No era el primer aviso, ni tampoco era
el último, pero la segunda nota, clavada en la puerta de la cabaña de William
Lewis, en el Valle de Chugwater, en el territorio de Wyoming, era bien clara: “Mr. Lewis, deje de robar y matar el ganado
de otros hombres, y o bien quítese la vida, o abandone este territorio en el
plazo de tres días”. No le hizo caso, al igual que con la primera, ni
tampoco quiso seguir esas instrucciones tras recibir un disparo de rifle, en el
suelo, muy cerca de una de sus botas, días después.
No era tampoco un buen hombre. Sin
apenas amigos, violento y pendenciero, con varios crímenes a sus espaldas, se
había instalado en Wyoming no hacía mucho tiempo. No había comprado ganado
alguno, ni semillas, ni aperos de labranza. Pero se sacaba sus buenos dólares
“echando el lazo” a ganado extraviado y no tan extraviado, al que en pleno
campo remarcaba y los hacía pasar como propios. Pero ese ganado tenía dueño, y
eran miembros de la poderosa Wyoming
Stockgrowers Associaton (la poderosa WGSA). Y esa gente no perdonaba actos
semejantes…así que al día siguiente del disparo en el suelo, mientras se iba a
supervisar sus corrales, un disparo en pleno centro del pecho, seguido de dos
rápidos disparos en abdomen y cadera le mataron antes de tocar el suelo.
Días después, otro personaje similar,
que había perdido un brazo en la guerra de Secesión, pero que pese a ello no
tenía problema alguno en cobrarse ganado de otros propietarios, grandes y
pequeños, de nombre Fred Powell, recibió, tras los avisos pertinentes, y en
presencia de uno de sus empleados, un certero disparo en el corazón. Es Abril
de 1895, territorio de Wyoming, y está comenzando, quizás, la última guerra
ganadera a la antigua usanza.
El ganado vacuno, al igual que el
ferrocarril y la minería, sería uno de los grandes motores económicos del oeste
americano en las últimas décadas del siglo XIX. Con grandes esfuerzos y
riesgos, salpicados de dolorosos fracasos y ruinas, en diversos territorios se
habían formado las grandes fortunas ganaderas. El ferrocarril, al principio
amenazante, había supuesto la posibilidad de extender el comercio de carne y
otros productos a grandes distancias, facilitando el mantenimiento de grandes
manadas de ganado, y la creación de inmensas fortunas. Eran hombres pudientes y
muy poderosos, pero a partir de 1880, su sistema de vida y negocio comenzó a
estar seriamente amenazado.
Wyoming
fue de los últimos territorios donde se constituyeron los grandes emporios
ganaderos, y pese a parecer enormemente atractivo para ello, la dureza del
terreno y del clima, causó no pocos fracasos y ruinas, y demandó un gran
trabajo para conseguir sacar adelante las grandes explotaciones. Los ganaderos
supervivientes, muy ricos, y tras años de mucho esfuerzo, se asociaron en la ya
mencionada WGSA para defender sus intereses. Pero a finales de los ochenta,
todo comenzó a cambiar, y de forma muy vertiginosa.
Lo primero fueron unos años,
concretamente de 1887 – 88 de grandes tormentas de nieve e inviernos muy
largos, que mataron a gran número de cabezas de ganado, y cuyas intensas
heladas dejaron muy tocados los pastos de la región. Las pérdidas económicas
fueron inmensas. Lo segundo, fue que el gobierno federal comenzó a vender y
repartir tierras a los inmigrantes que venían del este, favorecido por las
grandes compañías ferroviarias, que deseaban desesperadamente ese aumento de
colonos, a fin de lograr hacer rentables de una vez por todas, las ruinosas
líneas del noroeste. Los colonos, fueron miserablemente engañados: se les
prometió tierras bien feraces, cerca de ríos, en las que sólo había que arar,
sembrar y esperar las cosechas. De hecho, se les llegó a enseñar fotografías
realizadas a cosechas sensacionales e inmensas…tomadas en otros territorios. Al
llegar, se encontraron con tierras difíciles de labrar y un clima adverso para
ganados y hombres por igual.
