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jueves, 17 de enero de 2013

EL ÚLTIMO VAQUERO (Parte 1)



No era el primer aviso, ni tampoco era el último, pero la segunda nota, clavada en la puerta de la cabaña de William Lewis, en el Valle de Chugwater, en el territorio de Wyoming, era bien clara: “Mr. Lewis, deje de robar y matar el ganado de otros hombres, y o bien quítese la vida, o abandone este territorio en el plazo de tres días”. No le hizo caso, al igual que con la primera, ni tampoco quiso seguir esas instrucciones tras recibir un disparo de rifle, en el suelo, muy cerca de una de sus botas, días después.

No era tampoco un buen hombre. Sin apenas amigos, violento y pendenciero, con varios crímenes a sus espaldas, se había instalado en Wyoming no hacía mucho tiempo. No había comprado ganado alguno, ni semillas, ni aperos de labranza. Pero se sacaba sus buenos dólares “echando el lazo” a ganado extraviado y no tan extraviado, al que en pleno campo remarcaba y los hacía pasar como propios. Pero ese ganado tenía dueño, y eran miembros de la poderosa Wyoming Stockgrowers Associaton (la poderosa WGSA). Y esa gente no perdonaba actos semejantes…así que al día siguiente del disparo en el suelo, mientras se iba a supervisar sus corrales, un disparo en pleno centro del pecho, seguido de dos rápidos disparos en abdomen y cadera le mataron antes de tocar el suelo. 

Días después, otro personaje similar, que había perdido un brazo en la guerra de Secesión, pero que pese a ello no tenía problema alguno en cobrarse ganado de otros propietarios, grandes y pequeños, de nombre Fred Powell, recibió, tras los avisos pertinentes, y en presencia de uno de sus empleados, un certero disparo en el corazón. Es Abril de 1895, territorio de Wyoming, y está comenzando, quizás, la última guerra ganadera a la antigua usanza.

El ganado vacuno, al igual que el ferrocarril y la minería, sería uno de los grandes motores económicos del oeste americano en las últimas décadas del siglo XIX. Con grandes esfuerzos y riesgos, salpicados de dolorosos fracasos y ruinas, en diversos territorios se habían formado las grandes fortunas ganaderas. El ferrocarril, al principio amenazante, había supuesto la posibilidad de extender el comercio de carne y otros productos a grandes distancias, facilitando el mantenimiento de grandes manadas de ganado, y la creación de inmensas fortunas. Eran hombres pudientes y muy poderosos, pero a partir de 1880, su sistema de vida y negocio comenzó a estar seriamente amenazado.

 Wyoming fue de los últimos territorios donde se constituyeron los grandes emporios ganaderos, y pese a parecer enormemente atractivo para ello, la dureza del terreno y del clima, causó no pocos fracasos y ruinas, y demandó un gran trabajo para conseguir sacar adelante las grandes explotaciones. Los ganaderos supervivientes, muy ricos, y tras años de mucho esfuerzo, se asociaron en la ya mencionada WGSA para defender sus intereses. Pero a finales de los ochenta, todo comenzó a cambiar, y de forma muy vertiginosa.

Lo primero fueron unos años, concretamente de 1887 – 88 de grandes tormentas de nieve e inviernos muy largos, que mataron a gran número de cabezas de ganado, y cuyas intensas heladas dejaron muy tocados los pastos de la región. Las pérdidas económicas fueron inmensas. Lo segundo, fue que el gobierno federal comenzó a vender y repartir tierras a los inmigrantes que venían del este, favorecido por las grandes compañías ferroviarias, que deseaban desesperadamente ese aumento de colonos, a fin de lograr hacer rentables de una vez por todas, las ruinosas líneas del noroeste. Los colonos, fueron miserablemente engañados: se les prometió tierras bien feraces, cerca de ríos, en las que sólo había que arar, sembrar y esperar las cosechas. De hecho, se les llegó a enseñar fotografías realizadas a cosechas sensacionales e inmensas…tomadas en otros territorios. Al llegar, se encontraron con tierras difíciles de labrar y un clima adverso para ganados y hombres por igual.

