Para la década de 1870 estaba claro que
los días de la forma de vida tradicional de los Sioux, estaban contados. Una
vez terminada la guerra de secesión, y abiertas las principales rutas de
inmigración al oeste, el destino más seguro de la nación Sioux y el resto de
los indios de las grandes llanuras, era que poco a poco la gran marea de
colonos, con su cultura, armas, medios productivos y enfermedades infecciosas;
terminarían por reducir su número y absorberlos progresivamente. Pero el futuro
reservaba a la nación Lakota una nueva guerra más: la gran guerra Sioux de 1876
a 1878.
Y el inicio de la misma tuvo lugar en
campos de batalla bien situados al este…concretamente en Europa. En 1871 la
Francia de Napoleón III fue clamorosamente derrotada por la Prusia de Bismarck
y el Kaiser Guillermo. Las “reparaciones” de guerra fueron cuantiosas; tanto,
que el incipiente estado germano dejó de emitir monedas de plata, y cambió su
patrón mixto de plata – oro, por uno basado en el oro, hecho que poco a poco
comenzó a ser imitado. Francia, a su vez, se arruinó, y no pudo pagar las
numerosas deudas que había contraído en las dos décadas anteriores. Poco a
poco, se fue gestando una crisis económica muy intensa…
El final de la Guerra Franco - Prusiana: un derrotado Napoleón III conversa con Otto Von Bismarck. |
En los EEUU, la factura de la guerra de
Secesión era inmensa. El Norte endeudado hasta las cejas, y el Sur, quebrado y
destruido, y con gran necesidad de ser reconstruido. La inflación se disparó, y
pudo ser controlada a base de más deuda pública, y de una política monetaria de
emisión de dinero muy estricta. Como motor de la economía se impuso la
expansión hacia el oeste y la explotación de sus recursos naturales, y sobre
todo la construcción de ferrocarriles. Y como pasó en España a finales de la
década de 1860, la mayoría presentaban balances muy negativos, y los fondos de
inversión que los sostenían eran claramente piramidales. Y como forma de aguantar
todo el entramado, estaba la explotación de las minas de plata, que surtían,
sobre todo a los países europeos…potencias que estaban adoptando el patrón oro
en exclusiva…y en las que se había invertido un cuantioso capital para ponerlas
en marcha y hacerlas rentables.
En Septiembre de 1873, en la Unión,
todo el sistema se derrumbó, y al igual que ahora, su Lehman Brothers fue la Jay&Cooke
Company, que poseía importantes acciones de ferrocarril, sobre todo la fallida
Northern Pacific Railway, muy afectada por el tratado de Fort Laramie, y que de
la noche a la mañana, no pudo hacer frente a sus vencimientos. Su quiebra
comenzó a arrastrar en cadena a numerosos fondos inversores y bancos, y se vio
agravado por tres acontecimientos: el “viernes negro” de 1869, causado por dos
especuladores (Jay y Gould, ayudados por un cuñado del presidente Ulyses Grant)
en una chapucera maniobra para hacerse con el mercado del oro de Nueva York; el
gran incendio de Chicago de 1871, y los inmensos daños en la ganadería de la
epidemia de gripe equina de 1872. El clavo del ataúd fue la Coinage Act de 1873, por la que el estado federal dejaba
de comprar plata, y pasaba a un patrón oro en la práctica; decisión que devaluó
de forma importante los beneficios de la misma, que sustentaban muchas de estas
inversiones.
El "viernes Negro". Ilustración de la época. |
La crisis fue severa y larga, y sería
conocida por varios nombres: desde la “gran depresión” (perdería su nombre a
favor de una aún peor de 1929), pasando por el “pánico de 1873”, o la “crisis
larga”; pues sus efectos durarían hasta 1879. ¿Y a los Sioux, qué les importaba
todo esto? Sencillo, pues desde hacía mucho tiempo se rumoreaba que sus
sagradas Black Hills ocultaban importantes depósitos de oro…
Y para desmentirlo, en 1874, se envió
una expedición geológica, escoltada por un nutrido destacamento militar, al
mando de un joven y bien conocido oficial: George Amstrong Custer. Su finalidad
era demostrar que no había oro en tal lugar, pero de entrada se hizo algo mal:
se vulneró el tratado de Fort Laramie de 1868, pues no se pidió permiso a los
Lakota para atravesar su territorio. Pero lo peor estaba por venir: en las
Black Hills SI había oro.