Foto moderna de traslado de ganado en Wyoming. |
Las tierras que se les asignó,
propiedad del gobierno, llevaban muchos años siendo usadas por los grandes
barones ganaderos, que ya las veían como propias. Pero además, los colonos
traían un nuevo invento con ellos, terriblemente amenazador para el delicado
equilibrio socioeconómico del territorio: el alambre de espino. En 1874, el
empresario de Illinois, Joseph F. Glidden perfeccionó el alambre de púas
(recogida en la famosa patente nº 157.124), al modelo de hilo trenzado que
conocemos hoy en día. Para la década de 1880, se fabricaba, bien barato el
metro, en grandes cantidades, y se vendía sensacionalmente. Fue el final de las
grandes praderas, de las grandes extensiones de pasto para el ganado, y de la
necesidad de tantos cowboys. Y los pequeños propietarios, asentados muchas
veces en zonas de paso, o cerca de abrevaderos naturales, rápidamente
procedieron a cercar sus propiedades con el nuevo invento.
Joseph F. Glidden. |
Patente 157.124. |
Y peor aún: al tener poca experiencia
en la ganadería en esa región, comenzaron a completar sus cabañas, con reses
“extraviadas” (o directamente robadas) a los grandes barones ganaderos, a los
que se las remarcaba rápidamente (marcajes que la asociación no reconocía al no
estar registrados, registro bien caro, que había que hacerlo…en la propia
asociación). Otros, procedentes de la inmigración europea, se dieron cuenta que
el terreno era malo para el vacuno, pero bueno para el ganado ovino y caprino,
el cual introdujeron en gran número en el territorio; ganado odiado por los
barones, pues consideraban que debido a que arrancaba el pasto de raíz al
comerlo, lo agotaban y destrozaban para sus grandes manadas vacunas. El
conflicto estaba servido…
Al principio se intentó la vía legal,
intentando eliminar la perniciosa costumbre de “echar el lazo” al ganado ajeno.
Pero en los tribunales, los jurados estaban compuestos por los amigos,
familiares y vecinos de los pequeños propietarios imputados, que casi nunca les
condenaban. Enrabietados, los miembros de la WGSA comenzaron a meter bien a
fondo la pata…rápidamente contrataron pistoleros, vaqueros amenazados por el
nuevo cambio y crearon la controvertida figura del “cattle detective”, o detective del ganado, no para investigar los
robos solamente, sino para llevar la justicia que ellos decidieran a esos
propietarios. Incluso colocaron a uno de ellos, Frank M. Canton como Sheriff
del condado de Johnson.
Frank M. Cotton. |
En 1889, en una de sus primeras
acciones, ahorcaron, acusándoles de cuatreros, en su propio rancho, a los propietarios
del Saloon local, una pareja venida del este, llamados Jim Averell y Ella
Watson. No sólo causaron fuerte repulsa por ahorcar a una mujer, sino que
además se hizo con nudo corredizo, y no con el tradicional, en un intento de
causar más sufrimiento a las víctimas. Pese a que hubo seis arrestos, la
presión política y las amenazas a los posibles testigos impidieron la
celebración de juicio. No sería ni el primero ni el último de los
linchamientos.
Ella Watson. Su brutal linchamiento conmocionó todo un país. |
Los pequeños propietarios, bajo el
liderazgo de Nat Champion, propietario del KC Ranch, se asociaron en 1891 en la
Northern Wyoming Farmers and Stock
Growers’ Association (NWFSGA), y en amplio desafío, comenzaron a registrar
las marcas de pequeños ganaderos por un precio módico. Era un claro desafío a
la poderosa WGSA, y éstos recogieron el guante…de tal manera, que saldrían bien
escaldados ante la opinión pública.
Se decidieron por la acción más directa
posible. En Paris, Texas, contrataron un nutrido grupo de pistoleros, en total
unos 23, a los que pagarían, aparte de dotarles con equipo completo desde armas
a caballos y ropa, unos 5 dólares diarios, y unos 50 dólares por cada ranchero,
de una nutrida lista negra, asesinado. Al grupo se les unieron varios miembros
prominentes de la WGSA, un cirujano, el Doctor Charles Penrose, dos
periodistas, Ed Towse del Cheyenne Sun
y Sam T. Clover del Chicago Herald…y
hasta un senador del estado de Wyoming, Bob Tisdale. El grupo llegó a Wyoming,
en abril de 1892, en un tren especial fletado por los poderosos barones ganaderos.
