañones principales de 6 pulgadas.

Era costumbre de Tanaka planear con mucho cuidado sus operaciones, buscando las mayores posibilidades de éxito, y minimizando al máximo posible las pérdidas. No era raro, tampoco, el que poco antes de zarpar, el propio Raizo, con algunos ayudantes, se presentase en alguno de los destructores y o bien tomase el mando o simplemente observase el resultado de su planificación, compartiendo así riesgos y miedos con sus hombres. Y algo así granjea respeto y lealtad de forma inmediata. Y en una de esas operaciones, embarcado en el destructor IJN Naganami, el 30 de noviembre de 1942, durante la batalla de Tassafaronga, llegaría su mejor momento.

IJN Naganami.

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