Foto moderna de traslado de ganado en Wyoming.

Las tierras que se les asignó, propiedad del gobierno, llevaban muchos años siendo usadas por los grandes barones ganaderos, que ya las veían como propias. Pero además, los colonos traían un nuevo invento con ellos, terriblemente amenazador para el delicado equilibrio socioeconómico del territorio: el alambre de espino. En 1874, el empresario de Illinois, Joseph F. Glidden perfeccionó el alambre de púas (recogida en la famosa patente nº 157.124), al modelo de hilo trenzado que conocemos hoy en día. Para la década de 1880, se fabricaba, bien barato el metro, en grandes cantidades, y se vendía sensacionalmente. Fue el final de las grandes praderas, de las grandes extensiones de pasto para el ganado, y de la necesidad de tantos cowboys. Y los pequeños propietarios, asentados muchas veces en zonas de paso, o cerca de abrevaderos naturales, rápidamente procedieron a cercar sus propiedades con el nuevo invento.
Joseph F. Glidden.
Patente 157.124.

Y peor aún: al tener poca experiencia en la ganadería en esa región, comenzaron a completar sus cabañas, con reses “extraviadas” (o directamente robadas) a los grandes barones ganaderos, a los que se las remarcaba rápidamente (marcajes que la asociación no reconocía al no estar registrados, registro bien caro, que había que hacerlo…en la propia asociación). Otros, procedentes de la inmigración europea, se dieron cuenta que el terreno era malo para el vacuno, pero bueno para el ganado ovino y caprino, el cual introdujeron en gran número en el territorio; ganado odiado por los barones, pues consideraban que debido a que arrancaba el pasto de raíz al comerlo, lo agotaban y destrozaban para sus grandes manadas vacunas. El conflicto estaba servido…

Al principio se intentó la vía legal, intentando eliminar la perniciosa costumbre de “echar el lazo” al ganado ajeno. Pero en los tribunales, los jurados estaban compuestos por los amigos, familiares y vecinos de los pequeños propietarios imputados, que casi nunca les condenaban. Enrabietados, los miembros de la WGSA comenzaron a meter bien a fondo la pata…rápidamente contrataron pistoleros, vaqueros amenazados por el nuevo cambio y crearon la controvertida figura del “cattle detective”, o detective del ganado, no para investigar los robos solamente, sino para llevar la justicia que ellos decidieran a esos propietarios. Incluso colocaron a uno de ellos, Frank M. Canton como Sheriff del condado de Johnson.

Frank M. Cotton.

En 1889, en una de sus primeras acciones, ahorcaron, acusándoles de cuatreros, en su propio rancho, a los propietarios del Saloon local, una pareja venida del este, llamados Jim Averell y Ella Watson. No sólo causaron fuerte repulsa por ahorcar a una mujer, sino que además se hizo con nudo corredizo, y no con el tradicional, en un intento de causar más sufrimiento a las víctimas. Pese a que hubo seis arrestos, la presión política y las amenazas a los posibles testigos impidieron la celebración de juicio. No sería ni el primero ni el último de los linchamientos.

Ella Watson. Su brutal linchamiento conmocionó todo un país.

Los pequeños propietarios, bajo el liderazgo de Nat Champion, propietario del KC Ranch, se asociaron en 1891 en la Northern Wyoming Farmers and Stock Growers’ Association (NWFSGA), y en amplio desafío, comenzaron a registrar las marcas de pequeños ganaderos por un precio módico. Era un claro desafío a la poderosa WGSA, y éstos recogieron el guante…de tal manera, que saldrían bien escaldados ante la opinión pública.