La expedición de las Black Hills de 1874. |
Se ha acusado a Custer, durante muchos
años, de inflamar la fiebre del oro de 1873 por pura ambición política,
diciendo que exageró la presencia del preciado metal, pues si bien lo había, no
era en gran cantidad ni sencillo de extraer. Sin embargo, no hay documentos que
lo prueben, y su informe sólo menciona aspectos formales de su labor y de su
misión. El informe geológico tampoco exageraba, pero el boca a boca, los
rumores, y la desesperación de un gran número de almas empobrecidas y
arruinadas por la crisis convirtieron el territorio Sioux en una nueva
California.
El gobierno federal, en plena situación
de recesión económica no veía con malos ojos la explotación del yacimiento, así
que informó que impediría el acceso a las Black Hills en cumplimiento del
tratado, pero a la vez, insistió en que no podía impedir que sus ciudadanos
buscasen la prosperidad donde se hallase. Hablando en plata…perdón, oro…lo que
necesitaban era un casus belli para
iniciar otra guerra con los Sioux, y echarlos de allí. Y los Lakota, con sus
ataques a los buscadores y razzias en territorios cercanos se lo proporcionaron
en bandeja. Cierto es que algún jefe que conocía bien el poder industrial y
militar del hombre blanco, como por ejemplo el propio Nube Roja, intentó
entablar negociaciones. Por ejemplo, el propio Nube Roja, propuso en consejo,
vender las Black Hills al estado federal a cambio de 70 millones de dólares y
la titularidad de los territorios “cedidos” en 1868; conceptos ajenos a la
tradición Sioux, y que casi le cuestan la cabeza. En una negociación posterior,
el gobierno les ofrecería 25.000 miserables dólares, y nuevos territorios muy
lejos de las grandes llanuras, lo que fue considerado por los indios como una
gran afrenta. Es irónico, era la primera vez que se les trataba como iguales,
como un blanco avaricioso y poderoso negocia con otro blanco más débil y mucho
menos afortunado.
Casus Belli: las Black Hills en una foto moderna. |
El ejército americano de la década de
los 70 había mejorado muchísimo respecto a años anteriores. Los salarios
seguían siendo bajos, pero el material, en especial, las armas, habían mejorado
sensiblemente. Ahora ya estaban al completo dotados de armas de cartucho
metálico y artillería ligera eficaz. Aparecían ya las primeras e imperfectas
ametralladoras Gatling, y lo más importante: habían establecido, desde la
guerra del sur de las Grandes Llanuras, a finales de los 60, la estrategia
correcta para derrotar a los indios.
Los mandos también eran expertos y eran
decididos. De entrada, a la cabeza del ejército estaba William Tecumseh
Sherman, general que no precisa presentación para los aficionados a la historia
militar: gran estratega, y abogado de la “guerra total”, y de la destrucción
implacable del enemigo. Al mando de las operaciones estaba el General Sheridan,
uno de los grandes que convirtió a la caballería de la Unión, durante la guerra
de Secesión, en un igual de las magníficas unidades a caballo confederadas. Los
mandos de los que se rodeó, eran la élite del ejército en su tiempo: Evans del
3º de caballería, Mckenzie del 4º, Carr del 5º, Miles del 5º de infantería…y un
tal George Amstrong Custer que mandaba el 7º. Al mando de los departamentos
correspondientes puso a tres generales
expertos de las guerras indias, John Gibbon, George Crook y Alfred Terry.