Pasarían a la historia como los “Invasores de Wyoming” o los “Reguladores de
Wolcott” (por Frank Wolcott, presidente de la WGSA en aquellos momentos).
Los "Reguladores de Wolcott" |
La primera acción, dura, directa y a la
cabeza: el asedio y asalto del KC Ranch de Nat Champion, en 9 de abril de 1892.
Terminó en el incendio del rancho, y a Champion, con un revólver en la mano y un cuchillo en
la otra, saliendo a campo abierto y siendo abatido por los reguladores. Tal
despliegue fue observado por testigos, y un miembro de la NWFSGA, el pequeño
ranchero Jack Flagg, que salió disparado a
uña de caballo a buscar al Sheriff… no a Frank Canton, no, que de hecho
estaba en el asedio del KC, si no hasta Buffalo, donde allí el Sheriff organizó
una partida de 200 hombres que salieron a por los pistoleros texanos.
Dicha partida logró sorprender y
asediar a los “invasores” en el Rancho TA, en Crazy Woman Creek. Uno de
los reguladores, logró eludir el cerco, y contactar con el gobernador del
estado de Wyoming (en funciones), Amos W. Barber, el cual presionó al
presidente de los EEUU, el republicano Benjamín Harrison, que con prontitud
envió al rescate al 6º de caballería de Fort McKinney. Los soldados salvaron a
los reguladores de una muerte cierta, y los pusieron a disposición de la
justicia. Fueron puestos rápidamente en libertad, y nadie fue juzgado por el
asalto al KC Ranch.
Benjamin Harrison. |
El escándalo político fue de primera
magnitud. Se tuvo que retirar de la región al 6º de caballería, que ya estaba a
sueldo, de forma descarada, de los grandes barones ganaderos; y sustituirlo por
el 9º de caballería…una unidad de soldados de color, de los famosos “soldados
búfalo”, lo que ocasionó a su vez sus buenos conflictos. Modernamente, se dice,
que las repercusiones del proceder de dicho presidente republicano, siguen
hasta hoy, pues el estado de Wyoming, tradicionalmente, sigue siendo un feudo
del partido demócrata.
Estas pésimas decisiones fueron una
gran derrota para la imagen pública y el poder de la WGSA, debilitándola de
forma notoria. Y una gran victoria para los pequeños propietarios, pero también
fue un imán para gente como William Lewis o Fred Powell, cuatreros sin
escrúpulos, que vieron en dicho vacío de poder una oportunidad de vida. Estaba
claro que los grandes barones no se iban a quedar de brazos cruzados, y esta
vez, eligieron una alternativa mucho más discreta, pero más terrorífica…y aquí,
en nuestra historia, es cuando debe entrar el protagonista de este post: el
legendario Tom Horn.
Tom Horn. |
Tom Horn nace el 21 de noviembre de
1860 en Missouri, en el condado de Escocia. Quinto hijo de doce, sus padres
eran granjeros, de fuertes convicciones religiosas, y muy rápidos a la hora del
castigo físico. Tanto, que a los 15 años abandonaría el hogar paterno, harto de
las continuas palizas que su padre le propinaba. Después de un corto periodo
como corro a caballo, terminaría ingresando en el ejército, como explorador, en
una de las campañas más duras de todo el siglo XIX: la guerra contra los
Apaches.