Se decidieron por la acción más directa posible. En Paris, Texas, contrataron un nutrido grupo de pistoleros, en total unos 23, a los que pagarían, aparte de dotarles con equipo completo desde armas a caballos y ropa, unos 5 dólares diarios, y unos 50 dólares por cada ranchero, de una nutrida lista negra, asesinado. Al grupo se les unieron varios miembros prominentes de la WGSA, un cirujano, el Doctor Charles Penrose, dos periodistas, Ed Towse del Cheyenne Sun y Sam T. Clover del Chicago Herald…y hasta un senador del estado de Wyoming, Bob Tisdale. El grupo llegó a Wyoming, en abril de 1892, en un tren especial fletado por los poderosos barones ganaderos. Pasarían a la historia como los “Invasores de Wyoming” o los “Reguladores de Wolcott” (por Frank Wolcott, presidente de la WGSA en aquellos momentos).

Los "Reguladores de Wolcott"
La primera acción, dura, directa y a la cabeza: el asedio y asalto del KC Ranch de Nat Champion, en 9 de abril de 1892. Terminó en el incendio del rancho, y a Champion,  con un revólver en la mano y un cuchillo en la otra, saliendo a campo abierto y siendo abatido por los reguladores. Tal despliegue fue observado por testigos, y un miembro de la NWFSGA, el pequeño ranchero Jack Flagg, que salió disparado a  uña de caballo a buscar al Sheriff… no a Frank Canton, no, que de hecho estaba en el asedio del KC, si no hasta Buffalo, donde allí el Sheriff organizó una partida de 200 hombres que salieron a por los pistoleros texanos.

Dicha partida logró sorprender y asediar a los “invasores” en el Rancho TA, en Crazy Woman Creek. Uno de los reguladores, logró eludir el cerco, y contactar con el gobernador del estado de Wyoming (en funciones), Amos W. Barber, el cual presionó al presidente de los EEUU, el republicano Benjamín Harrison, que con prontitud envió al rescate al 6º de caballería de Fort McKinney. Los soldados salvaron a los reguladores de una muerte cierta, y los pusieron a disposición de la justicia. Fueron puestos rápidamente en libertad, y nadie fue juzgado por el asalto al KC Ranch.

Benjamin Harrison.

El escándalo político fue de primera magnitud. Se tuvo que retirar de la región al 6º de caballería, que ya estaba a sueldo, de forma descarada, de los grandes barones ganaderos; y sustituirlo por el 9º de caballería…una unidad de soldados de color, de los famosos “soldados búfalo”, lo que ocasionó a su vez sus buenos conflictos. Modernamente, se dice, que las repercusiones del proceder de dicho presidente republicano, siguen hasta hoy, pues el estado de Wyoming, tradicionalmente, sigue siendo un feudo del partido demócrata.

Estas pésimas decisiones fueron una gran derrota para la imagen pública y el poder de la WGSA, debilitándola de forma notoria. Y una gran victoria para los pequeños propietarios, pero también fue un imán para gente como William Lewis o Fred Powell, cuatreros sin escrúpulos, que vieron en dicho vacío de poder una oportunidad de vida. Estaba claro que los grandes barones no se iban a quedar de brazos cruzados, y esta vez, eligieron una alternativa mucho más discreta, pero más terrorífica…y aquí, en nuestra historia, es cuando debe entrar el protagonista de este post: el legendario Tom Horn. 

Tom Horn.

Tom Horn nace el 21 de noviembre de 1860 en Missouri, en el condado de Escocia. Quinto hijo de doce, sus padres eran granjeros, de fuertes convicciones religiosas, y muy rápidos a la hora del castigo físico. Tanto, que a los 15 años abandonaría el hogar paterno, harto de las continuas palizas que su padre le propinaba. Después de un corto periodo como corro a caballo, terminaría ingresando en el ejército, como explorador, en una de las campañas más duras de todo el siglo XIX: la guerra contra los Apaches.

Pese a su escasa educación académica, su gran talento para la supervivencia, inteligencia natural y vivacidad, llamarían poderosamente la atención de uno de los grandes jefes de exploradores de todas las épocas: Al Sieber. Rápidamente aprendería el joven Horn a hablar, con gran fluidez, el español, el apache, e incluso se comenta que el alemán natal de su mentor. Además se convertiría en un gran explorador, experto tirador y en un duro y paciente rastreador. Más adelante, le sería muy útil todo ese rango de grandes habilidades. Serviría en dicha campaña hasta el final, cuando tenía ya 27 años, y muy molesto por el duro trato que se le daría a los apaches al terminar la contienda. Se dice que incluso fue intérprete en la rendición del gran y legendario chamán Gerónimo…

Al Sieber.
Foto ya mítica de Gerónimo.