Había una debilidad crucial: en 1877
había elecciones presidenciales y de gobernadores de estados, y era claro ya
que el oeste debía jugar ya un papel importante en el país. Muchos de estos
mandos tenían claras ambiciones políticas, y no es de extrañar…eran famosos, no
se les rechazaba tanto como a los grandes magnates ganaderos o del ferrocarril,
y ya habían soportado muchos años de bajos salarios e incluso de haberse
degradado voluntariamente al final de la guerra para poder seguir sirviendo.
Era un factor que los envenenaría fatalmente.
Gatling de 1875. Muy imperfecta aún, pero signo de los nuevos tiempos. |
Y eso que tenían el manual perfecto de
las guerras indias: atacar los campamentos, persecución implacable y sin
descanso de los mismos olvidando las partidas de guerreros, disciplina de
movimiento y de fuego…y sobre todo, usar varias columnas de forma coordinada y
atacar en invierno. Las batallas de Washita, Soldier Springs y Summit Springs
contra Kiowas, Comanches y Cheyennes del sur habían demostrado lo válido de la
técnica. Pero aprendieron una lección que era peligrosísima contra los mucho
más expertos Lakotas: que los indios, ante la sospecha de fuerte oposición
huían, y que sólo se defendían con fiereza en acciones de retaguardia para
permitir la huida de un campamento cercano.
Aún así parecía que el US Army tenía
todos los triunfos, por lo que comenzó a suceder en 1876, simplemente carece de
una explicación lógica y certera…y todo empezó con el plan de campaña de
Sheridan. El plan era simple, y ya probado: tres columnas, convergentes,
barriendo un territorio (que era el doble que el de la campaña del sur de las
Grandes Llanuras). La que no era yunque, era martillo, y la sobrante cerraba la
tenaza. De haberse realizado de forma correcta, en invierno, ahora los Lakotas,
serían otro pequeño capítulo más de las guerras indias. Pero no fue así.
El plan de Sheridan. Fuente Atlas of The sioux Wars. |
La columna del General Gibbon partiría
del oeste, desde Fort Ellis, que guardaba el paso Bozeman. Crook, desde el sur,
desde Fort Fetterman, con poderosas fuerzas subiría desde el sur, por el
territorio del río Powder y del Tongue, para girar hacia el oeste, al brazo sur
del Rosebud; mientras que Ferry, barrería desde el este, partiendo del Fuerte
Abraham Lincoln, en Bismark, el final de la línea del ferrocarril. Y aquí lo
increíble: nadie se coordinó con nadie, ni había un mando supremo, pues
Sheridan, quedaría en su oficina, como simple observador, y sin preparar ni
calendarios, ni puntos de encuentro, no una cadena de mando clara en el
terreno. Las semillas de la catástrofe comenzaban a sembrarse…
Crook fue el primero en mover ficha,
pues oliéndose la campaña, había preparado ya de forma inicial su movimiento. Partió
el 1 de marzo de 1876, en un tiempo despejado pero intensamente frío, con 10
compañías de caballería y dos de infantería, pero sin suficientes exploradores
Crow. Inmediatamente, los Lakotas comenzaron a seguir a distancia a la columna,
siendo imposible cualquier tipo de sorpresa. El 7 de marzo, y tras un ataque
relámpago Sioux el día 5, Crook, con gran habilidad realizó una contramarcha,
amagando con la vuelta, pero dejando libre a la caballería y parte de la
infantería bajo el mando de Reynolds. Los Sioux se tragaron el anzuelo,
pensando que la fuerza había regresado a su base. En la entrega tercera de esta
serie, ya se ha hablado de la suerte de esta fuerza incursora, y cómo tras
estar a punto de conseguir una gran victoria en un poblado, se retiró de forma
desordenada y desastrosa, abandonando botín, muertos y heridos. 26 días después
del inicio de la marcha, las fuerzas estaban de vuelta en Fort Fetterman,
ateridas de frío, agotadas, y con la moral por los suelos. Y peor aún, dejando
a los Sioux la idea bien clara que esta nueva campaña no era una simple
incursión de enseñar la bandera, sino una ofensiva seria y total.