Pese a su escasa educación académica,
su gran talento para la supervivencia, inteligencia natural y vivacidad,
llamarían poderosamente la atención de uno de los grandes jefes de exploradores
de todas las épocas: Al Sieber. Rápidamente aprendería el joven Horn a hablar,
con gran fluidez, el español, el apache, e incluso se comenta que el alemán
natal de su mentor. Además se convertiría en un gran explorador, experto
tirador y en un duro y paciente rastreador. Más adelante, le sería muy útil
todo ese rango de grandes habilidades. Serviría en dicha campaña hasta el
final, cuando tenía ya 27 años, y muy molesto por el duro trato que se le daría
a los apaches al terminar la contienda. Se dice que incluso fue intérprete en
la rendición del gran y legendario chamán Gerónimo…
Al Sieber. |
Foto ya mítica de Gerónimo. |
Intentó la minería durante una corta
temporada. “Muy lenta y pesada”, diría en sus memorias, por lo que comenzaría a
participar en rodeos, y torneos de lazo; destacando en ambas. Pero en abril de
1887, se trasladaría a Pleasant Valley, Arizona, donde caería en medio de una
de las guerras ganaderas más brutales de finales de siglo, la que enfrentaría a
dos grandes clanes: los Graham, criadores de ganado vacuno, con los Tewksbury,
criadores de ovino. Sería empleado como ayudante por el Sheriff del condado de Yavapai,
Bucky O’Neil, para luego pasar a ser ayudante en el condado de Apache. En sus
memorias declaró que su trabajo era el de un “mediador”, pero se sabe que
aceptó “encargos” de uno y otro bando, sin atisbo de pudor alguno. No vería el
fin de la guerra, pues dos años después, una detención de ciertos miembros de
los Graham terminó en varios de ellos muertos, en un oscuro y rápido tiroteo, a
manos de Tom Horn. La guerra acabó en 1892, lisa y llanamente porque ambas
familias se habían aniquilado con tanta saña…que ya no quedaba apenas nadie en
pie para continuarla.
Se uniría después a la agencia
Pinkerton, haciendo de Colorado y el territorio de Oklahoma sus campos
principales de actuación. No le gustó el trabajo, pues se sentía demasiado
encorsetado y dirigido, lo que le llevaría a frecuentes roces con sus superiores.
En una de sus misiones, conocería a uno de los ganaderos más importantes de
Wyoming, John Coble, miembro de la WGSA, con quien establecería una amistad que
duraría toda la vida.
Allí conoció de primera mano los
problemas de los grandes barones, y la necesidad que tenían de cierto tipo de
“operativos” que hiciesen cierto tipo de trabajos especialmente sucios, y sin
la vergonzosa publicidad de los “invasores de Wyoming” o los linchamientos de
mujeres. La libertad era casi total, y la paga era muy buena; llegando a cobrar
incluso unos astronómicos 600 $ por muerte. Dejó a los Pinkerton (se dice que
incluso lo echaron por un turbio asunto que incluía un robo), y se puso a
trabajar de “detective de ganado”.
Lewis y Powell no fueron sus primeras
víctimas, ni tampoco las últimas; pero sí dos muertes que impresionaron y
mucho, y lograron que abandonase el territorio un gran número de colonos. En
total, se discute, que aquellos años pudo haber matado entre 25 a 35 personas.
Su técnica, siempre la misma: tras los correspondientes avisos, súbitamente y
desde la distancia, se recibía un preciso disparo mortal del calibre .30 – 30.
No había defensa ante tal fantasma, y se podía recibir en cualquier momento: al
salir de casa, al cabalgar, al volver de una buena juerga en el Saloon,
mientras se marcaba reses…el terror que ocasionaron tales tácticas fue inmenso,
y además, unos hechos ante los cuales la ley de la época se encontraba
impotente: no había testigos, y sí numerosos amigos y empleadores que
proporcionaban la adecuada coartada a su “ángel exterminador”.
LAS GUERRAS ganaderas del salvaj e wyoming se desarrollan en los noventa,epoca en que se habia confinado a los indios en reservas y las grandes bandas de forajidos habian sido diezmadas,se supone que el salvaje oeste se estaba pacificando pero la actitud de los grandes rancheros demuestra que la ley del revolver seguia vigente
ResponderEliminarLAS GUERRAS ganaderas del salvaj e wyoming se desarrollan en los noventa,epoca en que se habia confinado a los indios en reservas y las grandes bandas de forajidos habian sido diezmadas,se supone que el salvaje oeste se estaba pacificando pero la actitud de los grandes rancheros demuestra que la ley del revolver seguia vigente
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