Intentó la minería durante una corta temporada. “Muy lenta y pesada”, diría en sus memorias, por lo que comenzaría a participar en rodeos, y torneos de lazo; destacando en ambas. Pero en abril de 1887, se trasladaría a Pleasant Valley, Arizona, donde caería en medio de una de las guerras ganaderas más brutales de finales de siglo, la que enfrentaría a dos grandes clanes: los Graham, criadores de ganado vacuno, con los Tewksbury, criadores de ovino. Sería empleado como ayudante por el Sheriff del condado de Yavapai, Bucky O’Neil, para luego pasar a ser ayudante en el condado de Apache. En sus memorias declaró que su trabajo era el de un “mediador”, pero se sabe que aceptó “encargos” de uno y otro bando, sin atisbo de pudor alguno. No vería el fin de la guerra, pues dos años después, una detención de ciertos miembros de los Graham terminó en varios de ellos muertos, en un oscuro y rápido tiroteo, a manos de Tom Horn. La guerra acabó en 1892, lisa y llanamente porque ambas familias se habían aniquilado con tanta saña…que ya no quedaba apenas nadie en pie para continuarla.

Se uniría después a la agencia Pinkerton, haciendo de Colorado y el territorio de Oklahoma sus campos principales de actuación. No le gustó el trabajo, pues se sentía demasiado encorsetado y dirigido, lo que le llevaría a frecuentes roces con sus superiores. En una de sus misiones, conocería a uno de los ganaderos más importantes de Wyoming, John Coble, miembro de la WGSA, con quien establecería una amistad que duraría toda la vida.

Allí conoció de primera mano los problemas de los grandes barones, y la necesidad que tenían de cierto tipo de “operativos” que hiciesen cierto tipo de trabajos especialmente sucios, y sin la vergonzosa publicidad de los “invasores de Wyoming” o los linchamientos de mujeres. La libertad era casi total, y la paga era muy buena; llegando a cobrar incluso unos astronómicos 600 $ por muerte. Dejó a los Pinkerton (se dice que incluso lo echaron por un turbio asunto que incluía un robo), y se puso a trabajar de “detective de ganado”.

Lewis y Powell no fueron sus primeras víctimas, ni tampoco las últimas; pero sí dos muertes que impresionaron y mucho, y lograron que abandonase el territorio un gran número de colonos. En total, se discute, que aquellos años pudo haber matado entre 25 a 35 personas. Su técnica, siempre la misma: tras los correspondientes avisos, súbitamente y desde la distancia, se recibía un preciso disparo mortal del calibre .30 – 30. No había defensa ante tal fantasma, y se podía recibir en cualquier momento: al salir de casa, al cabalgar, al volver de una buena juerga en el Saloon, mientras se marcaba reses…el terror que ocasionaron tales tácticas fue inmenso, y además, unos hechos ante los cuales la ley de la época se encontraba impotente: no había testigos, y sí numerosos amigos y empleadores que proporcionaban la adecuada coartada a su “ángel exterminador”.

2 comentarios:

  1. LAS GUERRAS ganaderas del salvaj e wyoming se desarrollan en los noventa,epoca en que se habia confinado a los indios en reservas y las grandes bandas de forajidos habian sido diezmadas,se supone que el salvaje oeste se estaba pacificando pero la actitud de los grandes rancheros demuestra que la ley del revolver seguia vigente

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  2. LAS GUERRAS ganaderas del salvaj e wyoming se desarrollan en los noventa,epoca en que se habia confinado a los indios en reservas y las grandes bandas de forajidos habian sido diezmadas,se supone que el salvaje oeste se estaba pacificando pero la actitud de los grandes rancheros demuestra que la ley del revolver seguia vigente

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