Gen. George Crook. Aunque de extraño aspecto fue uno de los mejores mandos de las guerras indias. |
Gibbon fue el siguiente en salir, sobre
el 1 de abril de 1876, desde Fort Ellis, y con 450 hombres del 2º de caballería
y del 7º de infantería. El 20 de abril, en Tullock Creek, recibió un mensaje de
Crook, anunciándole que esperase unos días, a que pudiese reunir otra fuerza
para asistirle en sus esfuerzos. Así que éste decidió esperar en la zona hasta
el 9 de mayo. Si los Sioux hubiesen tenido una sucursal de Doña Manolita o de
la bruja de oro, hubiesen pillado lotería sin dudarlo: no se podía tener mejor
suerte, una columna móvil detenida y entregada a la molicie y al aburrimiento. Lo
único de mención fue el intento de atacar un campamento indio cercano, hallado
por su excelente jefe de exploradores, el teniente James H. Bradley (otro
personaje que merece su propio post), y terminado de forma abrupta al intentar
cruzar un río Yellowstone embravecido.
Gen. John Gibbon. |
Terry, por su parte, y tras extensos
preparativos, logró partir de Bismarck el 17 de mayo, con tres compañías de
infantería, y las 12 de caballería del 7º, al mando de Custer. El resto de mayo, se caracterizaría por un
ridículo intercambio de mensajeros entre las fuerzas de Gibbon y las suyas,
intentando coordinar sus esfuerzos y sus operaciones, desinformándose más que
otra cosa, y no logrando nada en concreto. Mientras, los Lakota reunían
fuerzas, y consolidaban sus alianzas con Cheyennes y otras tribus huidas del
sur. El tiempo, comenzaba a mejorar, y las oportunidades por el bando del
ejército se iban perdiendo.
Gen. Alfred Terry. Sus decisiones y órdenes a Custer y Reno serán siempre objeto de controversia... |
Por fin, el 29 de mayo de 1876, la nueva fuerza de Crook se puso en marcha. Y a
lo largo de junio, los acontecimientos se precipitaron…
No hay mucho que contar de la fuerza de
Gibbon. Se pasaría el mes persiguiendo fantasmas, sin lograr fijar bien los
campamentos indios en el Rosebud, y sin lograr bloquear adecuadamente el
martillo que pretendía Terry en la zona del Yellowstone y sus afluentes.
Mapa moderno de la región del río Yellowstone, con sus afluentes. |
Crook por su parte comenzó a encontrar
fuerte resistencia en la región del Rosebud, lo que le convenció que el
principal campamento indio estaba en la zona. Estaba siendo engañado, por una
acción bien eficaz de “maskirovka” Sioux. El 17 de junio, en el valle del río
Rosebud, sus auxiliares Crow y Shoshones se dieron de bruces con una poderosa
fuerza Sioux. Y no sólo hicieron eso, sino que su acción de reataguardia y su
excelente repliegue, salvaron a la columna, pues de forma increíble no se
habían dispuesto ni piquetes de vigilancia adecuada, ni había disposiciones
defensivas adecuadas.
La batalla de Rosebud Creek no es fácil
de explicar. Imaginaos un río, con pequeños bosques en sus orillas, y que al
NNO tiene una línea de colinas y crestas similares a una mano extendida, con
algunos de sus dedos agarrotados. Uno de los grandes fallos de los ejércitos
occidentales en estas campañas es la escasez de una las fuerzas más importantes
en este tipo de campañas: las tropas de montaña. Es un tipo de guerra tan
complicado y demandante como el combate urbano, pero al que se le presta muy
poca atención. Por ejemplo, una habilidad importante de estas tropas es saber
orientarse en ese terreno, y saber flanquear, asaltar y ocupar la cresta
correcta y dominante, sabiendo mantener, a la vez la cohesión con las fuerzas
amigas. Y eso fue lo que les ocurrió a las fuerzas de Crook, se extendieron y
perdieron cohesión. Se salvaron del desastre, gracias a otro detalle: los Sioux
tampoco eran expertos en guerra de montaña, y les pasó lo mismo. Tras un día de
intensos combates inconexos, los indios rompieron contacto.
Caballería de los EEUU, 1876. |
Crook clamaría victoria en su mensaje
enviado a Sheridan y a Terry el día 19 de junio. Increíblemente, Sheridan,
mucho más lejano recibiría el reporte el 23 de junio, mientras que Terry
recibiría el suyo el día 30 de junio (lo que ya dice mucho sobre la pésima
coordinación y conocimiento de las operaciones de otras columnas). En el
mensaje, advertía además, de otras dos importantes e inquietantes noticias. La
primera, que precisaba refuerzos y suministros, y que no podría continuar
operaciones en un par de semanas (al final seguiría en la zona, sin apenas
moverse de su campamento de Goose Creek, siete semanas más). La segunda era
peor: las estimaciones de inteligencia eran erróneas, y que las fuerzas Sioux
eran bien combativas, expertas, y lo peor de todo, ¡que eran enormes! y que los
merodeadores invernales no eran ya los únicos…
Terry centraría sus operaciones en la
zona este del Yellowstone, demasiado al norte del Rosebud como para hacer algo,
y demasiado al este del Bighorn y sus afluentes como para enlazar con Gibbon.
Todos los signos mostraban que sus fuerzas iban a dar con el premio gordo: el
gran y principal campamento indio. Desesperado por no hallarlo empezó a tomar
decisiones erróneas: la primera, dividir sus fuerzas en tres. Una columna más
ligera, al mando del mayor Reno reconocería la boca del río Tongue; mientras
que la fuerza más móvil, al mando de Custer, estaría cercana a Reno, moviéndose
por la zona más al oeste, entre el Tongue y el Bighorn. Se suponía que ese
gancho enviaría a los indios hacia Crook, el cual, como sabemos, estaba mucho
más al sur, con sus propios problemas, y sin moverse en el momento crucial.
Los planes del Gen. Terry. Fuente Atlas of the sioux wars. |
El segundo error, fue peor, pero por
desgracia muy común en la historia militar. Sus órdenes a Reno y a Custer, no
fueron claras, y sin darles libertad de acción, tampoco establecía, en el plan,
una conducta clara ante el contacto o, posibilidad del mismo, con el enemigo. Algo
parecido le pasaría a Nagumo, en 1942 en Midway, cuando pendiente de un segunda
ataque a dicha isla, le informaron de la presencia de varios portaaviones
americanos.
Las nuevas órdenes, le decían a Custer
que siguiese por el Rosebud hacia arriba (alejándose aún más de Crook), en
virtud de los escasos resultados de Reno, que a su vez, sólo había reconocido 8
miserables millas de su sector. La idea era que cogiesen en una pinza al gran
campamento indio con las fuerzas de Gibbon, en un bloqueo cerca del inicio del
Bighorn. Fuerzas que nadie sabía donde estaban y ni siquiera, si estarían en la
zona. Pero si encontraba a los indios…no había instrucciones acerca de qué
hacer. Ni tampoco había una estimación adecuada de sus fuerzas ni de su
calidad. Bueno, eso no es cierto, sí que la había, pero en aquellos momentos,
estaban en la silla de uno de los correos de Crook, cabalgando sin resuello
hacia el norte, intentando avisarles del avispero que era la región.
Así, del 19 de junio al 24 de junio de
1876, Custer y sus fuerzas giraron hacia el norte, enlazaron con Reno, y se
dirigieron hacia un pequeño río, afluente del Bighorn, de nombre pegadizo, y
que la historia militar ya no olvidaría jamás: el río Little Big Horn.
Y allí, las semillas de la catástrofe y
la imprevisión, florecerían con tragedia, para terminar con los amargos frutos
de la derrota y la leyenda…
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